Víctima de una antigua enfermedad con la que luchó, el Maestro Emérito de la Facultad de Derecho y otros planteles universitarios, murió víctima de una antigua enfermedad contra la que luchó. Como docente es recordado por la mayoría de las generaciones de derecho de la Universidad Autónoma de Querétaro, como un maestro enérgico. Fue titular de la Notaría número 22 de Querétaro.
Aquí una semblanza del Maestro hecha por el cronista Dr. Andrés Garrido del Toral, colaborador de Plaza de Armas, publicada en el libro Personajes Queretanos, Tomo 2
Jorge García Ramírez
Maestro Emérito
El maestro nació en el tramo de Hidalgo No. 60 en la hermana República de Hércules, en 1940, le tocó nacer en su casa y con partera. Es el quinto de sus hermanos y el varón menor, llamado Raúl, abrazó la carrera militar -donde debió haber metido a estudiar a su inquieto e incasable primogénito Jorge García Quiroz.
Estudió tres años de secundaria y dos de bachillerato, plan que despareció allá por los años sesenta, de ahí sale el peine de por qué egresó a los veintiún años de la carrera de Derecho: porque había entrado de cinco años a primero de primaria.
Su primer empleo pagado fue supliendo a la apreciable señora Ana María Arias de Govea en el Ministerio Público, donde lo descubre el abogado y maestro José Arana Morán, para llevárselo a trabajar a su prestigiado despacho en la calle Ezequiel Montes. Desde siempre fue estudioso, se quedaba a leer en la biblioteca “Próspero C. Vega” de la UAQ, después de desayunar en el antiguo Mercado Escobedo.
Cuenta el maestro que además de lo complicado del regreso a Hércules justo al mediodía, lo era también el gasto económico y la falta de un transporte regular para la zona, ya que a veces pasaba un camión sin horarios definidos seriamente.
Sobre la conseja popular de que era muy pobre y que se venía caminando desde Hércules al antiguo edificio universitario de 16 de Septiembre, aclara que hay mucho de cierto en ello, pues no le convenía levantarse a las cinco de la mañana para tomar el autobús que dejaba a los obreros en la fábrica para el primer turno, que empezaba a las seis de la mañana; entonces prefería venirse caminando por la antigua carretera a Tampico –próximamente avenida de los Fundadores-, levantándose a las seis para llegar finalmente al diez para las siete a clases.
Sus maestros más inolvidables fueron en primer lugar don Antonio Pérez Alcocer, quien le dio teoría del derecho y filosofía del derecho; José Guadalupe Ramírez Álvarez quien le impartió teoría del Estado y derecho constitucional, de quien nunca se distanció y menos cuando aquél era rector; y García Ramírez, director de la entonces Escuela de Derecho. Recuerda también a Fernando Díaz Ramírez, junto con los ya mencionados, pero también le vienen a la mente José María Esquivel Pimentel, José Arana Morán, Fernández Riveroll, Ernesto Zepeda Vázquez y Alfonso Ballesteros Ríos, una verdadera pléyade docente.
Comenta que su afición al derecho laboral fue por dos motivos: que su señor padre fuera obrero toda su vida, y a veces líder obrero, y que desde 1957 trabajó con el maestro José Arana Morán, quien era junto con Díaz Ramírez de los pocos abogados laboristas en Querétaro.
Hoy ya tiene cincuenta y dos años dando clase y entre sus mejores alumnos recuerda a Mariano Palacios Alcocer, Francisco Guerra Malo, Arturo González de Cosío Frías, Nohemí Palacios Camacho y Liliana Alcocer Gamba.
Generosamente me contesta que nunca tuvo alumnos burros porque “por algo pasaron”. Siempre el maestro García Ramírez supo sacar lo bueno de cada alumno suyo.
De sus compañeros de generación recuerda como excelentes amigos a dos, que a la vez fueron posteriormente secretarios de gobierno en sexenios diferentes: Manuel Suárez Muñoz y Alejandro Maldonado Franco.
Le pregunto si es cierto que iba a ser secretario de gobierno al empezar el sexenio 1985-1991 y me contestó que no, que el ofrecimiento era el de secretario particular del licenciado Mariano Palacios Alcocer. Tres años después sería presidente del Tribunal Superior de Justicia, no sin antes mencionar que muy joven fue magistrado del tribunal local, en ese magnífico poder judicial que integraron, aparte del entrevistado, Pérez Alcocer, Agapito Pozo y Díaz Ramírez.
A su esposa Coquito Quiroz la conoció en 1962, en la Escuela Comercial de la maestra Benilde, en la calle Guerrero casi llegando a Pino Suárez, donde él dio clases y ella fue su alumna. Cuando ya no lo era, la volvió a ver en San Juan del Río y de ahí se decidió por el noviazgo con la jovencita de San Francisco del Rincón, Guanajuato. De sus afectos quiere por igual a su hijo e hijas y a sus tres nietecitos.
Así le digo hasta luego al hombre de pasado humilde, presente próspero y futuro halagador, que le ha arrancado a la vida porque nadie le ha regalado nada. Un inmortal de la cátedra jurídica, que lo mismo es respetado por sus maestros que aún viven, sus alumnos, sus clientes y todo el que lo conoce. Me despido del hombre íntegro, del que todo lo difícil lo hace fácil, el que nunca te deja sin un consejo de oro, el de la convicción magisterial, el que todavía a sesenta años de distancia atiende a sus viejos maestros cuando a éstos la vida les va cobrando factura. El aula de titulaciones de licenciatura de la Facultad de Derecho de la UAQ lleva su nombre y espero que pronto la Academia de Derecho Social lo lleve también.
Andrés Garrido del Toral
Personajes Queretanos Tomo 2