JUEGO PROFUNDO
Fútbol y villamelones
Cada temporada, cuando los equipos populares de nuestra liga MX (Chivas, America, Pumas y Cruz Azul), visitan el estadio de un equipo pequeño (tal como sucede con los Gallos Blancos y el estadio Corregidora), hay llenos absolutos y las gradas se convierten en un óleo lleno de los colores de esos equipos. Es obvio que no todos los asistentes con esas camisetas de los equipos populares vienen siguiendo a su equipo desde sus ciudades; no, la gran mayoría son simpatizantes de las mismas ciudades de los equipos pequeños que sienten empatía por esos equipos, ya sea por herencia o por moda. En esos partidos, los aficionados locales se disuelven, esconden la camiseta de casa y se enfundan la del equipo grande. En el estadio, la afición local se vuelve menos y el equipo visitante se siente como en casa.
Desde mi punto de vista, la falta de una historia solida y sobre todo, la falta de presencia constante en primera división de los equipos pequeños, es la que ha generado amor y empatía por equipos que no son de tu lugar de origen. Por ejemplo, aquí en Queretaro, la supuesta estabilidad de los Gallos Blancos es nueva para los que habitamos y seguimos el futbol desde hace años en esta ciudad. Todos los proyectos anteriores carecían de fundamentos económicos, administrativos, estructurales y deportivos para que se consolidaran dentro del corazón del aficionado. Sin ninguna seguridad de la permanencia del equipo en la máxima competición, el aficionado apoyaba con ciertas reservas, consciente de que podría ser un amor efímero , de esos que te rompen el corazón al irse de un día para otro, y a nadie le gusta que le rompan el corazón.
Los aficionados mas jóvenes de los Gallos Blancos, no entenderán totalmente esto, ya que para ellos, los últimos nueve o diez años son los que representan la historia del club. El pensar en refuerzos, en ciertas posibilidades de liguilla, patrocinadores y uniforme de una marca mundial, que ahora es tan común para ellos; para los que tenemos un poco mas de años, era un sueño casi imposible de alcanzar. Equipos tristes, parchados, con problemas económicos, que con frecuencia recibían marcadores humillantes y siempre con problemas de descenso, eran nuestra realidad. Con esos factores, no había mucha oportunidad de crear identidad en su afición, equipos variopintos con motes ridiculos que afortunadamente ya casi nadie recuerda han tenido su sede en el estadio La Corregidora: Cobras, TM Gallos Blancos, Halcones de Queretaro, etc, han representado todo lo pintorescamente incorrecto que puede llegar a ser nuestro futbol mexicano.
Con esto, no quiero decir que no haya aficionados fidedignos de los Gallos Blancos. No, claro que ahora existen esos aficionados de “hueso colorado” y son esos mismos los que se enfurecen y se quejan amargamente cuando el estadio presenta mayoría de aficionados contrarios en las gradas. Consideran que su forma de alentar es única, dividen y de manera peyorativa nos llaman “Villamelones”. Y lo escribo así: “nos”, ya que sin duda soy uno de ellos. Toda mi vida he sido aficionado y seguidor de las Chivas Rayadas de Guadalajara, es una pasión que se me ha transmitido por herencia. Mi viejo, sin ejercer alguna presión sobre mi, ha contagiado esos colores y a pesar de los resultados, no quiero, ni puedo cambiarlos. Y estoy seguro que así ha pasado con muchos de nosotros.
Conozco gente que ha cambiado su amor y apego por un equipo. En una etapa de sus vidas apoyan a un club y varios años después aman a otro. Dicen que cambiar de opinión es de sabios, pero en el futbol, para mi, esto es inconcebible. No encuentro una ocasión mejor para citar al escritor Eduardo Galeano cuando escribió: “En su vida, un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo de fútbol”. Cuanta razón tenia el uruguayo.
Con frecuencia asisto al estadio de mi ciudad, incluso tengo el bono para ver todos los partidos de la temporada. Cuando asisto, me encanta que salgan victoriosos los Gallos Blancos; siempre y cuando no sea contra mis Chivas. Es algo que no puedo cambiar y estoy seguro que esto lo sucede a todos los que queremos a equipos que no son de nuestra ciudad. También debemos mencionar que cuando el equipo que seguimos, pierde contra el de nuestra ciudad, las derrotas se sienten menos y sobre todo, me he dado cuenta que sin importar el resultado o el rival, uno termina agradeciendo un buen partido. Así de grande es el futbol.
¿Eso nos convierte en villamelones? Seguramente si y lo disfruto. Ante la estricta definición de aficionado, seguramente soy uno de los que la lleva de peor manera. Seguramente como hincha dejo mucho que desear, ya que como seguidor de las Chivas, no tengo la capacidad de despreciar a quien realiza algo bello con la pelota, incluso si es algún jugador del odiado equipo rival. Como aficionado de las Chivas ¿como podrías odiar el ímpetu y fiereza del Capitán Tena? ¿Como podrías odiar el toque de Antonio Carlos Santos? ¿Como podrías odiar la clase de Carlos Reynoso? ¿la contundencia de Cardozo o la elegancia de Gignac?. En mi caso, no puedo. Así de grande es el futbol.
Entonces entiendo, no solo debemos sentir amor por un club; debemos sentir amor por el futbol.
Cuando Galeano veía a los jugadores del equipo rival realizando jugadas hermosas, el ya no tenia mas remedio que admirarlos y hasta le daban ganas de aplaudirles. En uno de sus libros menciona:
“Han pasado los años, y a la larga he terminado por asumir mi identidad: yo no soy mas que un mendigo de buen futbol. Voy por el mundo sombrero en mano, y en los estadios suplico:
-Una linda jugadita, por amor de Dios.
Y cuando el buen futbol ocurre, agradezco el milagro sin que me importe un rábano cual es el club o el país que me lo ofrece”
Ante la cada vez mas complicada situación que vivimos y de la evidente división social de nuestro país, seamos como Galeano. Dejemos esa pasión mal encausada que nos ha traído mas cosas malas que buenas y permitamos que el futbol nos una y desvanezca al menos un poquito esa división que los “fifis y chairos” se han esforzado en crear.
Para complementar esta columna, cabe decir que el término “villamelón” tiene su origen en el siglo XVIII, en España. En esa época solían llamar “melones” a aquellos individuos que no eran muy capaces mentalmente. En suma, llamaban “melones” a los que se consideraba como tontos. De hecho, el diccionario de la Real Academia Española define “melón” no solo como el fruto, sino también como: Hombre torpe o necio. El tiempo pasó y la palabra evolucionó a “villamelón”, cuyo término aludía entonces al pueblo donde habitaban los “melones”:los tontos. De esta forma, cuando alguien realizaba alguna acción considerada como “tonta” Se les decia: “seguramente actúas así porque vienes de Villamelón”. En la tauromaquia fue donde se desarrolló el término “villamelón” como crítica a un aficionado de moda. Los amantes de la faena no soportaban que hubiera gente que sólo iba a la plaza a platicar o beber vino. Por ello, en diversas revistas taurinas se comenzó a afirmar que estas personas eran “Los aficionados de Villamelón”. A México, la palabra llegó a través de: La Sombra de Pepe Hillo, un periódico mexicano taurino que se publicaba en 1887, cuando en una de sus secciones publico un artículo dedicado a “Los Aficionados de Villamelón”. Hoy, Villamelón sigue siendo un pueblo imaginario, pero con más habitantes que nunca, ya que ahora ahí pueden vivir falsos aficionados al futbol, a los toros, al cine y hasta de la política.
Por ultimo, aprovechando el espacio, quiero invitarte a que me acompañes el próximo viernes 26 de abril a las 5:00 pm en la Plaza Constitución, en donde estaremos platicando acerca de mi libro de cuentos de balompié: “En mi mente sigo jugando futbol”, esto dentro del marco de la feria del libro de la ciudad. Me encantaría saludarte.