VOCES DE MUJERES
El lunes por la noche los responsables de Protección Civil del Municipio de Querétaro guardaron en las instalaciones de la Delegación Epigmenio González a Black, un perro rescatista negro con el pecho blanco, cruza de Mastín, entrenado para dar ayuda psicológica a personas que han sufrido eventos traumáticos. Al día siguiente Black fue reportado como desaparecido víctima de un delito. Protección Civil Municipal informó que en ocasiones anteriores ya había habido intentos de sustraer al perro sin embargo no informó si se tomaron medidas para incrementar su seguridad. Las autoridades respondieron, de inmediato iniciaron su búsqueda, pusieron a disposición de todas los teléfonos y redes sociales de la institución y señalaron enfáticos que castigarán a los culpables. La desaparición de Black ha sido nota en todos los medios de comunicación. Su foto ha aparecido en noticieros en televisión y en diarios locales. Su descripción se ha repetido con frecuencia en radio y ha sido motivo de entrevistas a funcionarios que piden apoyo a la ciudadanía queretana para localizarlo.
Black es un perro. Valioso por su entrenamiento, si. Pero es un perro. Y para localizar a ese perro las autoridades se han movilizado como no las he visto hacerlo nunca por una persona, por una mujer. Y ese es precisamente el punto.
En Querétaro y México decenas de personas son reportadas desaparecidas todos los días, muchas de ellas niñas y mujeres sin embargo es raro que ocupen el espacio en la nota periodística que se le ha dedicado a Black. Y no es porque piense que este can no es valioso. Por el contrario, me indigna mucho su sustracción y espero que las personas que lo robaron sean aprehendidas y reciban un castigo ejemplar, pero a mi indignación por este robo se suma el ver como no se le da la misma atención a la desaparición de una niña o mujer ni por parte de las autoridades ni por los medios. Tan solo en este momento se pueden consultar 26 fichas de niñas y 30 de mujeres mayores de edad catalogadas como no localizadas en la página de la Fiscalía General del Estado de Querétaro. En muchos de estos casos la difusión de su desaparición fue mínima o de plano inexistente.
El escrutinio mediático tampoco se ha hecho presente en la búsqueda de Black o por lo menos no he escuchado cuestionamientos sobre las condiciones del sitio del encierro y la responsabilidad de sus cuidadores. Sin embargo cuando se reporta la desaparición o no localización de una mujer no es así. Con frecuencia las autoridades se niegan a iniciar la búsqueda antes de transcurridas 72 horas; se cuestiona su “honorabilidad” y se pone en tela de juicio su ausencia con argumentos como “se fue con el novio”, su vida privada es expuesta, se minimiza la violencia previa y peor aun, si se le “ocurre” aparecer viva y en buen estado se le exhibe en medios y redes sociales y es juzgada por millones de personas. En caso de dar con su cadáver muchas veces se culpa a la familia por no cuidarla, por dejarla salir o por no tenerla encerrada. En otros casos las mismas autoridades “inventan” líneas de investigación que señalan a la víctima como culpable vinculándola a “malas compañías” o de plano ni la buscan.
La búsqueda de Black es importante por su valor en el apoyo psicológico de personas que han vivido experiencias traumáticas. Pero no puedo dejar de pensar en la naturalización de la violencia que vivimos en México que maneja como natural la desaparición de niñas y mujeres que en muchos casos se convierten en víctimas de trata de personas y que son explotadas como esclavas sexuales o que son encontradas en cañadas, baldíos o basureros.
Buscar a Black es importante, buscar a nuestras mujeres y niñas desaparecidas impostergable.