EL JICOTE
“Gobernar es hacer creer”, afirmaba Maquiavelo, y para hacer creer la democracia propone que el gobernante impulse el diálogo entre todos los grupos y clases sociales, para que al mismo tiempo que nos enriquecemos con nuestras diferencias las decisiones las compartamos todos. El Presidente López Obrador no parece estar convencido de este ideal democrático y utiliza todo tipo de artimañas para bloquear el debate. En la entrega pasada analizamos dos estratagemas: la existencia de “otros datos” que dice tener y que invalidan automáticamente cualquier fracaso y rendición de cuentas. Este portazo al diálogo lo complementa con un optimismo que no fundamenta en la realidad sino en su descontrolada imaginación, que se resume así; “Vamos re que te bien y la gente está feliz, muy feliz”. Imposible debatir con quien se siente dueño de la verdad y conocedor del ánimo nacional. El Presidente maneja otras malas artes para anular el intercambio público de opiniones. 3.- Ad hominem. Es el recurso falaz que se utiliza para atacar a la persona que sostiene el punto de vista o la crítica, y se olvida totalmente del motivo del cuestionamiento. Los orientales afirman que cuando el sabio apunta con el dedo al sol, el necio se queda viendo al dedo. En términos futbolísticos, la Cuatro T se va sobre el jugador contrario y se olvida del balón, que es el objeto del juego. Son diversas las variedades de este recurso; a) Quien critica no tiene autoridad moral porque antes no denunció las irregularidades que ahora lo escandalizan. b) Formaba parte de la mafia del poder y al no seguir gozando sus privilegios, no importa lo que diga. c) Sus antecedentes es que pertenecía a otro partido y está amargado. Personalmente esta última acusación me la hacen reiteradamente, me dicen:: “Priísta resentido”. Ciertamente fui priísta y hace más de veinte años renuncié al PRI, incluso fui candidato a Senador por una coalición de partidos en la que predominaban los partidos de izquierda. Es como si yo desautorizara a López Obrador porque fue, no solamente priísta, sino presidente del PRI en Tabasco. De lo que se trata con estas acusaciones es romper, de un plumazo, el hilo del debate y la crítica concreta. Me recuerda una anécdota narrada por Ortega y Gasset. En un circo se produce un incendio, la gente no lo ve, pues ocurre en la parte de afuera, pero el peligro de que se propague es inminente. El dueño del circo considera que el anuncio del riesgo lo debe hacer el payaso, que es el actor que produce más simpatías, cuando el payaso informa del incendio y solicita que desalojen el circo, la gente se ataca de la risa, lo que aumenta su desesperación y en la medida en la que dramatizaba más el peligro, la gente se reía con más ganas. Hasta que el humo confirma la información del payaso. Escuché el otro día un debate en la radio, un ciudadano denunciaba que la lucha contra la corrupción del gobierno de López Obrador era una falacia, pues su gobierno había dado sin licitación sino por asignación directa el 70%, de las obras, compras y proyectos. Un simpatizante del gobierno respondió: “Lo más probable es que a esta persona no le tocó ninguna asignación directa”, así concluyó el debate. A la Cuatro T no le interesa analizar las críticas o las denuncias, sino ver el dedo o darle una patada al crítico.