Yanireth Israde
El fotógrafo Pedro Meyer celebró este 6 de octubre sus 90 años con la curiosidad intacta. Pionero de la fotografía digital en México, ahora reflexiona sobre las imágenes en la era cuántica y la posibilidad de que no solo se contemplen, sino que también se experimenten sensorialmente —por ejemplo, sentir el clima— a través de fotos multisensoriales y multidimensionales.
Autor de imágenes icónicas del movimiento estudiantil de 1968 —las portadas de Los días y los años, de Luis González de Alba, y La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska, llevan su firma—, así como de la Revolución Sandinista, el festival de Avándaro y los sismos de 1985, Meyer experimenta hoy con inteligencia artificial: la utiliza para intervenir obras propias y para generar otras a partir de instrucciones.
Ese trabajo será parte del libro Algoritmos, de próxima publicación en la colección Miramar, que reunirá 43 volúmenes sobre su vida, su obra y la evolución de la fotografía. El primero, Ajusco, ya circula, y pronto aparecerá Teatro Universal, dedicado a la campaña presidencial de Miguel de la Madrid en los albores de los años 80:
“Fue una obra de teatro porque todo el mundo sabía cuál era el resultado: no había más que un candidato”.
En un año tendrá listos los 43 volúmenes, anuncia durante una entrevista en su casa de Coyoacán, donde óleos, fotografías, dibujos, grabados e imágenes generadas por IA conviven en igualdad de condiciones. Al colocar a Pablo Picasso o David Alfaro Siqueiros junto a Henri Cartier-Bresson, otorga a la fotografía el estatuto de arte que siempre ha defendido.

“¿Cómo preserva el brío?”
—Soy alguien que desde chico ha tenido mucha curiosidad. En todo. Lo que me lleva de una cosa a la otra es la curiosidad de cómo se ve, cómo se resuelve, cómo se manifiesta dentro de la dinámica de los cambios sociales, políticos, tecnológicos… Todo está en cambio constante.
Lo único que no puede uno hacer y mantenerse saludable es acomodarse a lo ya conocido; lo que mantiene la incertidumbre es justamente lo desconocido, lo que no se tiene dominado, lo que no se tiene controlado.
“¿Nunca le temió al cambio?”
—El cambio no me da miedo. Lo que me da miedo es el no cambio, porque siento que es muy triste no poder crecer. Creo que el destino de todos los seres humanos es crecer, independientemente de lo que se dediquen o la edad que tengan. A mis 90 años, si no crezco todos los días en algo, me siento limitado.
Hay que crecer, a pesar de los vientos encontrados que siempre tenemos todos a lo largo de la vida. Civilizatoriamente estamos aquí para resolver problemas, para llevar el saber humano, la experiencia humana, al siguiente nivel. Y eso es divertido, entretenido, enriquecedor.
“¿Qué es lo que más le entusiasma ahora?”
—Levantarme temprano en la mañana para poder trabajar en los 43 libros que tengo por entregar de aquí a un año.
Hay que acomodar las fotos en un orden que narrativamente tenga sentido; tengo que platicar las cosas de tal manera que cautive tu curiosidad para seguir las páginas del libro. Y si de alguna manera logré aportar algo a tu toma de conciencia del mundo, pues valió la pena hacerlo.
“¿Sus fotos buscan concientizar o qué buscan?”
—Diría que ser honesto con quien he retratado.
“¿Todos los días toma fotos?”
—Sí, todos los días y no por obligación, sino por necesidad. Así como tengo que comer o tomar agua, así tengo que tomar fotos.
Alterar sin mentir
A diferencia de quienes conciben la fotografía como un “acta notarial” o un testimonio inalterable, Meyer la considera una interpretación de la realidad:
“De acta notarial no tiene nada. Todo es fabricado, todo es falso y no es falso nada”, sentencia y hace un símil con la novela y la verdad que entraña la ficción.
Tras la reflexión, toma la cámara y retrata a sus interlocutores.
La pérdida de la visión no le ha impedido proseguir con la fotografía. El también autor visual y editor, nacido en Madrid en 1935, hijo de padres judíos que huyeron de la Alemania nazi y luego dejaron España por la Guerra Civil, explica que distingue las siluetas, no los detalles. Sin embargo, las fotos que toma con su cámara digital Hasselblad de 110 millones de píxeles le permiten aumentar las imágenes en la pantalla y apreciar los detalles.
Una foto de su estudio muestra precisamente una imagen en gran formato profusa en detalles. La tomó en Ixtlilco el Grande, Morelos, donde cada 16 de septiembre se celebra el Simulacro de los Mecos, una representación que revive la lucha indígena durante la Guerra de Independencia de México.
Se inspiró en el pintor neerlandés Pieter Bruegel, cuya obra, que recrea con minuciosidad cada escena, colgaba en su recámara infantil y él descifraba. Desde entonces, la curiosidad ha sido, para Meyer, una manera de mirar y habitar el mundo.
“¿Mira más hacia adelante o suele volver atrás?”
—Creo que hay que mirar para adelante y para atrás, porque el pasado también tiene muchísimo mérito y muchas cosas de las que uno aprende.
Pero se puede uno quedar ahí o en el adelante y no es bueno ni uno ni lo otro. Creo sinceramente que tiene uno que tener la flexibilidad de las dos cosas.
“¿Usted vive en ese equilibrio?”
—Aspiro a hacerlo. La aspiración es lo más honesto que puede uno hacer y se tiene uno que estar cuidando de no caer en convencerse a uno mismo de su propia bondad.
“¿Eso sería autocomplacencia?”
—Claro.
“¿Tiene uno que ser radicalmente honesto con uno mismo?”
—Hay que intentarlo. No creo que se pueda lograr siempre, pero hay que intentarlo.
Impulso al gremio
Además de fotógrafo, editor, curador y artista visual, Pedro Meyer es reconocido por sus aportaciones al desarrollo gremial de la fotografía en Latinoamérica:
λ Fundó el Grupo Arte Fotográfico.
λ Impulsó los primeros Coloquios Latinoamericanos de Fotografía.
λ Creó el Consejo Mexicano de Fotografía.
λ Desarrolló ZoneZero, el primer sitio en internet dedicado a mostrar fotografía, donde publicó la obra de más de mil 500 autores.
λ Instauró la Fundación Pedro Meyer.
λ Abrió el Foto Museo Cuatro Caminos y, aunque en abril de 2020 se anunció el cierre del espacio, continúa vigente a través de su sitio digital (fotomuseo.mx), desde donde impulsa la investigación, curaduría, producción y promoción de la cultura visual contemporánea.
Rostros del Ajusco
Pedro Meyer atestiguó, hace más de 50 años, la construcción de la colonia Ajusco, al sur de la Ciudad de México. Las fotografías reunidas en la exposición Colonia Ajusco —título también del libro de reciente publicación, uno de los 43 volúmenes de la colección Miramar— muestran la vida de quienes abrieron caminos entre la lava para edificar sus casas y tejer vínculos. Los colonos son protagonistas de la muestra que se exhibe en Francisco Ortega 20, Coyoacán.







