ALHAJERO
Candidatos de chile, de dulce y de manteca
Los tres grandes (pre)candidatos presidenciales: Andrés Manuel López Obrador, José Antonio Meade y Ricardo Anaya, resultaron bien diferentes.
En los grandes eventos que han sostenido a últimas fechas –sea para destaparse, lanzarse o presentar sus plataformas o proyectos de nación– cada uno ha proyectado personalidad y ánimos muy distintos.
Andrés, el de Morena, primer lugar en las encuestas hasta el momento, es el que lleva la agenda; ha mirado de arriba hacia abajo a sus contrincantes y ha jugado a picotearlos: a Meade lo ha llamado “señoritingo” y a Anaya lo calificó de “pirrurris”.
De hecho, ubicó a ambos en el mismo cajón, con el mismo estilo –tecnócratas de escritorio-, y los mandó a conocer el país.
Digamos que en este arranque electoral, el tabasqueño –con provocaciones, burlas y críticas- es quien le ha puesto más condimento a la contienda. Pero el estilo de López Obrador, a decir verdad, se acerca más a la manteca.
Anaya, panista, hoy precandidato del Frente (PAN-PRD-MC) y recién llegado oficialmente a la arena por la contienda presidencial –de la que parte desde un segundo lugar–, saltó a la arena repartiendo golpes.
Lo curioso fue que los garrotazos que más llamaron la atención del queretano fueron aquellos lanzados contra quienes dirigieron este país bajo las siglas blanquiazules: Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012).
Aunque los más fuertes se dirigieron a quienes serán sus contendientes en esta elección: De López Obrador dijo que sus ideas eran “fracasadas y viejas”, y de Meade alegó que aspiraba a “administrar la realidad de nuestra tragedia nacional”.
Anaya, pues, le puso sabor al caldo. Es espléndido para debatir y pinta para sazonar con chile habanero la campaña.
El priista –ya en clara alianza con el Verde y Nueva Alianza– parte tercero del arrancadero. Aún con el apoyo del gobierno y de buena parte de los medios, a Meade le ha costado trabajo despegar.
Y aunque ha respondido a las críticas que les han hecho, su estilo es prudente. Su manera de ser es muy educada. Proyecta al niño bueno.
En términos culinarios, Pepe Meade hace pensar en un tamal o atole de fresa –cuando más en un champurrado–, más que en una guajolota o un mole poblano.
El caso es que asoman para esta contienda tres estilos bien distintos y distantes. Tres personalidades que, en una de esas, terminan dividiendo la elección en tercios y no en una final a dos, como algunos calculan ahora.
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EL TURNO DE LOS VERDES.- Ayer se sumaron los del Partido Verde a Meade.
No es sorpresa, pero sí que cuenta. A estas alturas cualquier punto que atraigan otros partidos no sólo es bueno sino indispensable para ganar una elección.
A la presentación de la Plataforma del PVEM acudió, por supuesto, el (pre)candidato priista y buena parte de su equipo en esta marcha: Enrique Ochoa, Aurelio Nuño, Emilio Gamboa, César Camacho, Claudia Ruiz Massieu.
Del lado de los Verdes, su dirigente nacional Carlos Puente; su fundador, Jorge González Torres; su sucesor, Jorge Emilio González; y figuras como Arturo Escobar, Jesús Sesma, Beatriz Manrique, Arturo Álvarez Angli.
Faltó su único gobernador: Manuel Velasco, de Chiapas. Pero según Puente, ya no hay enojo ni distanciamiento. Es más, públicamente le envió un “extendido aplauso” y pidió a su representante en el evento que le dijera a él y a los chiapanecos que el Verde “estaba y sigue estando con ustedes”.
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