EL JICOTE
Personalmente lo que más me indigna es la subestimación que tiene el Presidente de la sociedad mexicana. Individualmente nos verá a los ciudadanos con la cara del tonto del pueblo, como opinión pública estará seguro que estamos hipnotizados, víctimas de un ataque masivo de amnesia. Prestos para dejarnos engatusar con todo lo que a él se le ocurra. Desde hace muchos años López Obrador fundamentó su discurso económico en el tema del crecimiento, En marzo de 2014 en un twitter escribió: “En enero la economía creció 0.8% es decir nada. EPN y Videgaray no saben cómo hacerlo. Perdón, pero con nosotros será distinto y mejor”. En campaña sostuvo la misma tesis, el 18 de marzo de 2018, luego de realizar una guardia en el Hemiciclo a Juárez, dijo. “Estamos haciendo nuestras proyecciones para lograr un crecimiento (del PIB), en promedio durante el sexenio, de 4% anual”. Como Presidente se mantuvo en su línea de poner como referencia el éxito de su economía en el crecimiento. En julio de este año, en una mañanera declaró: “Estamos muy contentos porque le economía mexicana está respondiendo
Esta es una muy buena noticia para el pueblo de México, pese al pronóstico de una recesión, la economía mexicana está respondiendo y experimenta un crecimiento de 0.1 por ciento con relación al mismo trimestre de 2018. (Queremos) que ya no tengamos solo 2% de crecimiento anual, como ha venido pasando en los últimos 30 años, sino que la economía pueda crecer al doble, cuando menos al 4% anual”. Luego vino la maroma en su informe, fustigó a quienes consideran la necesidad de evaluar los resultados de su administración en términos numéricos, a los que calificó de tecnócratas. No obstante, durante su gobierno ha impulsado los métodos cuantitativos para tomar decisiones importantes. Ejemplos: decidió por el aeropuerto de Santa Lucía, no por la opinión de los expertos y asociaciones de aeronáutica, sino por un encuesta, que fue no solamente patito sino probadamente cuchareada; para decidir sobre algún proyecto en determinadas comunidades ha llevado a cabo recuentos a mano alzada, donde se cuenta los que están en pro o en contra, sin escuchar a los expertos, menos aún a los empresarios embarcados en el proyecto; ha dicho que se juzgará a los ex presidentes si la gente vota por hacerlo; ha sugerido a su partido que decida su dirigencia por encuestas, que son números, porcentajes y, finalmente, ha conminado al Congreso para que apruebe a la brevedad una iniciativa que regule las consultas populares. ¿No son pruebas de su amor por las cantidades de votos y no por la calidad de los votantes? Arriba los números, salvo para medir el crecimiento, en el que ha fracasado. Una política y un discurso de López Obrador incongruente, socarrón y escapista, todo para impedir el cotejo con los compromisos que ha hecho. Lo peor de todo, considera que no nos damos cuenta de la maroma. Señor Presidente, con todo respeto, sea honesto, “pórtese bien”.