CONTRA PODER
Primero, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación avaló que el “Bronco” fuera incluido en la boleta para las elecciones del primero de julio, convirtiéndolo así en el quinto candidato presidencial, ello a pesar de que de los 2 millones 034 mil firmas que juntó el mal llamado “independiente”, 397 mil de estas rubricas eran falsas, muchas simuladas o de fotocopias de la credencial del INE.
Segundo, la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión aprobó la #LeyChayote, con la que se simuló cumplir con la sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de legislar en materia de publicidad oficial, pero que no tomó en cuenta los lineamientos dictados por la SCJN e institucionalizó la práctica del “chayote” entre medios de comunicación y gobiernos.
Dos acciones aberrantes, acontecidas en dos días consecutivos. El Poder Judicial y el Legislativo Federal, tirando al suelo y luego pisando la poca credibilidad que les quedaba. Ya ni hablar del Ejecutivo, que con un discurso bueno entre muchísimos malos, quiso reivindicar la poquita dignidad que le quedaba ante la afrenta de Donald Trump de enviar tropas militares a la frontera con México.
Sí, el mismo magnate estadounidense al que Peña Nieto había traído a la residencia oficial de Los Pinos, y al que le dio trato de Jefe de Estado, y paseó por la alfombra roja el 31 de agosto del 2016, no obstante de que era un candidato que había ofendido sistemáticamente a los mexicanos. Pusilánime, el priista mexiquense nomás se tardó “tantito” en reaccionar ante las locuras de Trump.
Han pasado 12 años desde que aquel 3 de septiembre de 2016, López Obrador “mandó al diablo a las instituciones”, después de acusar a Vicente Fox de haber auspiciado “el fraude” que dio una ajustada victoria, el 2 de julio de ese mismo año, a Felipe Calderón, quien después señaló que había ganado “haiga sido como haiga sido”, reconociendo así el uso de guerra sucia contra su adversario, el político tabasqueño, al que tildaron de “un peligro para México”.
Desde entonces, los adversarios del ex jefe de Gobierno de la Ciudad de México no han hecho sino incentivar y acrecentar el temor de buena parte de la población nacional, que se dejó manipular con falsas versiones de que López Obrador es igual o peor que Hugo Chávez o Nicolás Maduro, quienes, esto sí es verdad, fueron y son culpables del desastre democrático, económico, político y social que está viviendo Venezuela en la actualidad. A Andrés Manuel también lo comparan con Lula, el recientemente encarcelado ex presidente brasileño, acusado de múltiples delitos y sentenciado a 12 años de prisión en uno de ellos, por supuestamente aceptar sobornos -en efectivo y en especie- relacionados con contratos que la empresa petrolera estatal le dio ilegalmente a la constructora Odebrecht. Nomás que López Obrador no ha manejado dinero del petróleo, y Peña Nieto sí. No me crean a mí, ustedes googlen: “Emilio Lozoya”.
Pero no necesitan que les dé muchos ejemplos para que se den cuenta que quienes han fallado son los priistas, luego panistas, y otra vez priistas, que han gobernado a México desde la Revolución Mexicana. Aunque quieran acusar a López Obrador de que se parece con Echeverría, esta elección la decidirán los “millenials”, jóvenes que ni siquiera conocen a dicho ex presidente y que quieren ver un cambio en su país, pues no conocen más que lo que ahora impera: la corrupción, la impunidad, la inseguridad y la falta de oportunidades.
Según las encuestas más creíbles y serias, López Obrador le lleva 14 puntos porcentuales a su más cercano competidor: el pragmático panista Ricardo Anaya. Y le lleva ¡24 puntos porcentuales a Meade!, el tercer lugar, quien resultó un fiasco como candidato priista, que me recuerda a Labastida o Roberto Madrazo, grandes perdedores de las elecciones presidenciales del 2000 y 2006, burócratas y políticos sin carisma, que hedían a corrupción.
De los supuestos “independientes” ni hablamos, evidentes patiños del sistema, mismo que, por cierto, se reunió el pasado domingo en la casa del ex presidente Carlos Salinas de Gortari, quien al parecer sigue moviendo los hilos de la clase política mal acostumbrada a los privilegios inmerecidos, y que por conservarlos serían capaces de cualquier cosa, tal como lo demostraron -cerrando el círculo- los 4 magistrados del TEPJF que votaron a favor de “El Bronco” y los diputados priistas en San Lázaro aprobando la #LeyChayote.
Eso me lleva a concluir que SÍ debemos hacerle caso a López Obrador y mandar al diablo a las instituciones, pero a las corruptas y oprobiosas; a las que se ponen el pie ellas solas; a las que van en contra de lo que que piensan miles de ciudadanos; a las que las críticas en redes y peticiones virtuales con cientos de miles de firmas de ciudadanos comprometidos y honestos se las pasan por el arco del triunfo. A esas mandémoslas al diablo, y votemos por un cambio el primero de julio.
Y recuerda: si perdiste o te robaron tu credencial de elector del INE, no importa, ve con una fotocopia de la tuya o la de un compadre que se parezca a ti, que al fin y al cabo en este país la autoridad electoral y legislativa ya validó e institucionalizó la corrupción. Porque los viejos dichos de los priistas están más vivos que nunca: “el que no tranza no avanza”, “la moral es un árbol que da moras”, y “un político pobre es un pobre político”.