MITOS Y MENTADAS
¿Reducir el ingreso o el gasto público?
La reducción del gasto público es uno de los objetivos más complejos en los que planea incursionar la nueva administración. Si bien la decisión de producir recortes porque el gasto puede ser excesivo es aceptable, operar esos recortes sin distingos puede producir más daños que beneficios.
En mi carrera profesional he visto llegar a la función pública a personas que desconocían factores básicos de la operación del Estado—o de una empresa—como la existencia de centros de gastos y centros de ingresos. Los centros de gastos son aquellos en donde los egresos son mayores que los ingresos. Entre esos centros están, por ejemplo, la asistencia social, o las Secretarias de Estado. Los centros de ingresos son organizaciones que, incluso cuando tienen gastos importantes, producen recursos para el Estado. En ellas entran, por ejemplo, instituciones tales como la Lotería Nacional, o la banca de desarrollo.
Muchas personas suelen desconocer esa distinción y, al implementar recortes en general, pueden dañar organizaciones que producen más de lo que gastan. Por eso es sensato elegir con cuidado qué, cómo y cuándo se instrumenta un recorte.
Déjenme poner un ejemplo para dejar clara la importancia de la distinción entre ambos tipos de centros. Supongamos que tenemos una empresa que produce mesas de madera. La empresa vende sus mesas a mil pesos. La madera para fabricar cada mesa cuesta 600 pesos (costo fijo). Los demás gastos, incluyendo la mano de obra suman otros 150 pesos por mesa. Le empresa genera una utilidad de 250 pesos por mesa vendida. Ahora pongamos que esa empresa, que vende 5 mil mesas, se ve obligada a practicar recortes. Una solución común es que despida personal: el personal que tiene es calificado, de modo que si lo recorta indiscriminadamente puede verse en problemas para producir y, por ende, venderá menos mesas, perdiendo ingresos muy por encima de la reducción de gastos.
Ahora supongamos que decide comprar menos madera y recortar menos personal. Esto es, por ajustar gasto, se daña un centro de ingresos. El gobierno y las agencias fiscalizadoras solo contabilizan los gastos.
Un centro de ingresos del Estado con elevado gasto es, por ejemplo, la Lotería Nacional donde laboré. En ella 85 centavos de cada peso vendido eran costos fijos (65 centavos pago en premios, 10 en comisiones a agencias y billeteros y otro 10 en fondos para la asistencia pública). Si a la Lotería la obligaran a ajustar el 25 por ciento del gasto, aun despidiendo a todo el personal, no se lograría el ahorro. La única opción por la composición de sus costos sería vender menos series y, por ende, tener menos ingresos. Todos saldríamos perdiendo.
Veamos el ejemplo de Nacional Financiera, que presta con base al apalancamiento, como todo banco. Esto quiere decir que requiere colocación de bonos en el mercado para poder otorgar préstamos. Es allí en donde se genera el “gasto” más importante de la institución y que sobrepasa por mucho el costo en nómina. Al fijar un techo de endeudamiento para NAFIN, en la práctica, significa que tendrá menos capacidad para otorgar créditos a las pymes. Uno puede decir: felicitaciones, se redujo en forma importante el gasto público. Sin embargo, se redujo también el crédito otorgado y las utilidades que van al erario vía aprovechamientos.
La reducción de gasto en las instituciones debe valorarse en función del propósito que persiguen dichas instituciones y de la composición y justificación de los gastos, pues muchas veces recortar no necesariamente significa optimizar.