SERENDIPIA
La muerte va de elecciones
Poco a poco, sin percatarnos, la muerte ha ganado espacio en las elecciones como símbolo y protagonista de una de las épocas más violentas del país. En este México del año 2018, la apostilla de José Alfredo es más verdad que nunca: la vida no vale nada en un país donde un sicario puede matar por 200 o por 20 mil pesos.
Alrededor de cien personas han muerto en estas campañas, contando a más de 80 candidatos asesinados.
Unas semanas atrás un priísta advertía que para ganar harían de todo, “desde pegar un botón, hasta matar a un cabrón”.
Y hace unas horas. el candidato José Antonio Meade proclamaba que el PRI “estará del lado correcto de la historia y dispuesto a jugársela a muerte para defender la estabilidad, la transformación y la seguridad del país”.
Esta última frase de campaña pronunciada por Meade representa una clara radicalización del discurso en el intento por movilizar a la militancia en la más grave coyuntura partidista de cara a una elección.
“El PRI está dispuesto a jugársela a muerte”, dijo Meade y al hacerlo liberó del closet el fantasma del fraude electoral, la sombra más ominosa que amenaza la elección.
¿Hasta dónde están dispuestos a llegar Peña y el PRI para retener la presidencia?
Por lo pronto, en sintonía con la arenga lanzada por Meade, el presidente Peña convocó a los priístas que gobiernan en 14 estados y los instó a mover cielo y tierra para activar a las bases y pelear la elección con todos los recursos a la mano.
En este punto comienzan los problemas para Peña y su partido, porque hasta ahora los gobernadores surgidos del PRI, siguiendo la línea narrativa trazada por Meade, parecen decir: “Más vale decir aquí corrió, que aquí murió”.
Uno de los principales muros que deberá sortear el PRI para movilizar a una militancia mortecina es el de la lógica de poder priísta arraigada durante casi 80 años. En la política real, los priístas crecieron bajo una ley no escrita alrededor del presidencialismo vertical: “Si el gobernador tiene una buena relación con el presidente, al estado le va bien. Si el gobernador no se lleva con el presidente, al estado le va mal”.
¿Los gobernadores estarán dispuestos a jugársela a muerte para operar contra López Obrador? La pregunta es válida ante el reclamo de los gobernadores de que los recursos de campaña se concentran en el cuartel de José Antonio Meade y casi nada fluye para los candidatos al Senado y la Cámara de Diputados.
El PRI tiene perdida hasta ahora la presidencia y la señal de guerra parece dirigida a impedir que López Obrador gane la mayoría en el Congreso. ¿Pero cómo se propone el PRI vencer a un gigante sin piedras y resortera?