DESDE LOS BALCONES
La comedia política representada
El genio inigualable de Diderot, de que tanto nos habló de representaciones y de obras, las que siendo las mismas, en cada representación cambian de tono e intensidad, y tienen significaciones distintas en cada momento y en latitudes diversas, según tengan lugar en Inglaterra o en Francia, al igual que entre una primera representación y otra. Nunca se repetirá la misma actuación, aunque tenga los mismos puntos y comas.
¿Y qué de semejanza tiene el Teatro con la política? Todo y nada.
¿Y qué cosa son los actores políticos, frente a su actuar político cada vez y en distintos escenarios y tiempos? Eso, hay actores buenos y malos, actuaciones bien simuladas. Otras no tanto, pero aunque algunas rayaran en la excelencia, un político mexicano, nunca se asemejará a un político francés y las escenas en un ambiente u otro, son tan disímbolas, que cada Presidente Mexicano resultaría ser un buen representante de su tiempo y sus circunstancias, según se atenga a la fría reflexión política de la tarea que le toca representar.
Todo esto hay que decirlo a propósito de tantos preceptores políticos que, como autores, llamémosles analistas, le han salido y pretenden señalarle a Andrés Manuel López Obrador, cartabones y pautas de actuación y de comportamientos políticos que, a otros actores de la política nuestra nunca les señalan.
No hay apariencias de algo que no es. Las instituciones republicanas son apariencias institucionalizadas de las distintas formas que cada burguesía nacional adopta frente a sí misma y frente al capitalismo mundial.
Los gobernadores de los Estados de la Federación, como partes de la escena política, algunos, no todos, suelen pretender adoptar posiciones particulares, le llaman soberanía, sin reparar en que, proponiéndoselo o no, nunca podrán transformar por ellos mismos, aisladamente, atenidos a sus peculiares condiciones de desarrollo, la obra colosal que demanda el país, su estructura, sus finanzas, su economía y su historia, mismas que no discurren por el estrecho cauce de cada uno de ellos, sino por todo el torrente sanguíneo del organismo estatal y fuera del mismo.
¿Lucha de clases? La hay y la habrá hasta ahora y después. Pero es asunto de las clases que producen directamente y de quienes se apropian de lo que pueden y también de lo que quieren.
Andrés Manuel López Obrador, el Presidente electo de México, se propone eliminar la corrupción y la desigualdad, especialmente la que se deriva de los cargos y las cargas públicas. ¿Cuántos de ello logrará dentro de la contradictoria realidad de las fuerzas políticas y económicas que le señalan y constriñen a comportamientos a tono con uno y otro interés social de las clases? Este es el problema esencial al que se enfrenta y al que se han enfrentado los distintos regímenes presidenciales nuestros.
Hoy le toca al tabasqueño representar y hacer la tarea política que se ha propuesto y que le han puesto las masas populares del país y sus necesidades; si nos atenemos a qué tanto se corresponde lo anterior con la fuerzas productivas y el imperativo que le señalan las paradojas negras y encontradas del sistema mundial dominante.
¿Que si la consulta popular no empata con los intereses privados locales y externos? Esto no lo inventó la política, es parte del escenario de la misma, forma y contenido son un mismo desafío, nos guste o no; por ahí se caminará a trancos y a tropezones, eso ni dudarlo. Entiéndalo quien lo entienda: El Teatro y la política son asuntos de comprensión, más que de sensibilidad, y los tiempos y las condiciones también cuentan en esto, casi siempre y de modo determinante. Veámoslo sino en Querétaro, por ejemplo.