GOTA A GOTA
Una tarea cognitiva que abarca el conjunto de lo humano ofrece más ventajas –para disolver un poco las tinieblas del pasado– que aquella otra, tal vez bien trazada pero con limitaciones obvias: historia política a secas, meras cronologías, relatos de acontecimientos incuestionados… Lo más cercano, pues, a aquello que podríamos denominar una ciencia está en esa propuesta vilariana: magnífico sendero para seguir las huellas de los hombres.
Un libro breve, sencillo, casi escolar, Historia de España recoge buena cosecha de las proezas de ese historiador atento al entramado, estructura y coyuntura, tiempo largo y corto, argamasa de economía, política, conciencia: oleajes profundos y espuma histórica.
Tuve la dicha de conocer a Vilar, gracias a mi buena amistad con Raúl Olmedo, al menos entonces una personalidad independiente y de firmes convicciones marxistas. Recuerdo que fue un primero de mayo porque juntos acudimos a ver el desfile obrero, que le impresionó por inusitado para su cultura. Sus ojos irradiaban asombro y gentileza. Me concedió una larga conversación con esa amable sonrisa que lucía una dentadura de oro, vestigio acaso de su condición de torturado prisionero de guerra; algo quedó de aquello –y mejor que sus palabras–: una actitud de alegre tolerancia, de un alma abierta, cortés, de elegancia espiritual. No fue Vilar un especialista cualquiera, pertenecía a esa estirpe de intelectuales franceses con inquietudes universales. Observador de España, me habló del Quijote y de la pintura de Velásquez con agudeza asombrosa.
En estos días amargos, me pregunto qué estaría pensando esa mente lúcida, a quien cautivó nuestro México, tan lleno de sorpresas como esa que después de haber vencido el viejo corporativismo, se ha extraviado en la oscuridad de un bosque, camino a la ruina.
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Sufragio efectivo, no reelección. Respeto a la división de poderes y a los ciudadanos. Sí a la vida y a la libertad de expresión.