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El morenista del desastre

Desliz

por Gildo Garza
20 octubre, 2025
en Editoriales
Estampida de Kuri  contra el populismo
143
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Todo comenzó con un tuit. Uno solo.

Una ráfaga de memoria en medio del ruido: “Les refresco la memoria sobre el FONDEN… aquel fondo que debía ayudar a los damnificados y que fue administrado por Chema Tapia en tiempos del PRIAN. Tras su desaparición, el personaje aterrizó en Querétaro bajo el cobijo de Morena.”

Ese mensaje fue el fósforo. Un recordatorio que abrió una grieta en el relato presidencial. José María “Chema” Tapia, exdirector del Fondo de Desastres Naturales durante el gobierno de Peña Nieto, reapareció bajo la bandera del partido que prometió erradicar la corrupción. El mismo hombre que administró tragedias ajenas y amasó fortuna propia volvía a escena como rostro del morenismo queretano.

Desde 2021 las pistas estaban ahí: contratos con la SEDENA, licitaciones del INSABI, empresas creadas en plena pandemia y propiedades en Miami, Houston, Acapulco y El Campanario. Todo documentado, todo público, pero convenientemente olvidado.

La presidenta Claudia Sheinbaum intentó revivir el fantasma del FONDEN para reforzar su discurso de honestidad, sin advertir que el pasado que quería señalar le respiraba en el cuello. Bastaron horas para que su argumento se transformara en una “maroma presidencial”: el director del fondo que denunciaba por corrupción había sido candidato de su propia coalición.

De pronto, en los principales noticieros del país, el caso comenzó a resonar. Era evidente que algo se había movido. Carlos Loret de Mola, con su estilo quirúrgico, soltó la frase que aún retumba: “Criticar la corrupción y luego abrazarla, eso sí que es ruindad.”

Azucena Uresti, desde su estudio, retomó el caso con precisión: casas en Miami, Houston y Acapulco; contratos con la SEDENA y el INSABI; una fortuna superior a los 260 millones de pesos y un mismo patrón: el poder como refugio.

El país escuchaba. Y Querétaro, de pronto, se miraba al espejo.

La negación no tardó. Luisa Alcalde, desde la presidencia del partido, se apresuró a declarar que Tapia “no pertenece a Morena”. Pero los documentos del INE, la multa compartida con el Verde y el PT, y las fotos de campaña en Querétaro la desmintieron antes de que terminara la frase.

En cuestión de horas, el silencio se rompió y la historia tomó vida propia.

Aquella semana de noviembre de 2024, cuando Tapia ya había perdido la elección tras invertir millones en las campañas local y federal, las piezas encajaron solas. La historia se había salido del control del poder y ya no había forma de contenerla.

En medio del ruido mediático reapareció una vieja entrevista: Tapia, con sonrisa de político seguro de su suerte, decía estar “a disposición de la presidenta” y esperaba ser nombrado delegado de la Secretaría de Gobernación. Lo decía con el aplomo de quien se sabe respaldado. Hoy, esa misma presidenta lo niega con el silencio que se reserva para los compromisos incómodos.

Pero Querétaro, como siempre, guarda más de lo que muestra. En los últimos meses, Tapia se ha dejado ver entre los operadores del grupo de Santiago Nieto y Homero Barrera McDonald, dos nombres que orbitan el poder local con la naturalidad del que no teme ensuciarse.
Dicen que andan de vuelta en los negocios grandes:
el huachicol de corbata, el cartel inmobiliario y la ruta opaca del medicamento público.

En ese juego, Tapia parece haber recuperado su viejo oficio: el de mediador de sombras, el que no aparece en las fotos pero siempre cobra su parte.

Barrera, por su parte, carga una historia que huele a pólvora y poder: sobreviviente de malos arreglos, conocedor del tráfico de medicinas y diputado local con vocación de rijoso. Tiene empresas en regla, pero los números no cuadran, y las coincidencias con Tapia empiezan a parecer sociedad más que casualidad.

Así se mueve el nuevo Querétaro morenista: con la limpieza de los discursos y la mugre de los contratos.

Un ecosistema donde la opulencia se confunde con el éxito y la complicidad con la lealtad.

Cinco días bastaron para descomponer la narrativa del “cambio verdadero”:

El primero, la presidenta habló del FONDEN.

El segundo, se descubrió que su exdirector era parte de su coalición.

El tercero, intentaron negarlo.

El cuarto, la historia se volvió nacional.

Y el quinto, Morena y el Verde guardaron silencio, como quien se muerde la lengua para no aceptar su propia vergüenza.

El caso Chema Tapia no fue una tormenta mediática: fue un espejo.

Un reflejo de cómo el poder se recicla, de cómo los viejos vicios cambian de siglas y de cómo la moral pública se disuelve en la conveniencia política.

El FONDEN desapareció, sí, pero no la cultura de lucrar con la desgracia.

El fondo fue clausurado, pero el negocio del desastre sigue abierto, con sucursal en Querétaro y administración compartida.

Porque en política, como en la ruina, siempre hay quien sabe dónde está el dinero.

Y Chema Tapia, parece, nunca dejó de saberlo.

Que nadie se equivoque: esto apenas comienza.

Los nombres caerán uno a uno, como fichas cansadas de fingir equilibrio.

En Querétaro, el silencio ya cruje, y los que se esconden detrás del discurso del cambio pronto entenderán que los archivos no olvidan.

Esta semana vuelve a arder la pradera.

Catorce orbitan el mismo sol, bajo la sombra de Gilberto Herrera, ese alumno del poder que aprendió demasiado rápido sus mañas.

La red se estira, los hilos se tensan… y lo que viene no será amable.

El tiempo del silencio terminó.

Colofón:

Ayer se abrazaron Mauricio Kuri y Pancho Domínguez.

Una foto que dio la vuelta a Querétaro dentro de la asamblea estatal del PAN.

En la imagen no hay casualidad, hay mensaje.

Kuri y Pancho ya se sentaron, ya se entendieron y ya trazaron la ruta.

El PAN queretano llega a la elección con la casa barrida, los hilos planchados y la estrategia lista.

Y a eso se suma un factor más: Felifer arrasa en las encuestas.

Cuando el poder se ordena, el resultado deja de ser sorpresa.

A chambear.

@GildoGarzaMx

Etiquetas: ChemaFondenSheinbaumtapia

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