POSVERDAD
El presidente López Obrador se conmueve de la soledad, la dureza y la hostilidad de una cárcel inhumana que albergará a Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo” en el marco de la sentencia emitida la semana pasada en una Corte Federal de Nueva York, EEUU. Este gesto solo puede explicarse por dos vertientes, o el presidente ignora los agravios cometidos a la sociedad mexicana por el narcotraficante o bien, es una vulgar estrategia de popularidad y notoriedad.
López Obrador expresa su empatía al capo que abusaba sexualmente de mujeres de tan solo 13 años de edad por una tarifa de cinco mil dólares, según información publicada por el periodista Alan Feuer en el New York Times. Guzmán Loera aseguraba que las jóvenes eran “sus vitaminas” porque le daban “vida”. La fibra moral del presidente se pone a prueba con estas declaraciones. ¿acaso no estas declaraciones exhiben que las coordenadas sobre lo permitido y lo que no, se están llevando muy lejos?.
La empatía selectiva también se hace presente cuando durante su gira en San Luis Potosí, a las afueras de su hotel en Ciudad Valles, un grupo de personas lo acorraló para expresar diversas demandas, pero el mandatario aseguró que “eran provocadores”, que “alguien los había mandado”. Es decir, el presidente López Obrador emitió su veredicto y desestimó las protestas. Durante la verbena popular el pasado 1º de julio el presidente festejaba en una plancha del Zócalo capitalino, donde las voces discordantes parecían no existir. Un país celebraba de manera uniforme.
Un presidente al alcance de todos era una de las novedades de esta administración. Del aplauso y las fotos en aviones comerciales, el presidente disfruta del apapacho popular siempre y cuando sea para festejarlo y celebrar lo bien que va. El presidente selecciona, califica y emite verdades. Si Guzmán Loera no merece ese trato, así debemos entenderlo. Si el presidente dice que eran provocadores por encargo, que así sea. Si el presidente hace un llamado a seguir festejando la cuarta transformación, que así sea.
A poco más de siete meses en el gobierno, el desgaste se hace presente y las formas se empiezan a tornar diferentes. Si bien la popularidad del presidente es considerablemente alta, se muestra con la piel muy delgada ante situaciones que no controla del todo.