SERGIO ARTURO VENEGAS ALARCÓN
En México no festejamos hoy a la muerte, sino el regreso de los difuntos con los que mantenemos vínculos de parentesco, afecto, amor y lealtad, puntualiza el director nacional del INAH, Diego Prieto Hernández, en declaración exclusiva a PLAZA DE ARMAS, El Periódico de Querétaro, y explica la creencia de que las mariposas monarcas venidas a finales de octubre son la encarnación de las animitas.
Entrevistado en sus oficinas de la capital del país, sobre las celebraciones de muertos, la más profundas de los mexicanos, la máxima autoridad del Instituto Nacional de Antropología e Historia niega que el jalogüin, tan extendido ya entre las nuevas generaciones, desplace nuestras tradiciones, que se conservan en los planos religiosos y familiares.
Destaca también que hay una imbricación entre tradiciones antiguas y tradiciones reconfiguradas ya del pensamiento o la religión católica. Es muy claro que el catolicismo indígena es un catolicismo sui generis y señala la existencia de espacios de veneración que no son del ámbito de la iglesia, como las capillas familiares de los otomíes. Ahí no se ofician misas y los ministros de culto no tienen ninguna autoridad. Son los grupos parentales los que encuentran en ese espacio el lugar donde se reconocen antepasados, un fundador, el tronco o linaje familiar, donde se colocan las imágenes que representan las ánimas de los familiares fallecidos, se les venera y rinde culto.
El por muchos años delegado del Centro INAH Querétaro, recibe con elegante traje azul, camisa azul y corbata con vivos rojos y rosas. Atrás de él, una impresionante pieza de Zinacantecuthli, el señor murciélago o de los murciélagos, numen zapoteco relacionado con los cultos funerarios, tenido como uno de los nueve señores de la noche.
Habla el antropólogo Diego Prieto con amplio conocimiento del culto a los difuntos, tanto desde la perspectiva religiosa como indígena, en un diálogo sin reloj ni interrupciones.
Aquí la primera parte.
BIENVENIDA A LAS ÁNIMAS
PLAZA DE ARMAS: Está muy ligada la cultura de los mexicanos al tema de la muerte.
DIEGO PRIETO: Yo creo que sí, como en cualquier cultura nos tenemos que hacer cargo de comprender ese fenómeno inevitable, trágico por cuanto que hace parte del sino de cualquier persona que es la muerte. Y detrás de esa gran pregunta, el tema de la trascendencia, el tema del destino de la persona que ha muerto y la conexión con las personas que ya se fueron. Yo cuando se dice que los mexicanos hacen culto a la muerte, hay algunos que incluso la veneran.
PDA: Que los mexicanos nos reímos de la muerte.
DIEGO: Lo que sí es muy notable en nuestros pueblos indígenas es no que si se ríe o no de ella, sino de que sí encuentra evidente en los pueblos indígenas es que en muchos de ellos, la mayoría, el que alguien haya muerto no significa que dejó de existir. Los difuntos siguen vinculados a su familia, a su comunidad, a las personas que los han querido y con las que mantienen vínculos parentales o de linaje y precisamente lo que sucede en los días de muertos no es festejar la muerte, es festejar el regreso de los difuntos, de las ánimas con las que mantenemos vínculos de parentesco, de afecto, de amor y de lealtad. Es decir, los muertos siguen presentes a través de los sueños, a través de las ofrendas que se les presentan durante los días de muertos, a través de los rezos, a través de los espacios como son las capillas familiares de los otomíes en Tolimán o en Amealco. A través de distintos ámbitos en donde los pueblos constatan que las ánimas, que las almas de los muertos siguen en comunicación. Muchas veces también estos nos lleva a la figura de los antepasados como entidades que reclaman la conservación de la lengua, la tradición y que se atienda el altar y la veneración de determinadas imágenes. Entonces lo que se recrea es ese vínculo que no se ha roto y esa convicción de que hay un ámbito en donde los muertos siguen viviendo y que entonces muchas veces la muerte ya no se convierte en una fatalidad de la cual tenemos sólo que lamentarnos.
EL CULTO OTOMÍ
PDA: La forma de entender la muerte ha cambiado con los siglos en México.
DIEGO: Han cambiado y se mantienen también, al mismo tiempo. Por ejemplo es claro de que estamos en presencia el día 1 en el día de Todos los Santos y el 2 de los Fieles Difuntos que son festividades católicas, pero también es cierto que en estos días y en algunos pueblos todo el mes de noviembre se dedican a venerar a los muertos. Entonces sí hay una imbricación entre tradiciones antiguas y tradiciones reconfiguradas ya del pensamiento o la religión católica. Es muy claro que el catolicismo indígena es un catolicismo sui generis. Parte de eso es que existen espacios de veneración que no son del ámbito de la iglesia, como las capillas familiares de los otomíes. Ahí no se ofician misas y ahí los ministros de culto no tienen ninguna autoridad. Son los grupos parentales los que encuentran en ese espacio el lugar donde se reconocen antepasados, se reconoce un fundador, el tronco o linaje familiar, donde se colocan las imágenes que representan las ánimas de los familiares que han fallecido y se les venera, se les rinde culto. Yo creo que hay semejanzas con otras culturas, pero también hay singularidades indudables. Por ejemplo, en muchas culturas del altiplano, las mariposas que aparecen hacia finales de octubre, las mariposas monarcas que vienen de Canadá y Estados Unidos hacia este gran santuario que están en el Estado de México y Michoacán son las animitas, es la encarnación de las ánimas. Y luego hay otra serie de elementos que encarnan a las ánimas. Hay enfermedades que producen las ánimas. Las ánimas que no han sido veneradas o no están cuidadas por su familiares pueden causar enfermedades, de etiología cultural pudiéramos decir así y esa es una cosa bastante singular. Y hay enfermedades que claramente son causadas por las ánimas, que incluyen aquellas que los antepasados pueden causar por no respetar la tradición. Eso yo no lo encuentro en otros lugares. De manera que hay una visión en donde las ánimas tienen un trayecto, tienen dos espacios normalmente, uno en el inframundo, en otomí nidu, en náhuatl mictlán, en maya xibalbá, pero al mismo tiempo también tienen un proceso que los hace llegar al ámbito de lo celeste, un poco ya con cierta influencia del pensamiento católico que vuelve a ubicar lo divino en el plano de los celeste, pero los difuntos tienen esa doble presencia: en el inframundo y en el ámbito celeste. Y en el ámbito celeste vamos a encontrar por lo menos tres grandes presencias. Las deidades, los santos como intermediarios entre los seres humanos y las deidades y los difuntos. Tantos los antepasados, como las ánimas de los difuntos que sí conocimos.
EL JALOGÜIN
PDA: Las nuevas generaciones han tomado el tema del jalogüin. ¿De qué manera penetra nuestras tradiciones, en tu opinión?
DIEGO: Yo no le veo ningún problema. El tema del jalogüin es una capa superficial. Si yo te dijera que en San Ildefonso se ponen a hacer calabazas de barro, es para que vendan algo y que por ahí en un video sobre día de muertos en Santiago Mexquititlán cuando se hacen los burritos para ir a las capillas familiares a visitar a los distintos grupos que están en la capilla venerando a los difuntos dice uno “ya vénganse, vámonos a los jalogüines”, pues es obvio que con tanta migración a los Estados Unidos se recuperan estas figuras. Yo no lo veo como un desplazamiento. Porque en general las tradiciones se conservan si y solo si se transforman. La diferencia entre conservar un elemento material y conservar una tradición es que el elemento material se puede congelar, mientras que la tradición y todo lo que implica la cultura viva, en la medida en que siempre se está recreando, está en una dialéctica apasionante entre continuidad y cambio. Entre preservación e innovación. Y la innovación no se contrapone a la preservación y el cambio tampoco a la continuidad. Uno ve, por ejemplo, cómo en las procesiones que hacen los concheros el día 13 cada vez va el atuendo siendo más espectacular. Si tú quieres más desafiante, más lleno de plumas, etc. Y eso no necesariamente empobrece la tradición. Simplemente introduce nuevos componentes semánticos en un relato que en lo fundamental se está reproduciendo.
PDA: Lo de Coco en Hollywood.
DIEGO: Los estadounidenses son muy dados a caricaturizar otras culturas y toca todo. Uno ve cosas simpáticas, pero es una caricaturización. Igual han de pensar de los japonenes, egipcios, chinos, etc. Yo ni me opongo. Es simpática la película de Coco.
CONTINUARÁ EL LUNES