Este domingo el mundo del espectáculo internacional se estremeció con la noticia de la muerte de la actriz Brigitte Bardot.
Muchos pensaron que podía tratarse de una falsa información por ser 28 de diciembre , Día de los Santos Inocentes, pero no se trató de algo falso.
Lo cierto es que la leyenda francesa, quien se convirtió en un ícono femenino, falleció a los 91 años. Bardot estaba retirada de los escenarios desde hace años. Además de su paso por los escenarios, dedicó buena parte de su tiempo a luchar por la defensa de los animales.
Fue reconocida por su sensualidad y su estilo de vestir sensual y sencillo, lo que demostró en todos los eventos en los que se presentaba así como en las más de 50 películas que realizó.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, lamentó la perdida para su país que representaba su muerte.
“Sus películas, su voz, su fama deslumbrante, sus iniciales, sus penas, su generosa pasión por los animales, su rostro que se convirtió en Marianne: Brigitte Bardot encarnó una vida de libertad. Una existencia francesa, un resplandor universal. Nos conmovió. Lloramos a una leyenda del siglo”, escribió en sus redes sociales
La noticia del fallecimiento fue confirmada a través de un comunicado emitido por la propia fundación Brigitte Bardot, sin darse a conocer mayores detalles.
“Estoy muy orgullosa de la primera parte de mi vida, que ha sido un éxito y que ahora me permite tener una fama mundial que me ayuda mucho en la protección de los animales”, solía decir, lo que reafirmó en su última entrevista, concedida el año pasado.
Los críticos señalaban a Bardot como una mujer con una personalidad y estilo únicos, lo que ella sabía y le gustaba mostrar frente al público.
Esas características la hicieron tener un lugar especial en el ámbito cinematográfico de Francia que traspasó fronteras para convertirse en una leyenda internacional.
A los 22 años incursionó en la pantalla grande con la película “Y Dios creo a la mujer”, producción hecha especialmente para ella a cargo de su esposo, el cineasta Roger Vadim.
Desde ese momento Brigitte fue el centro de atención del cine galo, gracias a una secuencia en la que aparece descalza y con el cabello suelto, bailando sensualmente sobre una mesa, con la falda abierta hasta la cintura.
Las escenas escandalizaron a la sociedad en aquel año de 1956, sobre todo en Estados Unidos.
Fue reconocida por este trabajo una nominación al Globo de Oro como mejor película extranjera y Bardot recibió premios de popularidad en varios países.
El eco de aquella escena marcó para siempre la carrera de Bardot. Con solo veintidós años, la actriz se transformó en el máximo símbolo sexual de la posguerra y en referencia obligada de la liberación femenina.
A partir de esa momento muchas jóvenes buscaron imitarla y seguir los pasos y ella, sin imaginarlo, contribuyó a la liberación sexual de una sociedad en ese momento muy rígida.
“Hace lo que le da la gana”, “Ignora deliberadamente la ropa sofisticada y las joyas”, “Su presencia perturba”, “Se convirtió en el ídolo de una generación de mujeres”, fueron algunos de los muchos comentarios surgidos alrededor de Brigitte Bardot, quien también protagonizó “La verdad”, “El desprecio”, “Esa chica descarada”, “Una parisina”, “ “En caso de desgracia”, “La mujer y el pelele” y “La verdad” entre decenas de filmes más.
Incluso el cantante brasileño Jorge Veiga le dedica una samba en 1960, la cual posteriormente fue versionada por numerosos artistas.
En la vida real, Bardot muestra la misma libertad que su personaje. Se convirtió en una joven que disfrutaba su época, que no tenía ninguna culpa y qué rompía con los tabús impuestos por la sociedad.
Su vida se convirtió en un asedio por parte de los fotógrafos. En todas sus actividades diarias era común verla rodeada por una gran cantidad de cámaras, incluso durante el nacimiento de su hijo, ocurrido en 1960.
“La histeria que me rodeaba era una locura. La sala de partos instalada en mi casa, los fotógrafos detrás de las ventanas, los que se disfrazaban de médicos”, platicó años después.
Fue tal el impacto que refería el parto de su hijo como un trauma. Fue madre sólo en una ocasión, de su hijo Nicolás, quien fue criado por su padre, el también actor Jacques Charrier.
La actriz tuvo cuatro maridos: Roger Vadim, Jacques Charrier, el millonario Gunter Sachs y el empresario Bernard d’Ormale, quien fue su compañero hasta sus últimos días.
Saint-Tropez, el pueblo tranquilo de pescadores en el sur de Francia del que se enamora, se convierte en destino obligado de la “jet-set”, al vivir ella ahí.
Por su casa, “La Madrague”, que conservará toda la vida, acuden un Bob Dylan adolescente que le dedica su primera canción o un John Lennon que se dice, tomó LSD para calmar sus nervios antes de la cita.
En un reciente libro publicado, Bardot lamentó que esa “pequeña localidad se convirtió en una ciudad de millonarios donde ya no se reconoce nada de su encanto”.
En 1973, hastiada por el desgaste de la gloria, la persecución de los paparazis, decidió de forma repentina poner fin a su carrera cinematográfica, con apenas 38 años.
Desde ese momento comienza una nueva etapa en su vida. Aprovechando su popularidad se dedicó a la defensa de los animales, una causa que parecía excéntrica en esa época, pero que en la que ella contribuyó. Fue una acérrima activista antitaurina.
Por tal motivo, en 1986 crea su propia fundación a favor de la defensa de los animales.
Sin embargo, luego fue el centro de la polémica debido a comentarios controvertidos.
Por ejemplo expresó su aceptación por la líder de extrema derecha francesa Marine Le Pen, a la que califica de “Juana de Arco del siglo XXI” en las elecciones presidenciales de 2012.
Durante años opinó sin moderación sobre los homosexuales, la migración o los musulmanes, lo que le valió varias condenas por incitación al odio racial.
Más allá de polémicas. Brigitte Bardot siempre será recordada por su sensualidad y por haberse convertido en una figura del cine internacional.





