DESDE LOS BALCONES
Apuntes sobre el capital petrolero
A las comunidades que ven quemados a sus hijos en medio de la brutal rebatinga por el huachicol.
El petróleo mexicano, como recurso natural, incursiona en el mercado mundial, primero, y luego en lo nacional, como parte de una renta minera de la tierra y no como producto del capital al que hay que pagarle sus costos de producción: esto es el valor del capital invertido en medios de producción, comprendiendo ésta desde la exploración de los fundos marinos, perforación y extracción del energético fósil, tanto como su almacenamiento y transportación distinta, la que va variando y complicándose, volviéndose cada vez más costosa, según las necesidades del mercado, volumen y cercanía, medios de transporte a utilizar.
Lázaro Cárdenas del Río, rescata yacimientos e instalaciones, éstas últimas que hubieron de pagarse como deuda de un capital fijo invertido por las compañías extranjeras desde su llegada al país; y como si este capital no hubiera circulado confundido con el valor del producto mismo para el cual invirtieron dichas empresas extranjeras. Hubo que pagarle y se les pagó, independiente del valor ganancia que se incrementara con los enormes yacimientos de principios del siglo XX, de las proverbiales explotaciones del “Juan Casiano”, “Potreo del Llano” y “Cerro Azul” en “El Ebano”, otro portento natural mexicano de aquel tiempo, abuelos del gigantesco e inigualable productor del Golfo de Campeche, el hoy agonizante “Cantarell”.
Pemex alcanzó la madurez de una industria nacional compacta, orientada casi toda su producción al consumo interno y a la industrialización del país.
Entre su capital productivo y su capital comercial, éste último expresión ficticia de aquel, no surgió mayor antagonismo, hasta que los volúmenes de venta en el mercado alcanzaron tal dimensión, especialmente el valor exportado que, de pronto, o poco a poco, el dinero ficticio comercial distribuidor instalado alcanzara dimensiones accionarias financieras sino superiores al de su núcleo productor Pemex, previamente fraccionado en diversas expresiones, como una forma de quitarle peso específico en la apropiación de los beneficios del total del valor producto petróleo.
Pemex no enfrentó mayores contradicciones en la distribución de la cuota ganancia media, entre el capital productivo propio y el capital comercial adventicio, subsidiario del primero.
Aquí cabe hacer una primera distinción. Pemex es el único propietario directo del capital productivo, englobando en él al capital crédito ya sea accionario bonos o capital bancario, según sea el caso, se paga un interés, más el monto del capital prestado en los plazos determinados.
El capital del transportador del producto, se suma a los costos de producción, incluyendo en él el valor de los medios y, como tal participa en el reparto de la ganancia hasta por la parte alícuota que le corresponde; no produce producto petróleo, sino que ayuda a su realización en el mercado.
En el caso de la gasolina, Pemex vende a sus concesionarios la misma y estos cobran al consumidor recargando su precio y reteniendo para el Estado el impuesto correspondiente.
Los Oleoductos de los carburantes eliminan todo este intermediarismo, además de hacer circular enormes masas de millones barriles, cosa que no acontece de igual manera con el transporte carretero.
Esta es una de las primeras y grandes contradicciones entre la transportación por oleoducto de los carburantes, por carretera o por ferrocarril, a más de su rapidez y volúmenes absoluto mayores en uno mi otro caso.
La inversión en ductos es mayúscula, frente a la inversión del transporte carretero; sólo que en ductos la capitaliza Pemex, y la que se hace por otros medios la capitalizan los particulares.
Transporte carretero y gasolineras son fragmentos del capital productivo, pero en manos de particulares, mismos que, agrupados, han adquirido un poder logístico que utilizan en favor de su capitalización al alza. Al grado de condicionar la propia valorización del capital productivo de Pemex, al que merman y menoscaban de manera parasitaria.
¿Qué significa sacar de la operación a equis o zeta ductos de Pemex en el espacio y en el tiempo? Depende del volumen de millones de barriles hora día que dejen de operar; eso significa suplir ductos por 12 mil carros tanques, con un capital rodante que merma la ganancia del petróleo y recarga los precios, entre otras cuestiones.
¿Por eso se sabotea y se atenta contra los ductos, no sólo para robarles sin paga el producto y de esta forma dañar la industria?
Es aquí donde empieza la otra parte del planteamiento del problema y donde cualquier casuística delictiva económica se pierde en el enredo de mil intereses parasitarios que medran alrededor de lo que queda de Pemex. Piénsese en el dinero que se reparten los pulpos del transporte, los que con sólo dañar un ducto llenan centenas y millares de pipas tanque de manera gratuita y luego revenden