SERENDIPIA
Entender la derrota
El triunfo de Andrés Manuel López Obrador ha creado una conmoción general. En medio del aturdimiento colectivo comienzan a circular datos útiles para revisar la derrota histórica del PRI y del PAN y el desmoronamiento de la alianza que les permitió alternarse el poder en los últimos treinta años.
Los priístas tienen una tarea extraordinaria. Es la primera vez que pierden la presidencia aplastados por una votación superior a la mitad de los votantes. Es también la elección que más los ha castigado en ocho décadas: el PRI solo recibió el voto de 15 por ciento de los electores.
Lo más difícil para el partido del presidente Peña será lograr un ejercicio crítico sobre las razones de la hecatombe, un objetivo que se vislumbra harto complicado en vista de que en el priísmo no existe una cultura crítica ni de rendición de cuentas.
La peor solución para el priísmo sería equivocarse otra vez. Volver a subestimar a López Obrador o reducirlo a un análisis simplista parecido al que hizo Meade respecto a sus posibilidades de ganar la presidencia ante AMLO.
La narrativa sobre Venezuela o la descalificación total sobre López Obrador no ayudarán en nada al priísmo a encontrar un equilibrio razonado para revivir tras esta derrota aplastante.
Si el priísmo no desea morir y tiene la aspiración legítima de jugar un papel digno de oposición, debe comenzar a leer y descifrar a López Obrador y su gobierno apartado del mito –una fusión de mentiras y medias verdades sobre AMLO– que ellos mismos alimentaron y que les impidieron anticipar la explosión del obradorismo.
No será fácil. El PRI podría tener el menor número de diputados de su historia. Cualitativamente, el reparto de candidaturas bajo presiones o compromisos políticos en la campaña del PRI podría dejar esta tarea titánica en un pequeño grupo de legisladores preparados para entender, analizar y debatir las principales líneas de acción del gobierno obradorista.
Pero antes de que eso suceda, el PRI tiene enfrente la mayor cuesta arriba en su historia: comprender y reconocer las causas de la derrota, una revisión también complicada porque en el priísmo no parece haber voluntad para asumir responsabilidades aún después de la victoria aplastante de López Obrador.
No se trata solo de los errores internos de la campaña de Meade sino de la ausencia de un reconocimiento de las malas decisiones de gobierno y de la corrupción y la impunidad como factores determinantes de la peor derrota en la historia del PRI.
La dirigencia a cargo de guiar al partido tras el desastre no debería tener otra opción más que plantearse una revisión autocrítica de la derrota. De los excesos y los abusos en el poder. Del gasolinazo y la peor generación de gobernadores en la historia del PRI.
Para los priístas debería ser esencial entender lo que no entendieron en el gobierno y la campaña. De eso dependerán sus posibilidades de sobrevivir.