Amin Maalouf pertenece a esa estirpe de pensadores formados en el periodismo, fogueados en la literatura y madurados en la reflexión histórica más profunda. Su bagaje intelectual es, pues, el de los grandes sabios, pero su talante es el de un hombre sencillo que también sabe que la grandeza puede andar a pie.
Mi primer acercamiento a su obra, fue a través de esa compleja revisión que hace en Las cruzadas vistas desde los árabes, ese episodio crucial y dramático que merecía ser desmontado, luego de que durante muchos años fue presentado en occidente como una campaña, guerrera, sí, pero sobre todo religiosa y “civilizatoria”, siendo que en realidad, tras cada una de las incursiones examinadas por Maalouf observamos que muchas de las acciones más bárbaras de esta conflagración fueron responsabilidad exclusiva de los mercenarios y fieles europeos, intentando hacerse de un gran botín en Tierra Santa. Es un extraordinario libro que nos relata cómo la fe religiosa puede abrigar no sólo fanatismo sino unas meras ansias de saqueo y despojo.
Maalouf, un hombre nacido en Líbano y residente en Francia desde hace muchos años, reunía las mejores características para contar esta historia con total y ejemplar libertad, pero sobre todo sin prejuicios, alcanzando un rigor que ha sido reconocido mundialmente. Con esa misma pulcritud emprendió la redacción de León el Africano, que es su primera novela histórica, pues cuenta la vida de un personaje fascinante, el viajero conocido precisamente como León el africano, cuyo verdadero nombre era Hasan bin Muhammed al-Wazzan al-Fasi (Hasan, hijo de Mohamed el alamín de Fez). A esta novela le han seguido otras igualmente ejemplares como Samarcanda o Los jardines de luz, así como La roca de Tanios, que le mereció el Premio Goncourt, uno de los más prestigiosos de las letras francesas.
Con su sólida perspectiva histórica, Maalouf es también un ensayista sobresaliente. Además del ya citado Las cruzadas vistas por los árabes, ha escrito Identidades asesinas, El desajuste del mundo, Un sillón que mira al Sena, El naufragio de las civilizaciones y, más recientemente, El laberinto de los extraviados. En muchos de estos textos su preocupación por el estado que guarda la humanidad frente a diversos temas como la democracia, los conflictos internacionales, la guerra, la injusticia o los avances tecnológicos es manifiesta.
“Nací muy sano –escribe en El Naufragio de las civilizaciones– en brazos de una civilización moribunda, y durante toda mi existencia, he tenido la sensación de estar sobreviviendo, sin mérito, ni culpabilidad, siendo así que tantas cosas a mi alrededor, se convertían en ruinas; igual que esos personajes de película que cruzan por calles en que se desploman todas las paredes y salen, no obstante, indemnes sacudiéndose el polvo de la ropa, mientras, tras ellos, la ciudad entera no es ya sino un cúmulo de escombros”.
Lo dice, obviamente, porque viene de una región que ha sido golpeada sistemáticamente por la guerra y en la que aún hoy anidan algunos de los principales focos de tensión que podrían desembocar en una nueva guerra mundial de proporciones incluso apocalípticas. Ya desde este libro escrito en 2019, nuestro autor alimentaba una enorme inquietud, por el hecho de que la humanidad venga desarrollando espectaculares avances tecnológicos, inconcebibles hace unas décadas, y que al propio tiempo todas estas novedades lejos de traducirse en paz y progreso, pareciera que cimientan la destrucción del orden global.
Su discurso del sábado pasado en Guadalajara, al recibir el Premio de Literatura en Lenguas Romances que le otorgó la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) también insistió en estos temas, si bien volvió a alejarse, como es su costumbre, del catastrofismo y la desesperanza.
Es muy relevante que Maalouf haya dicho, desde México (donde sus palabras debieron retumbar en los oídos de algunos políticos presentes), que “nuestra evolución moral no solo avanza más lentamente que la evolución científica y técnica, sino que hoy en día atraviesa una verdadera regresión. Una regresión del universalismo, una regresión de la democracia, una regresión del Estado de derecho. Y esto ocurre en todo el planeta”.
La de Maalouf se confirma así como una voz serena y sabia en medio de toda la locura autoritaria que recorre el mundo.
@ArielGonzlez FB: Ariel González Jiménez







