Este 12 de agosto se conmemora el Día Internacional de la Juventud. Una fecha que debería empujarnos a mirar de frente una verdad incómoda: las y los jóvenes heredarán un planeta profundamente marcado por decisiones que no tomaron, pero que sí les afectarán de forma directa. En temas como el agua y el medio ambiente, ese futuro ya empezó a alcanzarnos.
Hablar de la agenda hídrica y ambiental sin incluir a la juventud es como intentar reparar una fuga de agua sin cerrar la llave. La crisis climática, la escasez del agua, los ecosistemas fragmentados y las sequías prolongadas no son problemas de mañana: ya están aquí, y son precisamente las nuevas generaciones quienes vivirán más tiempo en este escenario cada vez más frágil.
Pero ojo, no se trata de ponerles toda la carga encima. Al contrario. Se trata de darles las herramientas, los espacios y la confianza para que participen activamente en las soluciones. Hay jóvenes que ya están levantando la voz, organizándose, reforestando, proponiendo desde la ciencia, la tecnología y la comunidad. Lo que falta no es voluntad, sino que se les tome en serio.
Y eso implica dejar de verlos como “el futuro” y empezar a reconocerlos como actores clave del presente. Su creatividad, su forma distinta de ver el mundo, su urgencia por actuar y su capacidad de imaginar alternativas son justo lo que necesitamos para replantear nuestra relación con el agua y con la naturaleza.
Necesitamos políticas públicas que no solo hablen de la juventud, sino que se construyan con la juventud. Desde las universidades, los barrios, los ejidos, las redes digitales. Porque nadie va a defender lo que no siente suyo, y parte del problema es que durante mucho tiempo se les ha dejado fuera de las decisiones importantes.
Este 12 de agosto no debería ser solo una fecha conmemorativa, sino una oportunidad para reflexionar: ¿Qué estamos haciendo para integrar a las juventudes en la defensa del agua? ¿Qué les estamos dejando? ¿Y qué tanto nos atrevemos a cederles el espacio que merecen?
Porque el futuro es suyo, sí. Pero también es su derecho participar en cómo se construye hoy.Este 12 de agosto se conmemora el Día Internacional de la Juventud. Una fecha que debería empujarnos a mirar de frente una verdad incómoda: las y los jóvenes heredarán un planeta profundamente marcado por decisiones que no tomaron, pero que sí les afectarán de forma directa. En temas como el agua y el medio ambiente, ese futuro ya empezó a alcanzarnos.
Hablar de la agenda hídrica y ambiental sin incluir a la juventud es como intentar reparar una fuga de agua sin cerrar la llave. La crisis climática, la escasez del agua, los ecosistemas fragmentados y las sequías prolongadas no son problemas de mañana: ya están aquí, y son precisamente las nuevas generaciones quienes vivirán más tiempo en este escenario cada vez más frágil.
Pero ojo, no se trata de ponerles toda la carga encima. Al contrario. Se trata de darles las herramientas, los espacios y la confianza para que participen activamente en las soluciones. Hay jóvenes que ya están levantando la voz, organizándose, reforestando, proponiendo desde la ciencia, la tecnología y la comunidad. Lo que falta no es voluntad, sino que se les tome en serio.
Y eso implica dejar de verlos como “el futuro” y empezar a reconocerlos como actores clave del presente. Su creatividad, su forma distinta de ver el mundo, su urgencia por actuar y su capacidad de imaginar alternativas son justo lo que necesitamos para replantear nuestra relación con el agua y con la naturaleza.
Necesitamos políticas públicas que no solo hablen de la juventud, sino que se construyan con la juventud. Desde las universidades, los barrios, los ejidos, las redes digitales. Porque nadie va a defender lo que no siente suyo, y parte del problema es que durante mucho tiempo se les ha dejado fuera de las decisiones importantes.
Este 12 de agosto no debería ser solo una fecha conmemorativa, sino una oportunidad para reflexionar: ¿Qué estamos haciendo para integrar a las juventudes en la defensa del agua? ¿Qué les estamos dejando? ¿Y qué tanto nos atrevemos a cederles el espacio que merecen?
Porque el futuro es suyo, sí. Pero también es su derecho participar en cómo se construye hoy.
Este 12 de agosto se conmemora el Día Internacional de la Juventud. Una fecha que debería empujarnos a mirar de frente una verdad incómoda: las y los jóvenes heredarán un planeta profundamente marcado por decisiones que no tomaron, pero que sí les afectarán de forma directa. En temas como el agua y el medio ambiente, ese futuro ya empezó a alcanzarnos.
Hablar de la agenda hídrica y ambiental sin incluir a la juventud es como intentar reparar una fuga de agua sin cerrar la llave. La crisis climática, la escasez del agua, los ecosistemas fragmentados y las sequías prolongadas no son problemas de mañana: ya están aquí, y son precisamente las nuevas generaciones quienes vivirán más tiempo en este escenario cada vez más frágil.
Pero ojo, no se trata de ponerles toda la carga encima. Al contrario. Se trata de darles las herramientas, los espacios y la confianza para que participen activamente en las soluciones. Hay jóvenes que ya están levantando la voz, organizándose, reforestando, proponiendo desde la ciencia, la tecnología y la comunidad. Lo que falta no es voluntad, sino que se les escuche en serio.
Y eso implica dejar de verlos como “el futuro” y empezar a reconocerlos como actores clave del presente. Su creatividad, su forma distinta de ver el mundo, su urgencia por actuar y su capacidad de imaginar alternativas son justo lo que necesitamos para replantear nuestra relación con el agua y con la naturaleza.
Necesitamos políticas públicas que no solo hablen de la juventud, sino que se construyan con la juventud. Desde las universidades, los barrios, los ejidos, las redes digitales. Porque nadie va a defender lo que no siente suyo, y parte del problema es que durante mucho tiempo se les ha dejado fuera de las decisiones importantes.
Este 12 de agosto no debería ser solo una fecha conmemorativa, sino una oportunidad para reflexionar: ¿Qué estamos haciendo para integrar a las juventudes en la defensa del agua? ¿Qué les estamos dejando? ¿Y qué tanto nos atrevemos a cederles el espacio que merecen?
Porque el futuro es suyo, sí. Pero también es su derecho participar en cómo se construye.







