SERENDIPIA
Los ojos de AMLO
Algunas decisiones anunciadas por Andrés Manuel López Obrador han sido calificadas como golpes de autoritarismo. En esa categoría, si bien existen antecedentes que se remontan a su gobierno en la Ciudad de México, se sitúa la designación de los 32 coordinadores que se encargarán de repartir el pastel de los recursos federales.
Cada uno de los coordinadores estatales tendrá un poder casi absoluto. Sólo le rendirán cuentas al futuro presidente de la República y en los hechos tendrán más fuerza e influencia que los gobernadores: el poder que otorga llevar la mano en la distribución del Presupuesto.
En días pasados ha sido cuestionada la legalidad de la estrategia de depositar en un solo hombre o en una sola mujer las decisiones que antes concentraban en un estado los delegados nombrados por cada secretaría. Pero la figura de los coordinadores estatales por cuya decisión pasará la distribución del presupuesto federal, tiene todo el sello de López Obrador. Una estrategia muy similar fue puesta en marcha por él cuando era jefe de Gobierno de la CDMX.
El nombramiento de los coordinadores reúne algunas de las características y las obsesiones de López Obrador, y si pudiera señalarse un modelo de origen, tendrían que ser citadas las coordinaciones que el ex jefe de Gobierno capitalino creó en la Ciudad de México en el año 2000.
Las obsesiones o los prejuicios de López Obrador tienen que ver desde luego con dos asuntos cruciales: la traición –evitarlas en lo posible– y la confianza que el líder o el dirigente, como le llaman en Morena, deposita en las personas que considera incorruptibles.
El modelo de las coordinaciones estatales funcionará de manera muy semejante a las que tuvieron vigencia en la Ciudad de México. Eran 70 y tenían una característica única: todos los puestos estaban ocupados por mujeres.
¿Por qué? El propio López Obrador lo explicó: “Son más honestas y no se dejan maicear”.
Las coordinaciones de la Ciudad de México estaban a cargo de las mujeres a las que López Obrador llamaba “las doñas” o “las comandantas”. En ellas confluían policías y ciudadanos que denunciaban y discutían estrategias para combatir el crimen en los barrios y las colonias.
La importancia de las coordinaciones era más profunda. Las “Comandantas” eran las encargadas de recabar y concentrar información de todo lo que sucedía en cada región, y lo reportaban de manera directa a López Obrador, que se reunía con ellas de manera cotidiana.
Las coordinaciones estatales anunciadas por el virtual Presidente tendrán una misión muy parecida. Cada una de las mujeres y los hombres designados tendrán como tarea capital rendir cuentas a López Obrador de todo lo que suceda en sus estados. Serán sus ojos y sus oídos en cada región. Los gobernadores tendrán marcaje personal de los enviados de Andrés Manuel. Y por el poder que concentrarán, desde ahora algunos podrían ser los relevos naturales en varios palacios de gobierno.