Y hay que volver a hablar de lo anímico. Se dice que el Madrid está en un bajo momento de forma. Puede ser, pero ante el Borussia, y bajo los focos de su competición, el Madrid volvió a subir su rendimiento.
Los primeros minutos fueron estupendos, y eso que la presión del Borussia era agresiva y comenzaba muy pronto. Hubo algunos fallos en los pases, y se notaba la velocidad del partido en los problemas de Isco para salir de su ruleta (se mueve como un caballo de ajedrez, siempre a partir de una L).
Cada entrenador del Borussia es más revolucionario y sorprendente que el anterior, y el actual Peter Bosz hace csus pinitos temerarios. La defensa prusiana estaba tan arriba que el Madrid comenzó a mandar balones exteriores, al famoso “espacio”. Primero fue Casemiro para Carvajal, pero el lateral, con Bale y Cristiano solos, prefirió intentarlo en una jugada de expediente disciplinario.
Era la segunda vez que a Bale le ignoraban la carrera. También lo hizo Cristiano. Era un partido para él, y no solo por los espacios. Bale es un jugador que responde con sencillez en los momentos importantes. No tanto por una determinación de carácter como por su propia naturaleza: es grande y está hecho para lo grande.
Así, en el 17, Carvajal, que amenazaba con cascarse otro partidito como el de la última semana, le puso un balón templado que Bale templó aún más y mandó a la escuadra con dos efectos suaves y contradictorios.
En esos minutos del Madrid hubo varios jugadores dignos de mención además de Bale. Modric y sus ayudas defensivas, Carvajal comiéndose a Philipp e incluso a Toljan, y Casemiro, que destrozaba las líneas y se movía como una retropala. Casemiro es otro como Bale. Cuanto más importante es el partido, mejor sale. Espera en defensa dando pases cortos y atento como un luchador mexicano y para atacar cambia como un transformer.
El Madrid tuvo también la pelota, no solo fueron contras. Hubo minutos, uno concretamente, el 30, que merece anotarse como un minuto histórico en el club. Comenzaron (a partir del punteo de Kroos) a darse pases cortos, rápidos y triangulares entre líneas de una forma tan rítmica y coordinada que parecía un entrenamiento.
Eso era guardiolístico, con perdón, y era excelente.
El Madrid se echó un poquito atrás, apareció Sahin, y con él Aubameyang. Carvajal le quitó un remate claro, otro lo anuló con fuera de juego el linier, y hubo un penalti protestado que no pitó el árbitro (aunque luego se lo cobró en amarillas madridistas). Sufrió también el Madrid en ese campo y tuvo también diez largos minutos de pasividad y latencia hasta que, al final de la primera parte, volvieron las contras de Cristiano (dos, las dos fallidas ansiosas y empecinadas) y un remate de córner de Ramos.
Al Madrid le hicieron ocasiones, dirán, y el partido quedaba abierto en el descanso, pero ¿quién hace nueve ocasiones claras de gol en 45 minutos en un campo así?
Nada más empezar la segunda parte, Varane le sacó un gol a Yarmolenko. El pase era de Gotze, mejor como interior que como delantero.
Se le iba el partido al Borussia, porque poco después Kroos dirigió el desmarque de Bale por el carrilito zurdo del 7 y el pase del galés lo remató Cristiano.
Dos cosas a esto: 1) Bale como punta zurdo en un 4-4-2 es la salvación del sentido común (¡del sentidiño!) y 2) Cristiano marcó mucho el año pasado así: llegando, estando, con un único toque, cuando pierde la ansiedad de la jugada personal. En el sitio y en ese estado mental de 9, el delantero caníbal alcanza algo zen.
El Madrid tiene la tensión alterna y en el 53 marcó Aubameyang tras un pase muy solitario de Philipp (ya se miraba). El delantero irrumpió en el sitio de Ramos.
El gol agitó el ambiente y le devolvió intriga a un partido que parecía ya sentenciado para grandes titulares.
El Bayern además hizo cambios y se puso en 3-4-3 con el gran Weigl, y el Madrid perdió su tranquilidad en la media.
Nacho salvó otro gol y el ataque se fue quedando muy lejos. El Madrid se fue acogotando y perdió el balón. Tras la recolocación del Borussia, Zidane no reaccionaba. Se confiaba en alguna gran galopada de Bale. Aubameyang, que parece un Drogba pequeño, tuvo otra gran ocasión. La debilidad del Madrid ya no era el reverso de un juego ofensivo, sino un poco de sufrimiento. El Dortmund le agitaba también físicamente.
En ese momento, el Madrid hizo algo bueno. Volvió a tocar, apareció Isco y eso espantó al Borussia hacia su territorio. Llegaron ocasiones de respuesta y se vio que el Madrid necesita las llegadas de Isco. Sin gol, y cansado, fue sustituido por Asensio.
En el Borussia entró Pulisic, lo más parecido a Iniesta que se ha visto.
En el 78 acabó el partido: Modric alargó un pase al desmarque de Cristiano y el remate posterior no fue violento, fue iracundo. Sorprendente.
El gol de Cristiano nos sacó de la engañosa sensación de actualidad, de que pasan cosas. En realidad seguimos en el dominio europeo de Cristiano. Una especie de Napoleón del zambombazo.
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