DESDE LOS BALCONES
México 1938-2018
Hace 80 años nuestro país dio un salto cualitativo, dentro de las condiciones históricas que prevalecieron a lo largo de una larga etapa de coloniaje externo que le impedía disponer de sus principales fuerzas productivas: la minería, los ferrocarriles, la tierra y el intercambio mundial que tuvo como asidero el peonaje, trabajo retribuido en especie, mismo que se valorizaba en las tiendas de raya y cuyo pago se simulaba con la entrega de subsistencias a las familias acasilladas.
Una forma de esclavitud fincada en la tierra y en el ganado extensivo.
Este reducido mercado interno, contrastaba con la minería asalariada de exportación y su transportación masiva al exterior a través del ferrocarril, mismo que el gobierno mexicano adoptó como deuda y que estuvo abonando a lo largo de las primeras tres décadas, en que nuestro país adoptara la forma de nacionalizar tales fuerzas productivas, pero dependiendo del suministro de vagones y máquínas, que incrementaron esa deuda, pero nunca el incremento de fletes por tonelada, aunque siempre crecieron los intereses de ese capital invertido, cuya reproducción y sus excedentes jamás se reflejaron en la faz económica de nuestro país.
Con todo y todo, los ferrocarriles permitieron valorizar los yacimientos de carbón del norte del país, especialmente en Coahuila, de cuyos yacimientos se abastecieron casi gratuitamente los portentosos ferrocarriles de entonces y de ahora.
Damos un enorme brinco en el análisis histórico del desarrollo y transformación de nuestras fuerzas productivas, para ocuparnos del petróleo en manos del capitalismo inglés y norteamericano, cuyo valor se realizaba, casi totalmente en el mercado norteamericano, antes de que Texas encontrara los grandes yacimientos que luego tuvieron.
Factores internacionales e internos propiciaron la urgencia de que México, con Lázaro Cardenas del Río, optara por la nacionalización de esas fuerzas productivas, para darles un sentido propio de capitalización y desarrollo, algo que la propia economía mundial demandaba en todos los frentes, dada la crisis de 1929, parte del ciclo de crisis que se había iniciado a fines de 1800 y principios de 1900.
Las compañías petroleras fueron claves en el desarrollo y desenlace que tuvo la Revolución Mexicana, a cuyas fuentes y causas no acuden a examinar los pequeños intelectuales de la derecha y optan por explicarse la historia a base de protagonismos personales y pasiones ideológicas derivadas de los centros imperialistas de Europa, especialmente de Alemania e Italia, como rezagos de la declinación del Imperio Germánico Románico, expresión del viejo orden feudal colonial que prevaleciera con todas sus rivalidades y contradiciones agudizadas por la Revolución Francesa y todo lo que sigue al capitalismo manufacturero.
Lázaro Cárdenas del Río, no es un ideólogo cualquiera, pero sus impugnadores sí lo son y se mueven, antes y después dentro de los mismos procesos de cambio que desembocan poco a poco en un Estado Político al que combaten para arrebatarle el control, no solo la propiedad nacional, de esas fuerzas productivas en beneficio de los intereses del capital mundial y ellos como accionistas intermediarios de esos intereses de la privatización.
México no producía acero, sino solamente extraía hierro sin transformarlo, hasta que hubo necesidad de intensificar la producción de bienes intermedios, acortando sus fuentes de abasto del Cerro del Mercado y otros fundos del norte que unidos a la extracción del carbón forjó el milagro productivo en Monterrey y Altos Hornos de México, puestos en subasta en la década de 1980 en adelante.
Lázaro Cárdenas del Río está olvidado ahora por los beneficiarios de la transformación económica y política que imprimiera al ´país con todos estos cambios y otros que no se analizan en esta parte.
El general Lázaro Cárdenas del Río, es el Presidente de México más portentoso y visionario de la etapa capitalista y post capitalista en que nos desenvolvemos. La cuestión de nuestro encuentro y desencuentro nacional radica, al parecer, en la confusión de metafísica económica que han introducido los tratadistas del capitalismo dependiente, que ponen por delante el intercambio de mercancías, sin considerar los procesos de producción y circulación de esos capitales, donde se pierde de vista y confunde la ganancia con intereses y se torna el capital como un semidiós que lo hace y lo crea todo, sin principio ni fin, como si la tecnología puesta a producir, no fuera expresión del trabajo y de la ciencia y no una mera expresión imaginaria de una cosa llamada dinero que lo hace todo por y para sí mismo, de la misma manera que la autoconciencia y la sinrazón de los neo panistas que encuentran todo lo bien hecho en Atlanta, Chile y Alemania, donde entre cánticos y cervezas hacen recuerdos y olvidos de Hitler y Pinochet, de Franco y Mussolini; su historia verdadera está en otra parte, no en México y en su pasado y difícil historia