ALHAJERO
La relación de por sí no ha sido fácil. Mucho menos cuando el Congreso definió que la Guardia Nacional estaría bajo el resguardo de un mando civil (se llamara como se llamara) y no de un militar.
Alfonso Durazo podrá aparecer como el secretario de Seguridad y considerarse formalmente como el jefe del gabinete de Seguridad –a veces ni eso le permiten-, pero lo cierto es que el sonorense es desdeñado por el Ejército y la Marina.
Lo sucedido en Culiacán con el fallido operativo para detener, con fines de extradición, a Ovidio Guzmán López (hijo del Chapo Guzmán) fue, ya no una banderilla como tantas que ha recibido en estos meses, sino una estocada.
Por más que el Presidente de la República defienda a Durazo y rechace su renuncia al cargo, los uniformados apuntaron el índice hacia el sonorense desde aquella misma tarde del humillante episodio, y exigieron: ¡que dé la cara…!
Y lo dejaron hundirse solo esa noche.
Al día siguiente, con el general secretario Luis Cresencio Sandoval, partícipe y en conferencia de prensa, mencionaría varias cosas de llamar la atención:
—Primero que nada, ¡que el gabinete de Seguridad no estaba informado del operativo para detener al hijo del Chapo!
¿Hacia quién apunta el señalamiento de esta omisión?
—Segundo, que el operativo fue “precipitado y mal planeado”, dado que no calcularon —personal de la Policía Ministerial y la División Antidrogas de la extinta Policía Federal, hoy Guardia Nacional— el tiempo que tardaron en obtener la orden de cateo.
¿Por qué tardó la orden? ¿Quién tenía que librarla?
Sean quienes fueren responsables de ello con nombre y apellido, lo cierto es que el dedo flamígero apunta hacia al Poder Judicial. Terreno civil, de nueva cuenta.
El propio Durazo reafirmaría que “la orden de aprehensión no llegó con la oportunidad que habría sido planeada en el diseño del operativo” y eso llevó a modificar las decisiones finales.
Pero ni esto le salvaría ante los ojos de los militares.
Distintos videos que aparecieron en las redes sociales desde el fin de semana, buscaban una sola cosa: salvar el honor de los militares, de los policías, incluso, pero, sobre todo, del ejército. De un ejército de por sí dividido.
¿Salvarlos de quién? La respuesta está implícita: de los civiles. Y la imagen de los civiles —en esta área y en este episodio— se singulariza en una persona: Alfonso Durazo.
Si las imágenes a la vista no fueran suficientes, no hay más que hablar con algunos mandos del ejército y de la Marina para tener clara, muy clara, la ruptura entre los uniformados y el titular de Seguridad.
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GEMAS: Obsequio del fiscal general, Alejandro Gertz Manero: “Esto (lo ocurrido en Culiacán) no va a ser otro Ayotzinapa eh, se los digo con esa claridad, aquí se van a establecer las responsabilidadescon toda precisión, con todo apego a la ley y con toda transparencia”.