LA APUESTA DE ECALA
Luis Núñez Salinas
El enmascarado saltó sobre su auto estacionado, deslizándose por el toldo con destreza de felino, abrió la puerta de inmediato —con sentir su presencia el auto reaccionó y de manera automática se encendió el motor, acelerando como un corazón que palpita—.
El auto un convertible color plata, de forros rojos, llantas anchas y un pequeño parabrisas delantero que simplemente cortaba el aire, pero que, en realidad ¡le imprimía mayor celeridad! el volante de fina caoba y un centro de estrella, le hace lucir de elegancia única, los indicadores digitales le dan a confianza de marcarle que todo opera bajo las condiciones ideales.
¡Comenzó su carrera de manera ruidosa y acelerada! rechinando las llantas y levantando una nube de humo, con olor penetrante a caucho quemado, trató de seguirles el paso, a quienes había visto, habían hurtado el maletín, mismo que tenía la información valiosa de la misión.
¡El acelerador a fondo!
A esa velocidad, su capa es parte del auto, se mueve al ritmo del viento ¡son uno solo! es el emblema de nuestro héroe, lo admiran demasiado quienes le temen.
Se acercó prontamente al auto donde iban los rufianes, emparejándolos a gran velocidad, el viento levantaba polvo, el auto plateado le informa de manera digital las condiciones para lograr saltar al auto de los enemigos, por cálculos y video de gran calidad, le hace dar la instrucción de en que momento debe dar el salto.
Cuatro espías fuertes y sabedores de lo que hacen —de aspecto nefasto— se adentraban en la carretera a una velocidad no perceptible ¡en extremo peligrosa! el velocímetro del enmascarado marcaba más de 120 millas, el de los rufianes ¡más de 130!
Al emparejar —nuestro héroe— saltó de imprevisto al techo del auto e introdujo sus dedos en los espacios que había de entre los cristales de las ventanas abiertas, quedó por encima del toldo del auto que, a gran velocidad escuchó el golpe.
Los rufianes alzaron la vista hacia arriba
Equilibrándose con práctica —como si lo hubiera hecho ya varias veces— manteniéndose con fuerza, logró hacerse hacia la parte detrás del auto, a la vez —el auto color plata de nuestro héroe, de manera automática disminuyó la marcha, y desacelerando paró en seco— dejando que la peripecia continuara, en el otro bólido.
Al saltar al toldo del Dodge Challenger negro ¡ingresó por el medallón trasero! el cual había destrozado con su anillo de ondas sónicas, ahí mismo entró de manera rápida y fue recibido a punta de golpes.
¡En el pecho fue donde más golpes recibió!
El enmascarado tomó a uno por el cuello a quien estaba en los asientos de atrás —lo asfixiaba— con los pies juntos, empujó al otro contra el respaldo, mientras que evitaba que pasara aire a quien tenía con el candado, la velocidad no disminuía y se escuchaba el rugir del motor.
En otra maniobra al segundo lo empujó por el espacio que ocupaba el medallón, quedando el rufián colgado de una sola mano.
¡Arrastraba sus pies y trataba de incorporarse! cuando el enmascarado le soltó el golpe final… se soltó y cayó abruptamente!, lastimándose en demasía.
El auto rugía sin control, continúo forcejeando con el otro, ya no respiraba el apresado, así que fue fácil derribarlo de igual manera sacándolo por miso espacio ¡todo fue en segundos!
¡Siguió de inmediato con el copiloto! el chofer trataba de mantener la línea y el control de tan pesado auto, aunque zigzagueaba y ¡casi perdía el control!
Rugía el acelerado y castigado motor, pero la lucha continuaba.
¡Nuestro enmascarado golpeaba varias veces en el rostro al copiloto!, quien pareciera no le dolían, ni hacían mella en su físico las arremetidas, terminó por abrazarlo del cuello y aplicó la llave del candado, ¡abrió la puerta y lo despachó!… volcó de bruces por todo el pavimento.
¡El motor que se forzaba al máximo tronaba a su máxima exposición!
Cuando el enmascarado logró vencer al rufián, el piloto logró sacar su pistola un revólver calibre 34mm, y trato de disparar, de inmediato nuestro héroe le alzó las manos y le desvío el antebrazo, para que el tiro saliera por el techo del vehículo, que continuaba rugiendo por el poder de la aceleración.
¡El moreno seguía manejando con una sola mano! ambos se golpeaban.
¡Otra vuelta rápida y casi caen a una ladera de la carretera!, el auto comía kilómetros a una velocidad increíble, llevándose todo a su paso, inclusive autos que venían de frente daban el “volantazo” y tocaban la bocina… llenado de improperios a los del auto color negro.
La intención del enmascarado era quedarse con el auto, debido a que llevaban el portafolios secreto ¡pero era una hazaña imposible! debido a que ya estaba cansado y la fuerza exigida le había deteriorado.
¡Respiraban exhausto! sudaban en extremo… y por fin, logró golpear al piloto, un golpe directo al mentón ¡lo desmayó!
¡El auto salió disparado de la aceleración! debido a que el peso del desmayado cayó de pleno en el pie colocado en el acelerador.
Nuestro enmascarado localizó el portafolios, lo tomó, aprovechó para observar el acantilado miró y calculó el tiempo y la dirección que seguiría —si fuéramos a esa velocidad directo al punto… — ¡calculó… se colocó en la ventana del copiloto, se acercaba una curva a solo unos cuantos segundos.
Al verla tan cerca la curva… ¡nuestro héroe saltó hacia el vacío!
El Challenger, al alcanzar la orilla de la curva, salió disparado hacia el acantilado, debido a que la curva se había terminado, se deslizó y cayó a una gran velocidad, en lo que rompía todo a su paso y se inclinaba para su caída directa hasta el fondo, piezas del carro, del motor… cristales y crujidos… salían disparados por todas partes.
¡En su caída reaccionó el maleante que se había desmayado!… tarde… hizo dos vueltas de campana… ¡todo explotó en pedazos!
¡Se levantó un hongo de fuego y humo negro! que recordaba aquellos años de nuestro héroe, en sus días de primeras misiones, con la llegada de los espías que todo hacían explotar.
Observamos a lo lejos, una figura que va desplazándose a una gran velocidad, en un traje plateado aéreo, que era maniobrado con extrema destreza.
¡Es nuestro enmascarado! que una vez más, sale airoso de un enlace complicado… ¡que casi le costaba la vida!
Al manejar su traje aéreo — de sus brazos y cuerpo se extendieron unos alerones que le dan estabilidad y logra planear— localizó el punto de llegada, e hizo todas las maniobras para lograr caer de pie, enderezó el cuerpo — lo hizo con un gran esfuerzo— sudaba frío por lo peligroso de la maniobra ¡enfiló! dio en el blanco.
Se levanto rápidamente, tomando su Apple Watch —se despojó de su traje para no dejar evidencia, mismo que al caer hacia el suelo, se fue consumiendo en una llamarada azul, que solo dejó las cenizas y un ligero olor a químico— y llamó al comisionado.
—Aquí el enmascarado hablando al comisionado… ¡responda!
—Atención enmascarado ¡te escucho claro! –
—Tengo el maletín y los documentos del lugar en donde se colocará el siguiente explosivo.
—¡Afirmativo! nos veremos en el punto acordado-
Nuestro encapuchado atinó con su reloj de pulsera, llamó a su automóvil plateado, que a toda velocidad le dio rápido alcance, se subió de un salto.
Lo arrancó de manera ruidosa y acelerada, rechinando las llantas y levantando una nube de humo, con olor penetrante a caucho ¡el acelerador a fondo! pensaba.
«¿y si no es el lugar exacto?… ¿cuántas vidas podremos salvar si la información es la correcta?» Estuvo meditando… cuando de pronto:
Unos brazos delgados pero musculosos le tomaron por el cuello, le voltearon el rostro de manera rápida y con técnica… un crujido seco… ¡lo desmayaron!
Al volver en sí vio borrosa la silueta de un cuerpo refinado y voluptuoso, unos ojos verdes —bellos como una pantera— y distinguió a su enemiga de toda la vida:
¡Sangre Brasil!…
Continuará…