DEL ZÓCALO A LOS PINOS
TLCAN: la hora de la verdad
El 10 de junio de 1990 Canadá, Estados Unidos y México llegan al acuerdo de establecer un Tratado de Libre Comercio. El 5 de febrero de 1991 inician las negociaciones de lo que llegaría a ser el TLCAN; los presidentes de la época lo firman en diferentes momentos, George H.W. Bush el 8 de diciembre de 1992, el 11 –tres días después- Brian Mulroney el Primer Ministro Canadiense hace lo propio y el 14 Carlos Salinas de Gortari lo suscribe; el 17 de diciembre se ratifican las firmas y se conviene una vez cumplido el procedimiento de ratificación por los poderes legislativos de cada país, su entrada en vigor el 1 de enero de 1994 –día en que además de entrar a la modernidad del primer mundo, nos amanecimos con la novedad de que los marginados de nuestro propio tercer mundo o inframundo, se levantaban en armas y le declaraban la guerra al Estado mexicano; pero esa es otra historia.
Cuestionado en su momento, en nuestro país, más por el entorno político imperante que por sus ventajas o desventajas, el TLCAN implicó importantes beneficios para los tres países que durante 23 años encontraron formas para dirimir diferencias y superar obstáculos surgidos de la globalización y diversificación de mercados; hasta que apareció en el escenario Donald Trump, quien desde su campaña asumiendo su discurso racista y proteccionista en materia económica lo cuestionó; llegado al poder, de inmediato planteó su revisión, supuestamente porque desde su óptica –y los intereses que representa- es altamente desventajoso para Estados Unidos, necia visión que las necias estadísticas han desmentido, incluyendo amplios sectores y organizaciones productivas norteamericanas que le han rebatido, también con resultados.
Planteadas las apuestas, se iniciaron las negociaciones; muy en su estilo de provocador tuitero, Trump comenzó a amenazar con rechazarlo, levantarse de la mesa, e incluso cancelarlo unilateralmente; la respuesta de México –especialmente- ha sido la mismo y razonada “nosotros no negociamos en las redes sociales”; así transcurrieron tres rondas, en las que a juicio de los expertos se trataron los temas en los que había consenso, o son laterales, vamos menores en repercusiones; hasta llegar a la cuarta ronda –de siete que están contempladas- en la que, como en las anteriores, aún habiéndose alcanzado en el primer día un acuerdo en el capítulo de competencias, sobre el que, Robert Lighthizer, representante comercial estadounidense concluyó “actualiza sustancialmente el acuerdo original y va más allá de lo que Estados Unidos ha hecho en anteriores tratados de libre comercio”; en el terreno de la política las posiciones se han endurecido y han surgido escenarios no previstos.
El martes en una entrevista para Forbes, Trump, adelantaba “hay que poner fin al TLCAN si no se puede negociar un buen acuerdo”; luego, el miércoles, ya en la Casa Blanca recibió al Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, quien siguiendo su propia estrategia de negociación se “descolgó” a visitar los dos países para reunirse con los presidentes. En especial, a Canadá le preocupa la intención de Estados Unidos de imponer elevados aranceles –hasta del 300%- a la importación de aviones canadienses Bombardier –en particular Boing alega que su competencia se benefició de subsidios que le permitieron vender tales aviones a menor costo a la aerolínea Delta- en respuesta el gobierno de Trudeau amenaza con cancelarle a Boing un pedido multimillonario de dieciocho aviones cazas de combate; otro tema a debate tiene que ver con la madera de Canadá y las importaciones de leche.
En esas estaban, Trump y Trudeau, tomándose la foto muy sonrientes, cuando el maloso Donald insistió en “realizar los cambios que se necesitan para proteger a la clase trabajadora estadounidense”; agregó a pregunta sobre si el TLCAN está muerto “veremos qué pasa, tenemos una negociación difícil y es algo que se sabrá en un futuro no demasiado lejano” y sin decir “agua va” soltó “si el TLCAN no funciona como está, buscaremos un acuerdo con cada país, me gustaría, sí, eso es lo que veo, sí”; como es suponerse de inmediato se desataron las especulaciones; ya por separado, Trudeau, al ser cuestionado sobre la posibilidad de considerar un acuerdo bilateral con Estados Unidos y dejar fuera a México respondió “estamos listos para cualquier cosa”, reconoció que en las actuales circunstancias su país está “preparado para todo”; y matizó “Canadá negocia de buena fe, el tratado comercial ha sido beneficioso para millones de ciudadanos de los tres países”; y ya como “fin de fiesta” concluyó “estoy consciente que Trump toma decisiones por sorpresa”.
En este contexto, México ha dado también señales de estar “preparado para todo” y es correcto; si bien una cancelación del TLCAN terminaría con la “marca Nafta” –sus siglas en ingles- y los beneficios que esto representa en el mercado financiero mundial; de igual forma perjudicaría a los Estados Unidos en otros rubros fundamentales de su economía; además de las repercusiones sociales que sin duda afectarían el mercado fronterizo.
Como se advierte las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte han entrado en su fase definitoria. El Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau está haciendo lo que en el barrio se conoce como “calando las aguas” visitando a Trump y a Peña Nieto en estos días, como debe de ser en este juego de espejos a ambos les promete lealtad y camaradería, cuando hay señales de que no descarta aceptar la iniciativa de Tump de dejar fuera a México del acuerdo si se convierte en un obstáculo para los intereses económicos de su país. Haría bien el Presidente Peña en recordarle al muchacho guapo del orden mundial, los negocios multimillonarios que las mineras canadienses tienen en el norte y centro de nuestro país, a costa de nuestro medio ambiente y la precarización laboral de nuestros trabajadores mineros.
Por su parte Trump no detendrá su narrativa beligerante, incluso en el escenario de que el tratado sobreviva. Urgido de entregarle cuentas aunque sean alegres a su base de votantes, es muy probable que la nueva versión contemple cambios drásticos en el rubro automotriz, ya planteados por sus negociadores.
Al final de esta ópera prima, para bien o para mal el éxito o fracaso de las negociaciones se le colgaran al Canciller Videgaray y a sus mariscales de campo en esta batalla económica, Ildefonso Guajardo y Gerónimo Gutiérrez; lo cual tendrá un efecto “colateral”, una percepción de triunfo puede sumarle un buen capital al grupo tecnócrata en el ánimo del gran elector y volver a alterar las reglas internas del grupo en el poder de cara a la madre de todas las batallas.
Es viernes ¡”hoy toca”! diría Germán Dehesa..
¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?