Virginia Hernández Vázquez
Pensar en juventudes exige mirar más allá de las cifras.
En Querétaro hay más de 700 mil jóvenes entre los 12 y los 29 años; detrás de ese número inmenso, hay realidades completamente distintas. No vive lo mismo una adolescente en Amealco que un universitario en la capital. Un joven con discapacidad enfrenta desafíos diferentes a los de quien trabaja una jornada completa mientras estudia. Sus realidades son distintas, pero todos merecen ser escuchados.
Cuando asumí la Secretaría de la Juventud, tenía una misión muy clara: la SEJUVE tenía que ser cercana, entender lo que un joven está viviendo, lo que siente y lo que necesita. Porque escuchar y comprender sus realidades nos permite construir políticas públicas que verdaderamente transformen y trasciendan sus vidas.
Muchas decisiones se toman desde el escritorio, lejos del territorio, desde donde no se alcanzan a ver las desigualdades cotidianas. Por eso, una de nuestras primeras tareas fue salir a conocer el estado desde abajo, en las calles, las colonias, donde realmente se vive lo que está pasando.
Durante la campaña recorrí diferentes municipios y comunidades, y esa experiencia me marcó profundamente. Sabía que si queríamos tener una SEJUVE cercana, teníamos que estar presentes físicamente en todo el estado. Así nació el objetivo de contar con una representación municipal de juventudes en cada rincón de Querétaro.
A través del diálogo con presidentes municipales de todas las fuerzas políticas, impulsamos una visión común que reconoce a las juventudes como una causa social y política con futuro, que merece estructura, presupuesto y visión. Hoy, gracias a ese trabajo conjunto, contamos con 18 titulares municipales de juventud que trabajan en coordinación con la SEJUVE para que nuestras acciones lleguen a más comunidades.
Pero estar presentes no era suficiente. También necesitábamos descentralizar los programas sociales, llevarlos fuera de la capital, hacerlos parte de la vida cotidiana de las juventudes queretanas. Porque durante años, la política pública para jóvenes era lejana, poco flexible, poco escuchada. Hoy, con la participación de más jóvenes, esa historia está empezando a cambiar.
Formamos una red de juventudes en los municipios. Jóvenes que identifican problemas, diseñan proyectos, suman a sus amigas y amigos, lideran actividades comunitarias, rescatan espacios públicos, ayudan a organizar encuentros. Lo que empezó como un voluntariado, se convirtió en una comunidad. Hoy, esas juventudes son protagonistas, son portavoces y quienes mejor difunden e impulsan los programas de la SEJUVE.
Y eso también es hacer política con cercanía, construir con quienes viven la realidad, con quienes tienen causas y propósito. Porque cada joven que se suma, que se involucra, que propone o que levanta la mano, nos recuerda que esta secretaría existe para dialogar con las juventudes y construir junto a ellas.
Esa es la SEJUVE que estamos construyendo, una que camina, que acompaña y que entiende. Porque la juventud es una voz viva que merece presencia, respeto y respuesta.
No es lo mismo ser joven en todas partes. Y por eso, para poder transformar, primero hay que escuchar. Y para poder escuchar, hay que estar.





