DESDE LOS BALCONES
El tartufismo en la sucesión presidencial
Casi nadie imaginó, o muy pocos han advertido, la manera como los comportamientos sociales, privados y colectivos, pasan de la Comedia y la Farsa, al terreno de la política y al Estado mismo.
Rodolfo Usigli, en “El Gesticulador”, advirtió el fenómeno, donde el gesticular suplanta al revolucionario mexicano, obra importante que, al igual que El Tartufo, de Moliere, que fue prohibido en su tiempo, igual que de otra mera, aquí en nuestro país, Usigli ha sido relegado al olvido, sin que por ello los comportamientos sociales y políticos hayan dejado de acentuar su influencia y recurrencia en conductas y comportamientos de impostura y mentiras elaboradas, muchas de ellas enmascaradas en la propaganda impresa y de imágenes, todas tendientes a embaucar a los votantes que, en tiempos de Moliére, la crítica va dirigida contra los Devotos y falsos moralistas.
Ahora, lo que miramos en la campaña Presidencial en México y en otras latitudes del mundo, se observa en la derecha y la ultraderecha, como la constante necesidad de recurrir a un exagerado tartufismo de encarnación personal, como la mejor forma de encarar la realidad social y sus problemas; citemos por caso, la manera como alguien responsabiliza al Jefe de Estado de tal o cual supuesta conducta electoral, aunque en cuestiones medulares de política económica se le haya acompañado a ese mismo Ejecutivo en la enajenación de las fuerzas productivas que pasan de ser nacionales a convertirse en trasnacionales, sin mediar para ello, proceso alguno de producción o reproducción de capital.
Para no meterse en cuestiones energéticas y eludir cualquier postura sobre el comercio mundial y en las finanzas, es por lo que se asumen posturas extemporáneas opositoras, inexistentes, de un radicalismo verbal , donde se extreman las alusiones ad hominen, al igual que hacen los comediantes en el Teatro de Moliere, o de Usigli, con su logrado personaje El Gesticulador, en que se exhiben las imposturas políticas de los “logreros”, así les llamó el pueblo llano a quienes tardíamente simularon integrarse al movimiento revolucionario democrático burgués del que nunca fueron parte activa, pero sí figuran en el teatro de las primeras filas de los cargos y las prebendas.
El PAN, al igual que otros agrupamientos son duchos en cargarle las tintas a la Revolución Mexicana, como única causante de los procesos de consolidación económica del Estado Mexicano, tildándolo de autoritario, aunque simulen referirse al emblema electoral más generalizado, PRI, dentro del cual se opera, también, un proceso transformista y de regreso al conservadurismo privado que se adueña de los logros de las mejores fuerzas productivas, como el petróleo y la electrizad, entre otras.
Por eso el tartufismo abunda en declaraciones tremendistas de aparente radicalismo vacío de contenido.
¿Cómo puede pensarse en cambiar la historia, con sólo frases y expresiones que denotan impaciencia y desesperación por arribar a los cargos públicos, esgrimiendo problemas adjetivos al subdesarrollo en el subdesarrollo económico mexicano y su condicionamiento mundial?
No hay un solo logro histórico que pueda atribuirse a la derecha multicolor mexicana; ni siquiera el TLC es producto de su iniciativa y sí al seguidismo oportunista con que se han asociado a ciegas con intereses cuajados en otra realidad.
Lorenzo de Zavala, sugestionado por los “Yorquinos”, en oposición a los “Escoceses”, fue alguien que diera el primer salto al vacío de la historia, aliándose con los esclavistas del sur de EU, en tanto que los Escoceses fueron con Napoleón “El Pequeño”, a implorar la venida del Austriaco, como toda respuesta al desafío de la potencia del norte que emergiera incontenible con su producción industrial salarial y sin esclavos clavados en el tierra y en el monocultivo de exportación: el algodón. Tartufismo político surge y medra en todas partes y en muchas formas, SIN QUE NADIE LE PONGA FRENO Y MEDIDA. ¿A POCO NO?