ALHAJERO
Era tal el desprecio y la molestia que los reporteros de la “fuente” le generábamos a Ernesto Zedillo, que frente a él toma otro impulso la cobertura cotidiana de la Presidencia de la República.
Austeridad ante los medios y una información distante y gélida con los periodistas —con dificultades atemperadas por sus voceros y ocasionales frases de humor ácido del propio Zedillo—, antecederían el gran cambio que llegaría con la alternancia en el 2000.
Un cambio, valga decirlo, que nada tenía que ver con cuestiones económicas, “chayos” (eso desapareció desde el sexenio de Salinas de Gortari, como anotamos en la columna anterior) o privilegios para reporteros. ¡Al contrario!
Con Vicente Fox en los Pinos ocurrió —sin proponérselo realmente unos y otros— la “desacralización” de la Presidencia.
Para empezar, la mayoría de los reporteros que comenzaron a cubrir al primer mandatario surgido de las filas de Acción Nacional, lo tuteaban. En las primera conferencias de prensa del ya jefe del Ejecutivo las preguntas iniciaron al son de: “Vicente, tú qué opinas de…”.
Y si bien no tardó mucho su equipo de comunicación en corregir ese punto –con Marta Sahagún al frente—, quienes no hallaron obstáculo alguno en “tomar” prácticamente bajo su mando la vida presidencial, fueron los militares.
El Estado Mayor Presidencial —prudente y acotado bajo el mando de los priistas— suplió las deficiencias (por desconocimiento) de los recién llegados a la Presidencia de la República. Su presencia, opiniones y sugerencias se impusieron rápidamente.
En la cobertura de los reporteros de la “fuente” eso se tradujo en la pérdida de espacios en el avión presidencial. Si antes viajábamos alrededor de 30 o 40 periodistas en las giras nacionales, el número terminó reduciéndose a 15 o 20 en el mejor de los casos.
Los lugares fueron ocupados por miembros del EMP. Las primeras filas del avión (asignadas antes para los reporteros de principales medios) fueron ocupadas por los militares.
Si eso fue con Fox, ya imaginarán con Felipe Calderón. Su declaración de “guerra” contra el narcotráfico llevó a aumentar aún más la seguridad y el poder de los militares. Los “cinturones” en derredor del Presidente (físicos e informativos) se hicieron más fuertes.
Para cuando llegó Enrique Peña Nieto, los “cinturones de castidad” (así les llamábamos) eran dignos de la Edad Media.
A la par, los medios encontraron otra forma de cobertura: reportear “por fuera” la Presidencia. Así surgieron temas de escándalo como el Toallagate con Fox, la Estela de Luz con Calderón, o la Casa Blanca con Peña.
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GEMAS: Obsequio del diputado Mario Delgado, coordinador de la bancada de Morena en San Lázaro: “Con 420 votos aprobamos la eliminación del fuero presidencial”.