EL CRISTALAZO
Santiago Nieto, ahora malinterpretado
Hasta la hora de cerrar esta columna, el asunto de la parálisis senatorial, con pretexto de la confirmación o rectificación del cese de Santiago Nieto (las oposiciones repiten en Reforma el viejo camino del chantaje, utilizado exitosamente en San Lázaro, mediante la toma de tribunas y el secuestro de la actividad parlamentaria), no se había resuelto del todo.
La pueril discusión sobre la forma de votar y el orden de las exposiciones de los protagonistas de este asunto, no fue sino una artimaña de los senadores frentistas y parejas de ocasión (por fin se aliaron Morena y el PAN, en olvido de la disputa de un fraude presidencial electoral, quien lo dijera) para poner todos contra la pared al “PRI gobierno”, con este ´pretexto o cualquier otro posible para la próxima semana.
A fin de cuentas la guerra ha comenzado y en la guerra todo se vale. Lo extraño es la pasividad del PRI el cual se comporta con la prudencia de un caballero inglés mientras los caníbales calientan el perol donde van a arrojarlo con todo y salacot para la merienda.
Pero dentro de todo este sainete en el cual se quedó en el aire por demasiado tiempo el análisis de la Ley de Ingresos (si no se llegara a aprobar el presupuesto íntegramente se aplicaría el del año anterior, sin rubros para los damnificados de los sismos, entre otras cosas), una cosa ha salido al conocimiento público: la falta de redaños del señor ex fiscal, incapaz de reconocer sus triquiñuelas y echarle la culpa a la parte más delgada del mecate de su entramado: el reportero de “Reforma” a quien le insinuó y le dictó la falsa interpretación de un señor cuya defensa habría consistido en presionar a su excelencia el fiscal incorruptible, inflexible e invencible.
Pues todo eso será el señor Santiago, pero de rajón no se le puede bajar en estos días.
Si la nota de “Reforma” apareció hacer tantos días, ¿cómo es posible darse cuenta hasta ahora, cuando ya estalló el cohetón de su autopromoción mediática, de la distorsión de sus palabras?
¿No tenía este asiduo visitante de esas mismas páginas oportunidad de enviar una carta el mismo día de la publicación para precisar sus reales intenciones? No, fue necesario dejar pasar una quincena para salir con la batea de una errónea interpretación periodística, la cual, de haber ocurrido, habría sido posible rectificarla de in mediato.
Nieto juega con las palabras en la televisión y supone un auditorio de lactantes quienes pueden chuparse el dedito. Además de exhibicionista, como siempre ha sido, ahora resulta rajón y medroso.
En esa misma entrevista con Televisa, el ex fiscal niega las presiones antes denunciadas y se pregunta a sí mismo, “qué clase de fiscal serían quien se deja presionar por un escrito (sobre todo un escrito sin presiones)”.
Pues quien sabe cómo sería, pero si ya estamos en esas hipotéticas preguntas, “qué clase de fiscal es quien inventa presiones para salir a los medios y malograr toda una investigación con las violaciones del debido proceso y la presunción de inocencia de un indiciado, como él, quien inventó la presión para denunciarla en perjuicio de la calidad de la investigación bajo su responsabilidad.
Ya podrá ahora explicarle a Reforma por qué los acusa de “voladores”. Ellos sabrán si le abren sus páginas mientras como ”hombre de leyes” (como gusta llamarse a sí mismo), invoca su “derecho de réplica; si en realidad lo hace,
Esta columna insiste: ¡no sabía Santiago Nieto el favor con el cual estaba salvando a Emilio Lozoya?, ¿ignora a estas alturas cómo este personaje del peñismo ha quedado a resguardo de cualquier imputación derivada de este contaminado expediente al cual, como a las viejas películas fotográficas él ha velado cuando permitió su exposición a la luz?
Nieto sostiene una actitud realmente patológica. Y quienes han usado su caso como pretexto para frenar las labores generales del Poder Legislativo en la Cámara Alta, también.
Más allá de las justificaciones, válidas o no y le lo generalizado de este método de bloqueo aun en parlamentos de mejores democracias, no deja de ser lamentable la conducta de quienes tienen dentro de las Cámaras el mismo comportamiento de los vendedores ambulantes o los quejosos de cualquier causa política o politiquera: tomar calles, cerrar avenidas, instalarse en plaza públicas, estorbar la vida cotidiana.
Esto hacen los asaltantes de tribunas, los secuestradores de actividades parlamentarias: convertir las cámaras en tianguis de la protesta, mercados de la queja.
Pero es la guerra uy en ella, como en el mal amor, todo se vale.