ALHAJERO
La preocupación era clara. Tan clara que el propio Presidente de la República puso el tema sobre la mesa: la ratificación del nuevo Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá.
Palabras más, palabras menos, el mensaje —tanto de Andrés Manuel López Obrador como de Marcelo Ebrard— se reducía a un ‘nosotros ya cumplimos, ahora les toca a ustedes’.
Todos los compromisos que México consideró “factibles, razonables y coincidentes con las decisiones soberanas de México”, han sido cumplidos al día de hoy, apuntaría el canciller.
El jefe del Ejecutivo sería más explícito: “Se acordó que iba a haber un presupuesto especial para que se aplicara la nueva ley laboral en el país y los legisladores de México aprobaron un presupuesto especial, como lo sugirieron los diputados del Partido Demócrata y dirigentes del movimiento laboral de Estados Unidos. Cumplimos ese compromiso”, dijo.
De ahí, anunciaría, el exhorto que hará esta semana a los congresistas estadounidenses —dirigido a la presidenta de la Cámara baja, Nancy Pelosi— “a que ya no se demore la aprobación del tratado”.
Hasta ahí lo que deseaban comunicar. Más que suficiente, pensarán algunos, para reconocer en el tema el elemento que asomaba de nuevo y que hasta hace uno días parecía superado: incertidumbre.
Pero fue el negociador del Tratado por la parte mexicana, Jesús Seade, quien abrió de capa lo que acontecía. Recordó que la expectativa entre los propios legisladores de EU era que antes del Día de Acción de Gracias (28 de noviembre) llegarían a un acuerdo entre ellos. Pero no parece ser así.
“Ya se fue noviembre —apuntó Seade— y lejos de llegar a un acuerdo, en las últimas dos semanas se han recrudecido los pronunciamientos de ciertos sectores laborales, ventilando ideas que serían totalmente inaceptables para México, donde hemos dicho: eso no, por allá no puede ir…”
Como quien dice, en lugar de avanzar hacia la ratificación, tiende a embrollarse.
Una pregunta acerca de cuándo podría firmarse entonces el Tratado terminó por mostrar lo complicado del panorama. Respondió el subsecretario para América del Norte: “No excluyo que en diciembre pudiera salir…, pero sí estoy pesimista”, confesaría.
López Obrador saldría al quite. Discreparía incluso —anteponiendo, eso sí, un reconocimiento a la labor de su negociador— y asentaría: “Yo estoy optimista. Y creo que se va a aprobar pronto el tratado en el Congreso de Estados Unidos”.
¿En qué basa el Presidente su optimismo?
“En que hay buenas relaciones con el gobierno de Estados Unidos, con el presidente Donald Trump”, arguyó.
¿Será suficiente?
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