“Aquí ya nomás falta la hornilla para ser panadería” soltó el ex presidente de la Canacintra Querétaro, Mario Foyo Fernández, al ver a tantos militantes del Partido Acción Nacional reunidos para escuchar al puntero de la carrera presidencial, el candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador, en el encuentro con alrededor de 300 empresarios, celebrado en el Salón Santa Rosa de Juriquilla.
Ahí en el antiguo boliche El Peje hizo chuza y le tiró a los pinos con una bola de señalamientos contra el gobierno de Enrique Peña Nieto, celebrados con aplausos por los panistas, priistas, perredistas y miembros de la iniciativa privada, aunque advirtió que es demagógico eso de meterlo a la cárcel, porque un presidente sólo puede ser enjuiciado por traición a la patria.
-Es pura demagogia del candidato del PAN, el de los moches, Ricardo Anaya, que es parte de la misma corrupción y antes no salía de Los Pinos.
Así lo oyeron, entre otros, el desarrollador Juan Germán Torres Landa, el nuevo presidente de los industriales Jorge Rivadeneyra y su novia, el rector de la Universidad Anáhuac, Luis Alverde, la aspirante a diputada local Teresa Calzada Rovirosa, el asesor financiero “Pepón” Escobar y hasta el presidente del Cuerpo de Bomberos Voluntarios, David Vallarino, presente tal vez por aquello de los pronunciamientos incendiarios.
Con poco más de una hora de retraso y ofreciendo disculpas arribó López Obrador, acompañado del empresario regiomontano Alfonso Romo Garza, el político zacatecano Ricardo Monreal Ávila y la doctora Irma Eréndira Sandoval Ballesteros que, de ganar su jefe tendría que radicar en Querétaro, porque aquí se instalaría la Secretaría de la Función Pública, reservada para ella.
Así lo anunció el líder de Morena al presentar su esquema de descentralización para establecer la mayor parte de las dependencias en los estados: SCT en San Luis Potosí, Trabajo y Previsión Social en Guanajuato, SEP en Puebla, Cultura en Tlaxcala, Sedesol en Oaxaca, Salud en Guerrero, Energía en Tabasco, Pemex en Ciudad del Carmen, Campeche, Seguro Social en Michoacán, CFE en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas y la antes llamada Contraloría, aquí.
Permanecerían en la Ciudad de México unas pocas dependencias como Gobernación, Defensa y Marina, así como la de Seguridad que volvería a constituirse y con cuyos titulares el presidente de la República –si el voto del pueblo lo favorece- se reuniría diariamente a las seis de la mañana para revisar el parte policíaco y militar, y darle seguimiento a los casos.
De eso y más habló Andrés Manuel ante sus invitados y dirigentes locales de Morena, como Carlos Peñafiel Soto, Jesús Méndez Aguilar y la magistrada Celia Maya García, candidata al Senado de la República, además de algunos directivos de medios invitados como Plaza de Armas, Radio Fórmula, Radar y Voz Imparcial.
EL FICHAJE DE LA TEMPORADA
Venía el candidato presidencial de un encuentro privado con la estructura de su partido en el Hotel Real de Minas, en donde hizo la presentación del mejor fichaje de la temporada: Gilberto Herrera Ruiz, ex rector de la UAQ, candidato al Senado de la República.
Acá en el antiguo boliche el público aguardaba impaciente, escuchando canciones con Raphael y su “gran noche”, bebiendo café, refrescos o agua, mientras se sorprendían los unos a los otros de las apariciones tricolores: Mira ahí están los sanjuanenses Polo Peralta, Armando Sinecio y Chano Ugalde.
Y por allá el también priista Juan Carlos Corbella, cercano a Mauricio Ortiz, que ahora está a préstamo y le coordina a Adolfo Ríos, candidato a la alcaldía capitalina, que no va a venir porque se fue a Veracruz, según le comenta al ex diputado tricolor Diego Foyo, que se amorenó.
Pero, bueno, ya está aquí Andrés Manuel, el de las tres campañas presidenciales, sonriente y saludador, con el salón lleno y un público plural y dispuesto que le aplaude de pie. Sube el abanderado al presidium y con él Poncho Romo, Irma Eréndira Sandoval y Ricardo Monreal, nadie más. Sin letreros ni propaganda, sólo el costoso muro de onix amarillo del restaurante de al lado.
En la primera fila se acomoda el dirigente estatal Carlos Peñafiel Soto, cerca del priista Juan Germán Torres Landa y el rector de la Anáhuac, Luis Alverde, que se daba gusto tomando fotos cuando una edecán le pidió guardar su celular.
Y luego el conocido discurso de López Obrador de que va a venderle el avión presidencial a Trump, que va quitarle las pensiones a los ex presidentes porque esas no las tiene ni Obama y que ya chole con lo de Venezuela y Rusia. Que no tengan miedo y no le hagan caso a los de la mafia del poder.
Va de cuento.
Que va a acabar con la corrupción porque si el presidente no es corrupto no lo serán ni los gobernadores ni alcaldes. Así de sencillo.
Que en su gobierno no subirán los impuestos porque todo se financiará ahorrando lo que se roban actualmente y que según el Banco Mundial asciende al 20 por ciento del presupuesto, o sea como un billón. Nosotros, corrigió, pensamos que es menos, el 10 por ciento, 500 mil millones.
Que está en contra de la pena de muerte, porque cree en la vida, en el perdón (no en el olvido) y en la regeneración de las personas. Los malos pueden convertirse en buenos y al revés.
Que creará una red de tutores con los empresarios para revivir la figura de los aprendices y que los jóvenes no anden en la calle sin trabajar ni estudiar. El gobierno va a pagar para que se les enseñe. ¡Becarios sí, sicarios no! exclamó.
Que va a apoyar como nunca al campo y que la fiscalía anticorrupción es pura faramalla, lo mismo que el instituto de la transparencia que acaba de resolver que lo de Odebrecht es información reservada y secreta.
IMPOSIBLE ENCARCELAR A PEÑA
Que el presidente Peña está más desacreditado que el PRI o mejor, que el PRIAN y por eso Anaya piensa que gana puntos diciendo que lo va a meter a la cárcel. Eso es imposible, pura demagogia. Un presidente sólo puede ser enjuiciado por traición a la patria. Así se estableció desde la Constitución de 1857 y fue confirmado aquí en la de 1917 para sostener el régimen presidencialista.
Que él denunció a Peña por traición a la patria cuando la reforma fiscal y archivaron su propuesta, porque al fin y al cabo el verdadero culpable es Videgaray, que lo “ensartó”.
Que él sí va a proponer un cambio al 108 constitucional para que un presidente en funciones pueda ser enjuiciado por corrupción, porque ahorita no es posible.
Volvería sobre el tema en la sesión de preguntas y respuestas, en donde una mujer que identificada solamente como Ana Laura le preguntó si es cierto el rumor de que ya pactó con Peña para que lo deje ganar.
-Yo no he dicho ni diré que lo meteré a la cárcel. No quiero la confrontación. Ya padecimos a un presidente antidemocrático y autoritario, Vicente Fox, que llegó por la vía democrática y luego la canceló. Nos hizo mucho daño, porque un presidente si se lo propone puede hacer y mucho. A mi lo que me interesa es sacar adelante al país. Lo que queremos es que se respete el voto. Y no vamos a pactar con nadie, que eso quede claro.
Insistió en que no es cierto que Anaya vaya a meter a la cárcel a Peña. Son parte de lo mismo y siempre se ponen de acuerdo, pero se llevan fuerte y yo los estoy llamando a que se serenen. El problema es que el candidato del PAN, el de los moches, se les salió del huacal. Antes no salía de Los Pinos.
El tema de la lucha contra la corrupción dominó la presentación de AMLO, sobre todo cuando un grupo de mujeres señaló que en Querétaro hay grandes corruptelas y que desde octubre denunciaron ante la fiscalía estatal los negocios del candidato presidencial del PAN y no les hicieron caso.
-Eso va a cambiar, respondió El Peje.
Y así, a lo largo de casi dos horas, en un sábado de boliche, Andrés Manuel López Obrador se la pasó haciendo chuza, tirándole a los pinos, bajo la mirada de su jefe de prensa de siempre, César Yáñez. Eran casi las tres de la tarde cuando contestó las últimas preguntas porque “los de aquí adelante dicen que ya tienen hambre”, pero todavía faltaban las selfies con docenas de seguidoras y seguidores, entre ellos tantos panistas porque, como dijo Mario Foyo, ya nomás faltaba la hornilla para ser panadería.
POR: SERGIO ARTURO VENEGAS ALARCÓN