ANTORCHA CAMPESINA
Más de lo mismo
Hay quienes afirman que el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, cuenta con el 73 por ciento de aprobación de los mexicanos y otros le dan un porcentaje mayor, sin embargo, es notorio ya que parte de la población, muchos de los cuáles votaron a su favor, manifiesta cierto enfado de escuchar siempre lo mismo, malas decisiones, pretextos y justificaciones de los errores etcétera. Menciono aquí sólo algunas por razones de espacio, tratando de ser lo más objetivo posible.
A escasos dos meses y medio de su toma de posesión y del compromiso hecho por él y su gabinete de “no robar, no mentir, no traicionar”, de su discurso contra la corrupción y la impunidad, de su promesa de crear de un auténtico Estado de derecho, señalar que a nadie le estaría permitido violar la constitución o las leyes y de la cancelación de los fueros y privilegios, todo se vino abajo, en picada. Por ejemplo, la Secretaria de Gobernación Federal, Olga Sánchez Cordero en su declaración patrimonial no incluyó la propiedad de su departamento de 270 metros cuadrados, ubicado en el piso 22 de la torre Park Square, una de las zonas más exclusivas de Houston, en los Estados Unidos y en lugar de reconocer su error, arremetió contra el periódico que hizo la denuncia. Eso es corrupción e impunidad.
El titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), Javier Jiménez Espriú, omitió en su declaración de bienes una propiedad en Houston, Texas, de 158 metros cuadrados, con un valor aproximado de 6.6 millones de pesos, adquirido a través de la empresa Houston Relais Estate Inc., compañía que fundó el mismo Jiménez Espriú en 2016, o sea creó una empresa fantasma en Estados Unidos para pagar menos impuestos y aparecer como honrado en el actual gobierno. Esto es corrupción e impunidad.
De acuerdo con el Programa Anual de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios de 2019, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público a cargo Carlos Urzúa entregará 8 de cada 10 contratos, el 82 por ciento del total, de manera directa, sin licitar. Serán más de 2 mil 500 contratos para bienes y servicios por un valor de mil 110 millones de pesos, que van desde escobas, jergas, cortinas, macetas y viáticos para la oficina del secretario, hasta licencias de software y sistemas de seguridad informática para la dependencia. Entre las compras más costosas está la de contratar el servicio de computo de escritorio para la Dirección General de Tecnologías y Seguridad de la información por un total de 155.6 millones de pesos, hospedaje e infraestructura tecnológica de alta disponibilidad con un costo de 139.2 millones de pesos, etcétera. Esto también es corrupción e impunidad.
Y como según López Obrador los más de 4 mil millones de pesos destinados al financiamiento del exitoso programa de estancias infantiles en apoyo a madres trabajadoras, que abarca a un total de 2 mil 300 y benefician a más de 322 mil niños no llegaban completos a su destinatarios, con el trillado argumento de los moches de las administradoras, en lugar de corregir, decidió eliminar el programa, echando al cesto de la basura todas las instalaciones para “darle trabajo a los abuelos”. Pero el fondo sin duda es el de reducir el gasto a la mitad (2 mil millones de pesos), y por supuesto, comprar conciencias, que es su especialidad. Esto se llama corrupción e impunidad.
En lugar de diseñar un plan para evitar el robo de combustibles, el gobierno morenista cerró los ductos y compró 671 pipas por un total de 92 millones de dólares en una adquisición directa, sin licitación, como parte del plan para atender la distribución de gasolinas y evitar el desabasto, lo mismo hizo con la distribución de las llamadas “Tarjetas del Bienestar” (aquí no había prisa como argumentan en el caso de las pipas), que están a cargo de Banco Azteca y lo mismo hicieron al nombrar al frente del Conacyt y la Conade a personas sin el perfil pero amigas del Presidente de la República, y esto también es corrupción y es
impunidad.
Que nos confundan, los políticos que hoy gobiernan, son los mismos señoritingos y camajanes de siempre, con otra máscara y otro discurso, “¡la misma gata, nomás que revolcada!”