EL CRISTALAZO
Las pipas de la paz
Una vez sembrado con magia y habilidad el argumento de un combate justiciero y moralizante por el cual vale la pena sufrir cualquier carencia temporal, el gobierno se apresta a soltar soluciones efímeras, parciales y urgentes por aquí y por allá, mientras el pueblo se siente digno de pagar con sangre, sudor, lágrimas y filas, tan heroica gesta.
Lo mismo despliega células militares a lo largo del saboteado ducto Tuxpan-Azcapotzalco, como ordena la compra de 500 pipas para descongestionar el cuello de botella del puerto veracruzano frente al cual los barcos tanque esperan pacientes el día del ducto funcional.
Mientras las pipas permiten un costoso sistema de reparto, porque ya se sabe cuántas veces más caro es llevar por tierra el combustible, en lugar de usar las tuberías especiales para conducir flujos diversos con alta presión y gran velocidad.
Pero ya se sabe, una tonelada de combustible por kilómetro cuesta (dice COFECE), 1 peso 8 centavos por auto tanque por tierra; 48 centavos por carro tanque en ferrocarril; 15 céntimos por buque tanque por agua y 8 centavos a través del ducto subterráneo.
Ovinamente si a la baratura del ducto se le gravan los costos de una ordeña sistemática, cuyo monto –nos ha dicho la contabilidad oficial—sobrepasa los 65 mil millones de pesos anuales, sale tan caro –o más–, el caldo como la albóndiga, pero eso no significa el fin del hurto ni la muerte del huachicol, porque también las pipas pueden ser asaltadas como sucede con los trenes llenos de granos, u otras mercancías.
Simplemente ayer las noticias nos advertían como en las agrestes tierras jaliscienses, un tráiler cargado con 62 toneladas de combustible, cuyo destino era Zacatecas, fue asaltado en el kilómetro 23 del camino a Tepatitlán, en el municipio de Zapotlanejo.
Como es costumbre de la autoridad, la culpa del robo es del dueño del transporte porque no avisó de su ruta ni informó de sus movimientos, con lo cual se alejó del “protocolo (hoy todo es un protocolo) de seguridad.
Si este peregrino argumento para justificar la ineptitud en la prevención del delito en los caminos valiera una gota de crudo, bien habríamos de preguntar por qué los asaltantes sí conocían ruta y horario. Alguien dirá, porque están coludidos con los huachicoleros carreteros, lo cual suena lógico, pero no está probado.
Mientras el señor Héctor Álvarez Contreras, Presidente Municipal de Zapotlanejo, hace un buen movimiento de “bending”, como los boxeadores y se quita el golpe:
“Sí hubo el robo de una pipa de combustible con 60 mil litros sobre la carretera federal Guadalajara-León- México, que es terreno federal y que es obligación de la Policía Federal, vigilar
Por esa carretera circulan 15 mil vehículos cargueros cada día y por eso el gobierno de Jalisco les ofrece a los de la Cámara del Autotransporte de Carga (Canacar) y a PEMEX, toda la ayuda para proteger el paso de los transportes por sus caminos, a sabiendas no tener capacidad para cumplir tan constructiva promesa.
Pero si esa enorme pipa fue asaltada, lo mismo podría ocurrir con muchas de las adquiridas por el gobierno en su afán de no usar los ductos vulnerados o al menos vulnerables, porque entre las ordeñas y los sabotajes ya es cuento de no acabar, y mientras averiguamos quien se cansa primero, si el ganso o el caco, las cosas van para largo, muy largo, dígase como se quiera decir en cualquier otro
sentido.
Hoy las respuestas, como ha venido ocurriendo desde hace mucho tiempo, sin diferencia de colores partidarios o ideologías o estrategias, pasan todas por los soldados.
Soldados para la guardia, soldados para el aeropuerto, militares para fraccionar terrenos en Santa Fe, uniformados con verde olivo para cuidar carreteras y ductos y refinerías.
Las 500 pipas son apenas el diez por ciento de las circulantes ahora mismo, y no será con esa cantidad como se sustituyan los flujos distribuidos a lo largo de una gigantesca red de 17 mil kilómetros de tuberías cuyo sistema venoso alimenta el país de sur a norte y de este a
oeste.
Mover todos los combustibles por tierra, en un país sin ferrocarriles y con carreteras inseguras y congestionadas, es simplemente
imposible.
CESAR AUGUSTO
Cuando no se le concedía razón ante sus advertencias del declive del PRI, César Augusto Santiago, era vehemente en su enojo. “César Disgusto”, le decían sus detractores.
Hoy deja el partido tras una militancia de medio siglo, con una renuncia sencilla pero contundente:
“¡Suficiente!”