EL JICOTE
México parece vivir el peor de los mundos en la convivencia política. Por un lado el voluntarismo de López Obrador, quien considera que con una simple frase cambia la realidad y que 35 millones de votos le otorgan una carta en blanco para hacer de la política lo que considere su voluntad personal. Por otro lado ,el voluntarismo de los opositores, quienes todavía no terminan de asimilar el triunfo abrumador del Presidente y actúan como si para ser de oposición bastara con obstruir las políticas presidenciales y poner piedras en el camino a los proyectos de gobierno, y eso bastará para ganar las próximas elecciones. Tiene razón el Presidente cuando afirma: “Lo digo con respeto, no quiero que se entienda como un acto de prepotencia o una burla, es lo que estoy percibiendo: están moralmente derrotados…Están moralmente derrotados porque no han tenido oportunidad de establecer un paralelo entre la nueva realidad y el último periodo neoliberal, caracterizado por la prostitución y el oprobio, que se ha convertido en una de las épocas más vergonzosas en la historia de México”. Lo que no observa López Obrador es que la verdadera oposición no está exclusivamente, ni siquiera la oposición más fuerte, en los partidos políticos, sino en la clase empresarial. El Presidente parece guiarse por la idea de que ya vencimos a los partidos tradicionales y todo el poder se nos ha dado y seguirá dando por añadidura. Error, de principio los empresarios sí están conscientes que para derrotar al gobierno, lo primero es representar ante la sociedad una opción diferente a las políticas de López Obrador. No es circunstancial que su proyecto de trabajo se denomine: “Alternativa por México”. Los empresarios tienen una estrategia clara de agenda política y una táctica específica, la que incluye para impulsar su proyecto reclutar a mil 320 líderes. La organización promotora es la Confederación Patronal de la República Mexicana, la Coparmex y su presidente Gustavo de Hoyos. Los partidos y una clase política ya jubilada, incluyendo a los ex presidentes Fox y Calderón, coinciden en la necesidad de formar un frente amplio, lo que más distrae este movimiento es la elección de liderazgo y no la alternativa política frente a la cuarta transformación. Dan la impresión que su bandera es simplemente quítate tú para que me ponga yo. López Obrador, y creo que es un grave error, mantuvo en su informe lo que le sirvió en su campaña para ganar votos, en lo que llamaría Ortega y Gasset, su majestad: el odio. El que explotó en todas sus vertientes: rencor, rabia, indignación, resentimiento, despecho, furia. Mantuvo en su Informe su visión binaria de la realidad: son “ellos” y somos “nosotros”. El país dividido entre buenos y malos, entre policías y ladrones, morales e inmorales. Su intolerancia se ha reflejado en una oposición a la que ha reducido a un papel meramente testimonial, que no tiene ninguna trascendencia en las políticas públicas. Si López Obrador mantiene la cerrazón, la polarización y el desprecio a los partidos de oposición, abona el camino al poder a los dueños del dinero. El Presidente no parece darse cuenta para quién trabaja.