SERGIO A. VENEGAS ALARCÓN
Dispuesto a romper con la “leyenda romántica” del nacimiento de nuestra ciudad, el Cronista del Municipio Andrés Garrido del Toral refutó las versiones divulgadas por los clásicos y contó la verdadera historia, la científica, en la presentación de su libro titulado “La fundación del pueblo de Querétaro”, publicado por el Ayuntamiento capitalino.
Ante casi 300 seguidores reunidos la noche del sábado en el Teatro Rosalío Solano, en donde se anunciaba la película “El Irlandés”, el queretano reivindicó, basado en documentos paleográficos y contradicción de tesis, una serie de actos y distintos tiempos que arrancan en los años treinta del Siglo XVI.
Sin embargo, a riesgo -advirtió- de ser declarado non grato por la Iglesia, no comparte el mito de aparición de Santiago, el corcel blanco y el eclipse en el Sangremal, defendido por los más importantes historiadores locales de la centuria pasada, como Fernando Díaz Ramírez, Manuel Septién Septién, José Guadalupe Ramírez Álvarez, Manuel de la Llata y anteriores.
El doctor Garrido del Toral, catedrático de la Universidad Autónoma de Querétaro – hoy de elegante traje y corbata color vino- reconoce en la leyenda de la fundación queretana el peso de elementos derivados de la evangelización cristiana y de intereses particulares, acepta que pervive en ella igualmente una recopilación de antiguas tradiciones fundacionales mesoamericanas, todas ellas recuperadas por la historia oral.
Admite incluso esa concepción es hermosa y nos da identidad, pero resulta una bella forma de alterar los verdaderos datos históricos al exagerar las acciones de los hechos y actos fundacionales.
Con el antecedente de que el cronista, colaborador de PLAZA DE ARMAS, ya ha anticipado este criterio en sus Queretalias publicadas en este periódico, como lo comentó en su exposición.
Para el cronista la conformación del mito concluyó con fray Pablo Beaumont, quien con todo y su perspectiva ilustrada y racional no pudo desprenderse de la narración prodigiosa del martes 25 de julio de 1531 dada por Isidro Félix Espinosa.
Así, Andrés Garrido coincide con Antonio Rubial García de la UANM y el queretano Juan Ricardo Jiménez en que no hubo batalla fundacional, sino una “invención franciscana”, a partir de la cual las diferentes fuerzas políticas y económicas de la ciudad aceptaron la tradición, pero sobre todo los caciques indígenas, quienes encontraron en esa historia el aval para sostener sus pretensiones fundacionales y una herramienta eficaz para defender sus privilegios y tierras.
En su opinión, la fundación del pueblo de indios se da entre 1531 y 1538, pero no como un solo hecho jurídico. Es hasta 1656 que se le da el título de ciudad incluyendo a Santiago Apóstol para defender la cruz. Antes de eso aún no se conformaba la leyenda de la mítica fundación.
Los sucesos milagrosos de la tradición, subraya, fueron obra de los crucíferos del siglo XVIII para reforzar el prestigio de su institución que se vio amenazada con destruirse y derruirse materialmente por orden real, ya que no contó con permisos oficiales para construirse.
Refiere que los purépechas se introdujeron en territorio queretano desde 1140 DC intercambiando productos de orfebrería y plumaria. La presencia de los mexicas se da hasta la segunda mirad del siglo XV.
El pueblo de Querétaro no existía antes de la llegada de los españoles. Fue un asentamiento urbano ex novo por traslado de lugar primitiva llamado Tlachco o Andamaxei y más tarde La Cañada, donde habitaban chichimecas y donde se avecindó el indio Conni (llamado Conín) y sus familiares otomíes provenientes de Jilotepec.
La polémica entre los cronistas indígenas para dar el mérito de la mal llamada conquista o fundación de Querétaro se dividen entre Fernando de Tapia (Conin) y Nicolás de San Luis Montañez, su tío.
Otros dato interesante que refirió Garrido del Toral es que la historia científica comenzó en Querétaro a principios de los años 80, cuando el rector de la UAQ Mariano Palacios Alcocer invitó a Francisco González de Cosío a dirigir el Centro de Investigaciones Históricas y éste exigió traer dos paleógrafos, porque aquí no había ninguno.
Enriquecedoras también son las investigaciones profesionales de Juan Ricardo Jiménez y antes de Juan Ignacio Urquiola Permisán en el Archivo de Indias, en Sevilla.
Querétaro, señala su actual cronista, nunca fue villa. Pasó de ser un pueblo de Indios a Ciudad, convirtiéndose en 250 años, con sus 50 mil habitantes y224 cuadras, en una de las más grandes del continente. Filadelfia tenía 40 mil en 1765, Nueva York 25 mil en 1775 y Boston 36 mil en 1815. En América Latina solo eran mayores la Ciudad de México, Puebla, La Habana, Bahía, Lima y Río de Janeiro.
Tabaco y textiles, junto con la ruta del oro y la plata, hicieron de Querétaro una gran capital. Hoy lo sigue siendo, el desafío, remató Andrés Garrido del Toral, es sí conservarla y respetarla, pero también hacerla vivible.
Al término de la polémica exposición sobre los mitos y leyendas de la fundación, el autor autografió ejemplares a sus lectores que lo aplaudieron con agrado e hicieron fila por casi una hora en el lobby y adentro de la sala, entre ellos el ex rector de la UAQ, Alfredo Zepeda Garrido, la titular del Departamento de Patrimonio y Servicios Culturales del Ayuntamiento de Querétaro Margarita Ladrón de Guevara y miembros de connotadas familias queretanas de varias generaciones.
El libro de más de 300 páginas, finamente impreso, se puede obtener en la oficina del cronista, ubicada en la planta alta del antiguo Palacio Municipal de Madero 81, frente al Jardín Guerrero, Centro Histórico.