El pasado miércoles, el Club de Industriales de Querétaro se convirtió en escenario de una noche singular en la que el arte y la filantropía se dieron la mano. La Fundación Mano Amiga, en colaboración con Pop Up Subastas, organizó una venta que rompió con los moldes tradicionales: más de 30 obras encontraron nuevos dueños bajo una curaduría fresca, irreverente y divertida.
La selección incluyó piezas de maestros consagrados como Pedro Friedeberg, David Alfaro Siqueiros, Francisco Toledo, José Guadalupe Posada y Rafael Coronel, junto con artistas de gran fuerza plástica como César Martínez, Fischer y Buenrrostro. El conjunto combinó serigrafías, giclée, óleos, acrílicos y grabados, ofreciendo un abanico que transitaba entre lo clásico y lo experimental.
Uno de los momentos más comentados fue la presentación de una pintura de Porfirio Díaz realizada por Juan José Díaz Infante, atravesada por un dardo y titulada El dardo es la historia, pieza que propone una síntesis crítica y fulminante de la historia de México en el siglo XX.
La diversidad y el ingenio curatorial no se detuvieron ahí. Entre las obras más celebradas estuvo la pieza de Gaby Buenrrostro, construida con juguetes de Lego sobre el universo de Star Wars, titulada The Dark Side, donde el juego infantil se cruza con la cultura pop global. También causó sorpresa una reinterpretación de la polémica banana de Cattelan: en esta ocasión, una banana cubierta de chaquira huichol realizada por el maestro Matsuga, adherida con cinta de duct tape, presentada como una obra descolonizadora que dialoga con la ironía y la tradición.
Más allá del valor estético y económico, la velada se distinguió por su carácter solidario. Los fondos recaudados se destinarán a los programas educativos de la Fundación Mano Amiga, que trabaja para abrir oportunidades a niños y jóvenes en situación vulnerable. Además de las adquisiciones, varios de los asistentes se ofrecieron a convertirse en “padrinos”, comprometiéndose a realizar donaciones mensuales para asegurar la continuidad de los programas.
“Queríamos que la subasta fuera ligera, alegre, con un guiño al humor y al juego, porque el arte también puede ser un espacio de complicidad y celebración”, señaló un representante de Pop Up Subastas al término del evento.
El entusiasmo del público se hizo sentir en cada puja, en una noche donde quedó claro que el arte puede ser al mismo tiempo una inversión, una experiencia estética y una forma poderosa de transformar vidas.
Porque cuando el arte se une a la solidaridad, lo que se recauda no son la venta del arte sino la posibilidad de que todavía hay esperanza.








