VOCES DE MUJERES
“Agresivos y dominantes: los hombres con ideas sexistas de masculinidad tienen más probabilidades de ejercer vuolencia contra las mujeres.”
Poner fin a la violencia contra las mujeres comienza con la igualdad de género. Parece obvio pero muchas personas todavía no lo entienden. Los hombres que se ajustan a ideas machistas, roles y estereotipos de género sexistas, que imponen “estándares” de masculinidad tradicionalmente asociados con el “Macho Alfa” tienen más probabilidades de golpear, abusar, coaccionar y acosar sexualmente a las mujeres que los hombres que ven a las mujeres como sus pares. De acuerdo a una investigación realizada por la organización Our Watch en Australia sobre violencia doméstica, que revisó 374 artículos publicados por universidades y organizaciones internacionales sobre violencia de género contra las mujeres, los hombres con ideas más flexibles sobre la masculinidad tienen más probabilidades de tratar a las mujeres con respeto. Esto debería ser una motivación de nuestras autoridades para promover modelos de masculinidad saludables para acabar con la violencia que viven las mexicanas.
El estudio revela que los hombres que creen en el derecho al acceso con fines sexuales de los cuerpos de las mujeres o en los mitos de violación son más propensos que otros hombres a acosar, hostigar abusar o violar a las mujeres. También señala que los hombres que se rodean de compañeros que toleran o usan la violencia o que se adhieren a estereotipos rígidos y sexistas de “cómo ser hombre” tienen más probabilidades de usar y tolerar la violencia contra las mujeres.
El estudio también muestra que un importante número de hombres en el mundo nunca actúan con violencia contra una mujer. Sin embargo existen múltiples factores que ayudan a determinar de manera confiable la probabilidad de que un hombre llegue a perpetrar actos de violencia contra una o más mujeres en sus relaciones cotidianas. Estos factores tienen que ver con una idea erronea de masculinidad, es decir, actitudes y comportamientos estereotípicos asociados con ser hombre y que incluyen ideas cultural y socialmente aceptadas de que los hombres deben ser fuertes, contundentes, agresivos y dominantes en sus relaciones sentimentales y dentro de sus hogares o duros y tener el control en situaciones de convivencia social o laboral, mientras que las mujeres son débiles, frágiles e inútiles, o incluso maliciosas y deshonestas. Las sociedades caracterizadas por el dominio masculino y la desigualdad sistémica de género, como la nuestra, reportan niveles más altos de violencia contra las mujeres que sociedades donde los avances en igualdad sustantiva son significativos.
La violencia física, psicológica, patrimonial y sexual refleja los sistemas y estructuras sociales circundantes, incluidas las desigualdades de género a nivel de vecindarios y países enteros. Por ejemplo, los estudios encuentran que las normas de inequidad de género en las comunidades de países como México e India van de la mano de tasas más altas de violencia de pareja contra las mujeres. Además, la masculinidad sexista no solo causa la perpetración directa de la violencia contra las mujeres, sino también su perpetuación.
Por ejemplo los conceptos tradicionales de masculinidad hacen más probable que servidores públicos culpen a una mujer por haber sido violada, que las personas se abstengan de intervenir para impedir comportamientos violentos o que actúen con indiferencia ante la coerción sexual de otros hombres o se rían de “bromas o chistes” que fomentan la tolerancia social a la violación.
La probabilidad de perpetrar cualquier tipo de violencia también está vinculada a circunstancias sociales, experiencias infantiles, salud mental, etc, precisamente por eso la prevención de la violencia debe adoptar cada vez más un enfoque “interseccional”, reconociendo que el género se cruza con otras formas de desventaja social y privilegio para dar forma a las diversas formas de la violencia y la minimización de la victimización. Para reducir la violencia contra las mujeres, debemos involucrar a hombres y niños en este trabajo de redefinir la masculinidad con expectativas sociales más saludables y positivas.
Estoy segura que los hombres y los niños serían los más beneficiados.