EL JICOTE
El Presidente en campaña pegó en el centro del blanco de la lucha por el poder al marcar su línea entre él y su proyecto frente a todos los otros partidos. Ya de Presidente ha mantenido su política de descrédito a los partidos, sus programas y su clase política. La estrategia ha tenido evidente provecho, pues ha sido posible facturarles todas las culpas pasadas e inmediatas. Ha reiterado hasta el cansancio que le han dejado un cochinero y no es posible tener resultados inmediatos. Había razones para esta estrategia, pero ya ha pasado un buen tiempo y en su Informe mantuvo su discurso en el que agudiza y crispa su relación con los opositores, donde lo que menos de que los acusa es de inmorales. Sólo le faltó de denunciarlos por propiciar el calentamiento del planeta por el sudor de su frustración. Ese discurso está agotado y ya es un franco error, No se puede mantener la postura de que en la sociedad sólo conviven los que lo apoyan y los equivocados. En esta tranquiza la oposición no ha metido ni las manos. Arrinconados, como para no ser perseguidos de pecadillos anteriores o para proteger a sus correligionarios que ya dejaron el poder, se mantienen taimados El peor drama los partidos opositores es que están fuera de lo que llaman los estudiosos:”el tempo” de la política. Mientras López Obrador todos los días presenta un nuevo proyecto, una nueva política o mete una pata con gran desenfado, los opositores tardan en las respuestas o en las críticas. Mientras López Obrador viaja en Ferrari los opositores andan en triciclo. Si fuera verdad de que la calidad de un gobierno depende de la calidad de la oposición, México sería un caso perdido. Es una oposición que no está a la altura de López Obrador ni de la Cuarta Transformación, la jibarización de los partidos políticos es de tristeza. Alejados de la sociedad han acotado su participación a la arena del Congreso donde no han tenido mayor relevancia. Por conveniencia misma del Presidente y de la Cuarta Transformación se debería, en primer lugar, dejar de vapulear a los adversarios, abrirles canales de participación, dialogar y escuchar las críticas, vengan de donde vengan. Un estadista como Churchill no se quejaba de la crítica, al contrario, la agradecía. Afirmaba: “La crítica es como el dolor del cuerpo, previene y alerta de peores males. El político debe responder a la crítica, cuando no tenga respuestas, reconocer y dar las gracias. Otro le está ayudando a hacer mejor su trabajo”. El Presidente y sus simpatizantes deben reconocer que los críticos no cometen un crimen de “Lesa Patria”; no están pagados por el villano favorito del país: Carlos Salinas. No debe acusar a los críticos ni con sus mamás, papás ni abuelitos. Si López Obrador mantiene ese discurso de descrédito y de exclusión de sus adversarios, que ya no parece tener justificación, podría responder a dos hipótesis: Primera, mantener a los opositores en el banquillo de los acusados para demandar mayores facultades constitucionales, única forma de vencer a los corruptos. Segunda hipótesis, no se ha podido avanzar en las conquistas sociales porque los adversarios han boicoteado, obstaculizado, puesto piedras en el camino, necesito más tiempo para cumplir mis compromisos de justicia, en otras palabras: es indispensable la reelección, Nada desearía más que equivocarme en las dos hipótesis.