EL CRISTALAZO
La convocatoria del presidente López Obrador para construir en estos cinco años por venir, una Cuarta Transformación, una vez abandonada si la hubo, la precoz idea de una reelección presidencial cuya posibilidad nos devolvería a un neojuarismo, neoporfirismo, neobregonismo o de perdida neoevomoralismo, lleva implícita la idea de una Revolución Mexicana ahora desvanecida hasta en los desfiles.
No podemos olvidar la razón inicial del abatimiento porfirista: el antirreeleccionismo. Al grito de “Sufragio efectivo, no reelección” se convocó a un movimiento democrático electoral. Después vino el, golpe de Estado —ése sí de a de veras, no como los de ahora— y para echar al gobierno espurio brotaron facciones revolucionarias por doquier:
Lo demás es historia. Historia de hombres, de ambiciones, de asesinatos, de sangre y traiciones de todos contra todos, hasta la victoria de Carranza del Constitucionalismo y la posterior estabilidad con Calles y el Partido Nacional Revolucionario.
Pero eso ya se acabó, Por eso ahora mejor desfilan los caballos y se exhibe una evocadora máquina de vapor del siglo pasado, para probar con los símbolos de una fotografía de Casasola en movimiento, la decrepitud revolucionaria hasta en los detalles.
Caballos y una máquina de museo en pleno siglo XXI. Aunque la verdad sea dicha, a veces esta nueva tendencia de vivir a lomos de la anécdota, o de la novedosa interpretación oficial de la historia, nos hace dudar si tenemos una visión moderna, ya no del siglo XXI; siquiera de la segunda mitad del XX.
Por eso catalogar la Revolución como un hecho del siglo XX y nada más, cuyas ondas expansivas ya no llegan a las playas del día de hoy; colocarla entre las transformaciones nacionales del pasado y anunciar una nueva, es el equivalente a rezarle el responso a una tumba olvidada, pues esa verdad nos la dijo López Portillo cuando se definió como el último presidente revolucionario en México. Aquel fue el último de la Revolución Mexicana. Éste, el primero de su Revolución.
GERMÁN
La renuncia de Germán Martínez al Instituto Mexicano del Seguro Social es todavía hoy un documento imprescindible para comprender las contradicciones perpetuas del empeño revolucionario actual. Mucha de la palabrería discursiva de cada mañana, se estrella con el diagnóstico impecable de Martínez.
Pero también es una muestra de dignidad política. Lástima.
¿Lástima? Sí; porque al parecer el bagaje de la dignidad se agotó allí.
La defensa, entre las insinuaciones de arrepentimiento y culpabilidad compartida de Germán Martínez en relación con la ilegal designación en el Senado de Rosario Piedra, como “Ombudsperson”, son maromas indignas de quien ha probado ser capaz de otro comportamiento y otra calidad ética.
Empujado por Joaquín López Dóriga en una memorable entrevista, Martínez dejó todo en el amplio e invisible campo de la esperanza del futuro comportamiento de la señora Rosario, cuando se le probó la mentira de Piedra, cuando negó o escondió con maña y dolo, su condición de dirigente partidaria en Morena, lo cual la inhabilitaba para el cargo.
No era elegible, como esta columna dijo una y otra vez antes del zafarrancho monrealista.
“…hay una legitimidad de origen que no está bien, lo he reconocido aquí en este programa, pero también debe haber una legitimación de ejercicio… en la que yo todavía creo, en la que yo todavía creo, sinceramente. Ahí hay, ahí hay un equipo porque no solo es ella, ahí hay un equipo de gente que trabaja en la comisión, ahí se debe rodear de gente correcta…”
Ese argumento es inaceptable.
¿Se puede llegar a un cargo de manera ilegal, pero redimirse del delito si se actúa bien? Por favor, abogado. ¿Otra vez defiende usted la política con el argumento del “haiga sido como haiga sido”?
Pero encima de esto hay una ruindad política y una contradicción. Todo el mugrero se justifica, porque sacaron de la CNDH al binomio PRI-UNAM.
De Carpizo para acá. Antes la 4-T odiaba al ITAM. Ahora ya va contra la UNAM.
—¿Y si ya los sacaron porque GM le aconseja a la incipiente (con “c”) Rosario?:
“…ella debe llamar a reconsiderar a gente como María Ampudia, o como Alberto Athié o Marie Claire Acosta a que le ayuden, ella debe hablar, ella debe en ese sentido tener esa sensibilidad.
“…La señora Rosario Piedra, yo estoy seguro que va a realizar una excelente labor, sobre todo, en desaparecidos, que fue como empezó la comisión…”Con esta idea, Martínez sólo prueba su ignorancia: la CNDH no aparecerá a nadie: investigará y recomendará acciones, como ya ha hecho sin atención del gobierno, por más de un año, para no hablar de un pasado incorregible.
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