La sierra de San Joaquín guarda un silencio distinto.
En la Reserva Nacional de Campo Alegre, los árboles parecían testigos viejos de una historia nueva. Por un instante, la política recuperó su sentido original: servir, no servirse.
Ahí, entre la neblina y la tierra húmeda, Ricardo Astudillo Suárez fue ratificado como dirigente estatal del Partido Verde Ecologista de México.
Y aunque en el papel fue una asamblea, en el ambiente se respiraba algo más: independencia, congruencia y la intención de demostrar que aún se puede hacer política con las manos limpias.
El verde volvió a latir en Querétaro.
Entre rostros curtidos del campo, mujeres de trabajo, jóvenes entusiastas y alcaldes de la sierra, la consigna fue clara: unidad sin sumisión, territorio antes que pantalla.
El líder nacional, Arturo Escobar y Vega, encabezó el acto, pero la voz que encendió a los presentes fue la de Astudillo, el queretano que no teme decir con firmeza:
“Sí quiero ser gobernador. Estoy dispuesto a sacrificar el tiempo que tenga que hacer por Querétaro.”
No habló con soberbia, sino con la certeza de quien se ha hecho a pulso, de quien no debe favores ni explicaciones.
En tiempos donde abundan los discursos huecos y los trofeos comprados, su figura representa una rareza: la del político que puede mirar de frente sin miedo.
Mientras algunos presumen “premios internacionales” que cuestan hasta 279 dólares por inscripción, Astudillo camina sin necesitar vitrinas ajenas.
No compra reconocimientos ni alquila prestigio.
Fue empresario antes que político, y tuvo oficio antes que cargo.
No depende de la nómina pública ni de la protección de ningún grupo.
Esa independencia, en un país donde los expedientes se apilan en la Fiscalía General de la República, es una diferencia que incomoda.
Porque mientras otros intentan lavar su nombre con discursos reciclados, Astudillo no tiene nada que esconder.
Sus detractores mandan rumores a través de operadores, sus adversarios le inventan sombras porque no soportan la luz de la coherencia.
Y ya se sabe: en política, como en la vida, el miedo siempre busca voceros.
Desde Campo Alegre, el Verde no solo renovó su estructura, se reafirmó como opción.
Cincuenta nuevos nombramientos, treinta direcciones y un Consejo Político que se abre a la ciudadanía: señales de un partido que quiere volver a tener rostro humano.
En tiempos donde la política se mide en contratos, aquí se midió en convicciones.
Astudillo no presume ser salvador de nadie.
Solo representa la posibilidad de un Querétaro que crea, que trabaje y que vuelva a confiar.
Su mensaje no fue de confronta, sino de reconciliación:
“Unión, no división; soluciones, no discursos.”
La frase sonó más a manifiesto que a consigna.
Quizá por eso su voz pesa: porque en medio del ruido de los simuladores, un político limpio se vuelve peligroso.
El aire frío de San Joaquín se llevó las últimas palabras del encuentro:
“Querétaro fuerte otra vez.”
Y quizá, sin saberlo, la sierra fue testigo de un comienzo: el de un movimiento que no se pinta de verde por conveniencia, sino por convicción.
Porque al final, los colores no hacen al político: sus actos sí.
Y en tiempos donde casi todo se compra, el Verde que no se esconde vale más que mil trofeos de alquiler.
Colofón | Sin patrón y sin miedo
No sorprende que los voceros del poder se incomoden cuando alguien escribe sin permiso.
Juan Carlos Espinosa Larracoechea me dedicó un programa entero con la esperanza de ganar puntos frente a su patrón.
Hablan de ética, pero su nómina les dicta el guion.
Hablan de periodismo, pero practican la propaganda.
Yo, por fortuna, no vivo del erario.
Soy abogado, maestro en derechos humanos y amparo, y periodista libre.
No me sostienen convenios ni contratos disfrazados de opinión.
Por eso les duele: porque quien no se vende, no se calla.
Y quien no se calla, estorba.
Dicen que defiendo a Ricardo Astudillo.
No.
Reconozco coherencia donde la hay, igual que he reconocido el trabajo de Mauricio Kuri o de Felifer.
La diferencia es que puedo hacerlo sin deberle nada a nadie, sin pedir permiso y sin recibir un peso por decir lo que pienso.
En un país donde la independencia se castiga, los propagandistas se disfrazan de analistas y los favores se pagan con silencio, yo elijo seguir escribiendo.
Aunque les moleste. Aunque les duela.
Porque callar por miedo es corrupción.
Y ese lujo, yo no me lo doy.
Mañana, todos los contratos terminan.
La palabra, no.
A chambear.
@GildoGarzaMx







