La combinación del asesinato del presidente municipal de Uruapan, Carlos Manzo, con la reacción a la manifestación del 15 de noviembre en la Ciudad de México ha puesto a la defensiva al gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum. Hay cinco aspectos de la conversación pública reciente que están alimentando narrativas potencialmente peligrosas para el gobierno: la capacidad de los estados para resolver problemas, la insuficiente acción contra el crimen organizado, las limitaciones de los esfuerzos de inteligencia, la centralidad política de la Ciudad de México y la indolencia de Morena frente a los retos de gobernabilidad.
1.- Incapacidad de gobiernos locales. Los retos de noviembre fueron antecedidos por las inundaciones que afectaron a cinco estados del país en octubre y que expusieron a la presidenta a expresiones directas de enojo por la indolencia y mediocridad de algunos gobiernos estatales. Los gobiernos de Michoacán y de la Ciudad de México mostraron también falta de oficio para atender la crisis detonada por el atentado contra Manzo y las manifestaciones de protesta. En dos meses, la presidenta ha tenido que entrar al quite para resolver insuficiencias de mandatarios estatales de su propio partido.
2.- La permanente inseguridad: a pesar del discurso oficial que destaca mejoras en seguridad y de los golpes reales contra ciertos grupos criminales, la percepción dominante en el país es que el crimen organizado controla la vida diaria de millones de ciudadanos. Según el INEGI, en septiembre de 2025, el 63% de la población adulta en 91 áreas urbanas consideró inseguro vivir en su ciudad. El asesinato de Carlos Manzo —perpetrado a pesar del acompañamiento del gobierno federal— agravó esa sensación y expuso la vulnerabilidad que viven muchos mexicanos a lo largo del país.
3.- Esfuerzos de inteligencia sin resulltados. La presidenta ha insistido en que el componente de inteligencia es el eje de su estrategia de seguridad y ha impulsado reformas legales para fortalecerlo. Sin embargo, la percepción social es que los servicios de inteligencia siguen actuando de manera reactiva, no preventiva. A pesar de las amenazas evidentes, no evitaron el atentado contra Manzo ni han permitido detener a los líderes del Bloque Negro que se presentan reiteradamente en las manifestaciones de la capital. Tampoco han logrado identificar con claridad a los intereses políticos o económicos que podrían estar detrás de estos grupos. No se diga de detener a grandes capos, como “El Mencho”, que siguen aterrorizando amplias zonas del país y de los que poco se habla. La brecha entre la retórica del uso de modelos de “inteligencia moderna” y los resultados reales genera escepticismo.
4.- La centralidad de la Ciudad de México. Aunque la Ciudad de México tiene un gobierno propio, es inevitable que lo que ocurre en ella afecte directamente a la presidenta. La capital es sede del gobierno federal y, para muchos ciudadanos, los límites entre ambos niveles son difusos. Además, Sheinbaum fue la jefa de gobierno más reciente, lo que la hace corresponsable —en la percepción pública— de los problemas que hoy se manifiestan en las calles. Después de años de protestas acompañadas por grupos violentos organizados y por la actuación recurrente del Bloque Negro, resulta poco verosímil que las autoridades aseguren desconocer quiénes son los líderes o a qué intereses responden. Si la capital continúa mostrando debilidad en el control del espacio público, el desgaste no será solo para el gobierno local: se filtrará irremediablemente hacia la figura presidencial.
5.- La indolencia de Morena. Las reacciones de Morena ante los desafíos nacionales representan otro obstáculo para la presidenta. Gobernadores que evaden responsabilidades, líderes parlamentarios que tardan en cerrar filas y especulaciones sobre funcionarios involucrados en el financiamiento o la organización del Bloque Negro alimentan la percepción de que existen actores dentro del propio movimiento que no tienen incentivos para facilitar la gobernabilidad. Aunque el discurso oficial se concentre en señalar a grupos de ultraderecha u opositores, buena parte del desgaste proviene de dentro.
El verdadero desafío para Claudia Sheinbaum no está en la oposición ni en las calles, sino en la incapacidad del Estado para proteger a sus ciudadanos y en la indisciplina de su propio movimiento. Las narrativas que hoy se instalan —un gobierno rebasado, una inteligencia insuficiente, una ciudad fuera de control y un partido que no acompaña— pueden tener larga vida. La presidenta aún tiene tiempo y capital político para recomponer el rumbo. Pero noviembre dejó una advertencia nítida: lo que pondrá a prueba a su gobierno, no es la oposición sino las grietas que se abran dentro de su propia casa.








