SERENDIPIA
La cuesta arriba de López Obrador
Provocar un caos (estado amorfo e indefinido anterior a la ordenación del cosmos, de acuerdo con la Real Academia Española), que sacuda las estructuras de poder, es la única forma de provocar grandes transformaciones.
Éste podría ser, en síntesis y simplificado, el pensamiento expuesto por Andrés Manuel López Obrador a lo largo de una prolongada carrera política.
La frase puede ofrecer matices retóricos, pero en general se ajusta en el historial de las acciones radicales emprendidas desde hace más de un cuarto de siglo por el hoy Presidente de la República.
En el umbral de estas actividades que estuvieron a nada de ser consideradas subversivas debemos citar desde luego las dos más célebres en la historia política de AMLO: la toma de los pozos de Petróleos Mexicanos en protesta por el fraude que denunció en las elecciones de Tabasco en 1994 y el cierre de Paseo de la Reforma en repudio a las elecciones presidenciales de 2006, en las que Calderón ascendió a la presidencia y AMLO se declaró presidente legítimo. La principal avenida de la capital permaneció cerrada al tránsito de vehículos durante siete meses. Los negocios denunciaron pérdidas acumuladas por más de 7 mil millones de pesos y más de tres mil personas perdieron sus empleos.
Ayer por lo menos cuatro encuestas confirmaron el último perogrullo de la política mexicana: para fines prácticos, López Obrador tomó decisiones desde un día después del 1 de julio, cuando comenzó a provocar un caos sobre el orden preestablecido en los últimos gobiernos.
Desde un día después de la elección, López Obrador sacudió las viejas estructuras del sistema de manera violenta para los estándares de sus antecesores.
Se enfrentó al Poder Judicial hasta obligar a ministros y jueces a reducir sus salarios un 25 por ciento; ventiló los excesos de los rectores y de las universidades; ordenó bajar el salario de la alta burocracia, y hace unos días, emprendió una batalla riesgosa al hacer frente al robo de combustible en el país.
Las encuestas publicadas ubican el respaldo al combate contra el huachicol entre 62 y 89 por ciento y revelan que la aceptación del Presidente aumentó conforme escalaron las acciones radicales hasta llegar al punto climático de la guerra contra el hurto de gasolinas.
Una estadística destaca entre todas: durante el periodo de desabasto, la aceptación de AMLO se disparó de 70 a 76 por ciento.
El resultado de estos sondeos públicos confirma que la mayor parte de los ciudadanos espera un cambio drástico y acciones radicales. La mayoría también espera que sean castigados los “huachicoleros”, los de arriba y los de abajo.
Otro dato significativo es que seis de cada 10 personas considera que la gente debe confiar y tener paciencia, aunque lleve tiempo provocar las transformaciones necesarias. AMLO sigue leyendo correctamente el ánimo y los deseos de la mayoría. Su cuesta arriba será que los deseos y las decisiones resulten en grandes transformaciones.