EL CRISTALAZO
El bautizo de la utopia nonata
Hace doce años, por este mismo terreno en el amplio espacio al aire libre del Instituto Nacional Electoral (entonces Federal), entre la “Macrosala de Prensa” (un pabellón como de agencia espacial, enorme, blanco, habitado por los miles y millones de señales informativas de aquí a todos los rincones de México y del mundo, como dicen los modestos) y los edificios administrativos; su auditorio, sus oficinas, la sala del Consejo General y la biblioteca, corrían de un lado para el otro, aturdidos, los antiguos consejeros cuya gestión se tiñó con los colores de la sospecha por un fraude jamás probado, pero con alto y prolongado rendimiento aprovechado por la paciencia y la obra, cuya culminación llegó con el triunfo de anoche.
Hoy todo es muy diferente. Y diferente no es sinónimo de perfecto.
Aquella tarde parda y abigarrada, el Consejero Virgilio Andrade, quien mucho tiempo después emitiría los perdones de una Contraloría descontrolada, tomó de un brazo al reportero y con una frase infeliz, desorbitado y sudoroso, describió el desastre por venir:
–“Ya se armó el desmadre: no va a haber resultados esta noche”.
Pero como no todas las noches son pardas con lomo de gato o borregos de lluvia, en esta hubo claridad y precisión. Quien lo diría, esto lo comentamos por la tarde de ayer, en el mismo lugar, Luis Carlos Ugalde, el presidente consejero de entonces, y este reportero.
Finalmente ayer, cerca de la hora prometida, con el nerviosismo del importante momento, seguro y preparado hasta el cansancio de corbata morada; estadística, matemática y sociología, con los gajos de la epopeya entre los dedos, Lorenzo Córdova, Consejero Presidente del Instituto Nacional Electoral nos dijo en la orilla de la medianoche, cómo el carruaje no se había convertido en calabaza.
La avidez democrática por el resultado electoral, podía satisfacerse en principio y luego esperar, con el triunfo de la urna, con el asomo del futuro recién parido, con el indicio de los resultados de rápido conteo y los inicios de un programa preliminar seguro, blindado y confiable en medio de una jornada incomprensiblemente serena y tranquila, ordenada y segura, a pesar de haberse instalado las casillas sobre los silencios y el minutero de casi 150 asesinados en el proceso.
Pero alguien no necesitó más tiempo ni mayores datos para enfrentar la realidad.
Por la enorme sala retumbaba la palabra a veces entrecortada de José Antonio Meade quien digno y formal reconocía la victoria de Andrés Manuel y le deseaba, por México, éxito en su gestión.
No hubo calabazas, ni trenes descarrilados.
Tampoco muertos, ni incendio, ni rapiña de urnas. La sangre no llegó al río ni siquiera en Chiapas, Veracruz o Oaxaca.
El avión siguió en el aire, la saeta cruzó el cielo y se hundió en la noche coagulada; el balón llegó a las redes. “El Bronco” y Ricardo Anaya, minutos después, salieron a tragar el sapo.
El Instituto Electoral, poco después de la madura y certera actitud de Meade, dijo lo necesario y quién se perfilaba a la ganancia con certeza de preciso vuelo, y la patria soltó la cuerda del arco de su temor impaciente y todos comenzamos a ver el viaje de una flecha en el trazo seguro de nuestro destino, montados sin clemencia en esta frase de Arthur Koestler:
“…la época en que me crié, fue una época de desilusiones y de nostalgias…”
Y será el atavismo, pero todo esto, ahora transmitido por el Consejero Presidente, con educada palabra, no me mueve a la desdicha, ni siquiera a la nostalgia y su olor de madrugada con la piel de la lluvia.
Realmente el porvenir se parece a un sembradío en cuyos surcos invisibles se derraman las semillas del escepticismo.
Es quizá el bautizo de una utopía nunca parida.
Pero así es y México se acostumbrará a una nueva realidad, a nuevos ritos y a novedosos mitos de opaco estreno. Una liturgia poco distinta nos espera, otros modos, otras actitudes y distintos amaneceres para darles cabida a los votos convertidos en capacidad de mandar.
–Ahora si, ahora si ya se acabó, me dijo firme y eufórico un cercano, muy cercano de Andrés Manuel. En su voz había sonoridades de reposo por las mil y un fatigas, pero también un asomo de revancha, de intención de estrujar hasta el último miligramo la cáscara de una oportunidad tan anhelada.
Uno nunca sabe cuál cuesta más, si la batalla o la victoria. Hoy la historia toma otro rumbo y los mismos personajes reclaman nuevas actitudes.
–Señor Presidente, dirá el nuevo coro, siempre estuvimos con usted. La patria está de plácemes, señor.
Y si los medios son el reflejo y a veces el retrato de una sociedad, ya pronto veremos las mudanzas, las adhesiones de
última hora y nueva forja; la conversión de los oportunistas, la revelación de los descreídos, la cautela de los hipócritas, hasta de aquellos –de ellos especialmente–, cuya hacienda creció con la diatriba y la denostación de los años recientes, en contra de quien a partir de hoy resulta intocable, invulnerable, creíble, fiable, confiable.
–Vamos a Damasco, que Damasco es un Edén, cantan los conversos como si Saulo hubiera conocido a Pepe del Rivero, antes de caer cegado por el resplandor de la fe verdadera. ¡A la cargada!
Hoy muchos medios serán como los bisabuelos de la prensa francesa en el siglo XIX, cuando Napoleón escapó de Elba y volvió a Francia.
Así de fugaces son las convicciones.
Y se lo digo a usted, y le entrego esta cronología porque mucho se va a parecer esta mudanza a la de los futuros seguidores, porque ya no hay nadie más a quien seguir:
“Principios de marzo de 1815:
“El caníbal ha escapado de su guarida”
“El ogro corso ha desembarcado en Cabo Juan”
“El Tigre ha llegado a Gap”
“12 de marzo. “El Monstruo ha pasado la noche en Grenoble”
“13 de marzo: “El tirano ha cruzado Lyon”
“14 de marzo: “El usurpador de dirige hacia Dijon, pero los bravos y leales borgoñeses le rodean por todos lados”
“18 de marzo: “Bonaparte está a sesenta leguas de la Capital, ha tenido la habilidad de escapar de sus perseguidores”
“19 de marzo: “Bonaparte avanza rápidamente, pero nunca entrará en París”
“20 de marzo: “Mañana Napoleón estará en nuestras murallas”“21 de marzo: “El Emperador está en Fontainebleau”
“22 de marzo de 1815: “Su Alteza Imperial y Real Majestad hizo su entrada la pasada noche en el palacio de las Tullerías, en medio de alegres aclamaciones de adoración y fidelidad de la gente”.
Aclamaciones, adoración y fidelidad de la gente. Eso es; eso ha sido, eso será.
Ahora, respetemos todos la Constitución.