EL DUEÑO
En una plaza pública, el presidente López Obrador pregunta a la concurrencia si debe responder a las ofensas del señor Donald Trump. Y pide que levanten la mano los que digan que no. Y todos, a mano alzada, le sugieren que calle. Él, satisfecho, grita con voz destemplada: ‘ese es mi pueblo’. ¿Suyo? ¿Quién se dio? Además ni es pueblo. Es un conjunto de ciudadanos, que él, el ‘duce’, el conductor, degrada por partida doble al convertirlos en una masa amorfa de la que se apropia con ese odioso adjetivo posesivo, con ese ‘mi’ voraz con el que, también, ofrece en venta un avión que sólo está en arrendamiento, o reduce los presupuestos de salud y educación, o cancela programas asistenciales, o nombra a sus amigos para cargos que le garantizan lealtad absoluta pero no eficacia; ese ‘mi’ voluntarioso que ordena a sus colaboradores de gobernación, educación y hacienda “dejar sin efecto todas las medidas en las que se haya traducido la aplicación de la llamada reforma educativa”. Con un simple memorándum que atropella el orden constitucional, pues que dicha reforma está ya inscrita en la Ley Suprema.
Jamás habíase visto esa transgresión, apenas unos meses después de haber jurado “guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las Leyes que de ella emanen”. El tiempo dirá que si este líder, supuestamente pacificador tiene derecho a esa violencia. Una violencia que hace extensiva a sus adversarios en nombre del derecho de réplica, llamándolos ‘conservadores’, como si él fuese un ‘revolucionario’, sin que sepamos en qué consiste su Revolución. ¿O es solamente una fanfarronada? ¿Un abuso de poder que le concede una tarima en el recinto de Palacio Nacional desde donde puede denostar la crítica no solo impune sino peligrosamente? Pues que basta leer los mensajes de sus seguidores en las redes sociales para percibir cómo se han convertido en una jauría.
Está claro que no vivimos en tiempos de una democracia serena y creativa, sino de una tempestad que a todos nos mantiene en vilo. Podríamos decir que son años que vivimos en peligro. Peligro que representan las emociones desenfrenadas, de las que el tabasqueño es el primer responsable. Dueño de México entero.
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Sufragio efectivo, no reelección. Respeto a la división de poderes. Sí a la vida y a la libertad de expresión.