SERENDIPIA
AMLO. Pifias y teflón
Hace unos días Andrés Manuel López Obrador dio a conocer que Alfonso Durazo, un político surgido del PRI, colaborador de Luis Donaldo Colosio, encabezará la secretaria de Seguridad Pública si gana la elección.
El anuncio pone en relieve cosas importantes en la forma de conducirse del tres veces candidato a la presidencia.
Con este anuncio López Obrador vuelve a alimentar la hoguera que ha crecido a su alrededor hace tiempo sobre la improvisación o la deficiente planeación –ocurrencias las llaman no pocos observadores– en la toma de decisiones fundamentales en su periplo hacia la presidencia.
¿Por qué eligió a Durazo, un político sin experiencia en el tema vital de la seguridad nacional? Es una pregunta indispensable ligada a los señalamientos de que AMLO no escucha ni debate las decisiones.
¿Cuál es la experiencia de Durazo en el servicio público?.
Para fines prácticos su paso en el gobierno se reduce al cargo de secretario particular que desempeñó con Luis Donaldo Colosio, ex presidente del PRI y candidato a la presidencia, y después con Vicente Fox, en Los Pinos.
Durazo no ha tenido ninguna otra responsabilidad gubernamental. Entre 2012 y 2015 fue diputado federal por Movimiento Naranja, por la vía plurinominal. No hizo campaña ni ganó el voto.
Obtuvo la diputación de manera gratuita, como otros políticos considerados pesos completos que jamás han hecho campaña.
Hay además un dato relevante y desconocido en la trayectoria de Durazo.
En las elecciones intermedias de 1997, el presidente Zedillo no palomeó ni decidió ninguna candidatura priista al Senado o a la Cámara de Diputados, salvo un caso específico: pidió de manera expresa a la dirigencia del PRI no incluir a Durazo en las listas.
Desconozco las razones que llevaron a Zedillo a vetarlo, pero debieron ser relevantes para excluir a Durazo, quien buscaba ser diputado federal por el PRI.
En Los Pinos, a cargo de relatar la presidencia de Fox para el diario Reforma, conocí y traté a Durazo. Como citó Andrés Manuel, también me pareció un hombre honesto, una cualidad escasa en estos días, pero que no lo convierte en la persona ideal para ocupar un cargo íntimamente ligado a la seguridad pública, una de las dos principales preocupaciones de la ciudadanía, junto a la corrupción. Esto lleva a una pregunta necesaria: ¿Cuánto influirán las propuestas de los candidatos en la decisión de los electores? Lo ideal sería que fueran determinantes, pero todo indica que no lo son. Estos debates suelen agotarse en el círculo político, periodístico, intelectual.
Los ciudadanos que no viven atrapados en ese engañoso círculo parecen más propensos a los juicios y los diagnósticos generales, y esto ha acentuado el efecto teflón de López Obrador, el candidato puntero cuya intención de voto no ha caído pese a las pifias y las inexactitudes de sus propuestas.
¿Qué estrategia deben adoptar Meade y Anaya para minar a un candidato que antes fue blanco fàcil y que ahora parece escurrirse de todo, como un pez en las manos?