Israel Sánchez
A través de una prosa densa, envolvente y exigente, el escritor húngaro László Krasznahorkai, nuevo Premio Nobel de Literatura, conduce al lector por las profundidades de lo liminal.
“El poder hipnótico de su literatura lleva al lector hacia lugares perdidos de la memoria cultural. Una antigua mentalidad resurge en sus libros y renueva las dimensiones de un mundo que habíamos olvidado”, opina en entrevista el escritor y periodista español Basilio Baltasar.
“Es una escritura elegante que penetra los espacios de una psique latente”, agrega el también director de la Fundación Formentor, quien presidió el jurado que decidió otorgar el Premio Formentor de las Letras 2024 al autor originario de Gyula, pequeña ciudad del sureste de Hungría, cerca de la frontera con Rumania.
Krasznahorkai fue reconocido con el galardón literario más importante del mundo “por su obra fascinante y visionaria que, en medio de un terror apocalíptico, reafirma el poder del arte”, según el fallo de la Academia Sueca. Su nombre figuraba entre los principales favoritos en las listas que suelen circular días antes del anuncio.
“La expectación en los círculos literarios era intensa, aunque lo mejor en estos casos es sentarse a esperar. La noticia ha producido en España una especial alegría; a pesar de ser un autor de minorías, es muy apreciado por su excepcional cualidad narrativa y su singular personalidad”, comenta Baltasar sobre el húngaro de 71 años, conocido también por ser el brillante guionista de obras maestras del cineasta Béla Tarr, algunas basadas en sus libros.
“Las imágenes que vemos evocadas en las películas de Tarr (Tango satánico, El caballo de Turín, por mencionar un par) me parecen una proyección de las voces, escenas y silencios presentes en su obra literaria”, prosigue el español. “Fue un feliz encuentro entre el autor y el cineasta gracias, sobre todo, a la capacidad con que cada uno comprendía el lenguaje del otro.”
De paso por México hace menos de un año, Krasznahorkai compartió su discurso de recepción del Premio Formentor durante la 38 Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), ocasión que permitió a Baltasar apreciar el lado más personal del astro de la literatura húngara.
“Es una persona amable, cortés y paciente. Sorprende que la profundidad de su literatura, su alambicada escritura y su visión casi metafísica se reflejen en una figura luminosa y casi transparente. Fueron unos días muy agradables los que pasamos en Guadalajara”, recuerda.
Con el anuncio del Nobel, que convirtió a Krasznahorkai en el segundo escritor húngaro en obtenerlo —después de Imre Kertész, galardonado en 2002—, muchos lo han considerado un novelista ideal para los tiempos actuales, por sus estampas de decadencia y colapso, con personajes que se aferran desesperadamente a promesas, apegos y mitos en medio del fracaso.
“Al escritor le corresponde dar forma narrativa a sus cualidades proféticas —si las tiene, claro—. En el caso de László, ése es uno de sus rasgos literarios más notables”, destaca Baltasar.
“Pero profetizar no es adivinar. Profetizar es ver lo que no ven los invidentes, una de las grandes misiones atribuidas a la literatura desde su origen. László anuncia lo que sucede ahora y aquí, aunque nadie se dé cuenta. Ésa es la importancia de Krasznahorkai”, celebra el director de la Fundación Formentor.
