LA APUESTA DE ECALA
¿Y quién inventó a los abuelitos?
Hace no muchos días, amable lector, mi hija me preguntaba que quien habían inventado a los abuelitos y a las abuelitas, un poco porque mis hijos solo tienen abuelas, porque ya los señores abuelos, uno falleció hace muchos años, y el reciente, su abuelo paterno, no hace más de 4.
Les respondí de manera aristotélica – con otra pregunta- ¿no sabes quién invento a los abuelitos y a las abuelitas? ¿Qué no te he enseñado bien?
La fábrica que fabrica a los abuelitos se llama “Abrazos Incorporados S.A.” y por supuesto que me molesta que no te acuerdes.
Ya te he dicho en innumerables ocasiones, que está ubicada en la calle de los recuerdos, esquina con el callejón de las complacencias, cerquita de la avenida de aquí puedes hacer lo que te plazca.
Y al entrar a esa gran fábrica, podemos ver a una linda recepcionista, que cuando tú eras bebé – le seguía haciendo recordar a mi hija- uno como papá tenía que pedir el abuelito o la abuelita ideal.
Yo recuerdo que cuando entré, iba muy nervioso, porque ya había escogido abuelitos y abuelitas para tu hermano mayor Juan Pablo y como ahora debería de hacerlo para ti Mariana y para José Antonio, tu hermano gemelo, debía ser cuidadoso.
Y es que cuando escogí los abuelitos y las abuelitas para tu hermano mayor, el primero resultó que ya estaba apartado, al abuelo José Antonio ya lo tenía María Santísima a su lado, y además lo consentía mucho, y me dijo, Mamá Virgencita, que no podía regresármelo, porque tenía muchas cosas que hacer.
Tenía que poner un Foto Deportes en alguna parte del cielo, tenía que vender muchas cámaras, para que los angelitos, se tomaran fotos todos los días.
Además quería el abuelito José Antonio, quería un carro de esos que corren mucho, ¡le encantaba! Y pues tenía que ver que ese carro, trajera a muchas almas buenas al cielo, porque, ¿sabes una cosa hija? El abuelito José Antonio, les echa raid a muchas personas al cielo, o acaso ¿olvidas que se dedicaba a ayudar a los que se quedaban en las carreteras? Él tenía su cruz ámbar, y se sentía muy orgulloso de ello.
También recuerdo que escogía a la abuelita Yayis, una abuelita muy cariñosa, que le gustan los gatos, porque dice, que los gatos espantan a los duendes que les quitan los suelos a los niños, y no queremos que eso pase ¿verdad?, esta abuelita que escogimos camina todos los días con un trenecito, por eso echa mucho humo, y si un día pones mucha atención, verás que tiene historias interminables de sus días de niña.
La abuelita Yayis tiene una fábrica escondida de quesos de bajo de su cama, ¡yo la he visto! pero no le gusta que la descubran, el otro día sacó por arte de magia, miles de quesos de todos tipos y sabores, como si fuera un concurso.
Y cuando tu naciste, me quería cambiar una tonelada de queso manchego, por un beso tuyo.
– ¿Tanto por un beso? – dijo mi hija con los ojos abiertos como un plato.
-Los abuelitos saben que el beso de un nieto es valiosísimo- le contesté.
El abuelito Sergio, era especialista en atrapar cigüeñas y traer al mundo, miles de niños y niñas, lo hizo por más de 60 años.
El abuelo Sergio un día me dijo:
– ¡Hijo ya estás en edad de comprar hijos! – me lo dijo moviendo sus bigotes de brocha que siempre tuvo.
– ¡pero papá para tener bebés necesito una esposa! – yo le dije.
– ¡pues atrapa una! –
– ¿cómo? – le respondí.
Entonces fui a la villa de París, una tienda que había aquí en Querétaro, y ahí me vendieron un manual para lograr capturar una esposa, que eran solo 50 gansitos.
– ¿cincuenta gansitos? – dijo mi hija muy asombrada.
Entonces tomas los gansitos, y pones un caminito desde el jardín del centro, hasta la casa, y así, tu Mami cuando los vio, se fue comiendo uno por uno, hasta que cuando llegó a la casa donde vivía yo, tocó la puerta y así fue como nos conocimos.
– ¿Mamá se comió todos los gansitos? –
– ¡Sí! – Pero siempre después de comer.
¿Y así se hicieron novios? – mi hija preguntaba mientras abrazaba a chanchin, su cochino de peluche preferido.
– ¡Así mismo! –
Luego nos casamos, y decidimos comprar hijos, a unos los vendían en la comer, a Juan Pablo lo compramos junto con una caja grande de zucaritas, ¡era el premio!
Y Ustedes dos venían pegados en una coca de 2 litros, y como ese día teníamos mucha sed, compramos dos.
¡Así nacieron tú y tu hermano!
Mi hija rio, seguro que no le gustó la idea, porque a ella le gusta mucho la pexsi.
Así que el abuelo Sergio era el encargado de despegar el diurex, con el que venían pegados tú y tu hermanito.
Al abuelo Sergio lo escogimos porque sus bigotes les hacían cosquillas, y cada vez que ustedes se enfermaban, el venía y con su botiquín de paletas y gomitas, les arreglaba la pancita y la fiebre, o algún chipote por andar de traviesos.
A la aweli welington, la escogimos porque ya tenía mucha experiencia en ayudar a los enfermos, y como ustedes necesitaron terapias para su neuromotricidad, ella le encantaba hacer eso, así que dijimos, esta awueli Oli la queremos para nuestros hijos.
Ya que escogimos a sus abuelitos, fuimos a ver cuánto nos iba a costar cada abuelito y abuelita.
¡aparte eran 4!
Por el abuelo José Antonio nos pidió la vendedora, que el precio era ir a misa toda la vida, cada domingo, ¡sin falta!
– ¿Sin falta?- dijo mi hija un poco cansada.
Sí, sin falta, porque si no, lo tendríamos que regresar, y no podíamos perder la oportunidad de tener a este abuelito en el cielo.
Por el abuelo Sergio, nos dijeron, que el precio, era que no le falláramos a la consulta cada semana, con cada chipote, fiebre y dolor de panza, por exceso de algodones de azúcar y manzanas con caramelo.
Por la Yayis nos dijeron que, el costo era seguir cuidándola, que la visitáramos mucho, cada semana, y que nos la trajéramos, y que el precio más caro, era escuchar todas sus historias, con atención y cariño.
Por la awueli welington, el costo era que iba a ser nuestra vecina, que la fueran a visitar todos los días de vacaciones, metidos en su casa, rompiéndole cosas y comiendo su eterno pollo.
Y que cuando fuera ella a sus clases de deportes y bailes en el polo, ustedes tenían que acompañarla.
Eso nos cobraron en la fábrica de abuelitos, para que ustedes tuvieran abuelitos.
¡es un precio muy caro! Para nosotros papás que trabajamos y hacemos todo por que sean felices.
– ¿papá tu tuviste abuelitos y abuelitas?
-Sí, tuve seis.
– ¿seeeis? – dijo incorporándose, mientras le contaba la historia, ella sentada en mis rodillas.
Si mira.
Mi abuelo Nacho fue un capitán del ejército de Carranza, ese presidente de lentes de jipi y barbas de santa clos.
Tenía unas historias fantásticas de sus guerras y sus batallas, siempre peleó por un mejor Mëxico.
Solo que tenía un defecto, ¡no creía en la virgencita de Guadalupe!
Pero cuando murió y se fue al cielo, vio que era verdad y hasta el día de hoy ha sido muy feliz.
-¿cómo sabes?-
¡me lo dijo un pajarito!
Mi abuela paz fue una maestra de primaria, una de las primeras en Querétaro, comenzó a dar clases en 1917, cuando tenía 17 años.
Mi abuelo Luis – por eso me pusieron así a mí- fue un soldado de la revolución mexicana, solo que, del lado de Zapata, luchando por un país de igualdad y de reparto de las tierras a los que menos tienen.
Mi abuela Mamá Chole fue una campesina linda, curtida en la tierra, que tuvo a su primer hijo a los 14 años, de ¡20 que tuvo!
– ¡¿Veinte hijos?! – asombrada mi hija. -¡imagina papá cuantas mamilas tendría que hacer!-
Ellos fueron mis abuelos.
– ¿Y la awueli compró esos abuelos para ti?
¡Sí mami! Me los compro todos para mí.
-Y ¿por qué yo no los conozco?
Porque Papá Dios ya se los llevó a vivir con él.
Mi hija ese día se quedó viendo las fotografías antiguas, de esas que guardamos todos en baúles o cajones viejos, que tienen un aroma exquisito a madera vieja, de cedro.
Cuando regresé de trabajar, por la noche, y mis hijos estaban ya listos para dormir, escuchaba que mi hija le platicaba a su hermano José Antonio, cómo los papás compran a los abuelitos y a las abuelitas, en donde los venden y cuánto cuestan.
Cuando regresé a darles la bendición, mi hijo José Antonio me dijo:
-¡Me hubieras escogido de abuelitos a los reyes magos!
¿por qué? Dije yo muy intrigado
-Pues porque cada noche al dormir, yo dejaría mi zapato, y así tendría juguetes interminables, ¿te imaginas?… y se quedó dormido.
Y es que amigo lector, ¿Usted que abuelitos les escogió para sus hijos? ¿y los propios? ¿Ya les elevó una oración al cielo?