Israel Sánchez
Aunque las espectaculares y costosas misiones de agencias internacionales puedan sugerir lo contrario, carecer de sumas exorbitantes de dinero no es un impedimento para participar en la industria espacial.
Elvis Andrés Ayala, ingeniero en Comunicaciones y Electrónica —aún en proceso de titulación— formado en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), se ha propuesto demostrar que es posible ingeniárselas para contribuir al estudio del espacio partiendo de simples materiales comerciales al alcance de cualquiera.
“A pesar de que el sector aeroespacial es muy caro, es un sector en el cual se debe de derrochar mucho dinero, pues yo creo que se puede hacer a la mexicana también, o sea, con ingenio, abaratando costos”, afirma en entrevista telefónica el politécnico originario de Salina Cruz, Oaxaca, con 26 años recién cumplidos en julio.
No lo dice nada más por decir o como un ambicioso anhelo, sino desde la experiencia de haber elaborado ya un sistema semiautónomo de captura de imágenes que lleva por nombre Trinidad, el cual ya operó con éxito ni más ni menos que en la estratósfera. Y lo hizo con una inversión no mayor a mil 500 pesos.
Tal ascenso al espacio suborbital fue posible gracias al Programa de Globos Científicos de la NASA, en el que el IPN lleva participando ininterrumpidamente con el proyecto EMIDSS —siglas en inglés para Módulo Experimental para el Diseño Iterativo de Subsistemas Satelitales—, que lidera el doctor en Ingeniería Mario Alberto Mendoza Bárcenas, asesor de tesis de Andrés Ayala.
“El gran impacto del año pasado con mi sistema fue que no llevó protección contra radiación solar ni contra las temperaturas bajas, y funcionó a la perfección”, destaca con orgullo el joven oaxaqueño sobre Trinidad, realizado con una cámara de 12 megapíxeles y una computadora Raspberry Pi integrados en una carcasa que él mismo imprimió en 3D en su casa.
“Funcionó desde que encendió, llegó hasta la altura máxima, que fue alrededor de 42 kilómetros, y la temperatura que registró la misión fue de -52 grados bajo cero. Para componentes comerciales nos dicen que solamente pueden estar, máximo, a -20 grados; aguantar aún más de eso es algo impresionante, la verdad”, añade el ingeniero, quien con este trabajo estaría egresando de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME), Unidad Zacatenco.
Este año fue invitado por Mendoza Bárcenas para volver a participar ahora en el EMIDSS-7, a lanzarse este mes desde Fort Sumner, Nuevo México, y lo hará con una segunda versión de Trinidad, mucho más robusta y en forma de nanosatélite tipo CubeSat, que además de tomar fotografías también recopilará datos ambientales, como ozono, calidad del aire, temperatura y humedad.
Si el año pasado consiguió obtener unos 2 gigabytes de información del espacio estratosférico, con esta nueva versión en la que colaboró su colega Erick Daniel Macías Martínez, y que contó con el patrocinio de Raspberry Pi y la empresa china DFRobot —por lo que estima la inversión final en alrededor de 11 mil 500 pesos—, podría reunir hasta 38 gigas.
“Nos da mucha información: patrones de nubes, sequías; nos puede hablar mucho del cambio climático también. Más adelante lo que también se puede hacer con estas imágenes es meterlas a una Inteligencia Artificial que pueda ver patrones en la imagen que tal vez nosotros no podamos”, apunta Andrés Ayala, quien no ceja en su empeño de validar componentes comerciales y aprovechará la misión para evaluar el comportamiento de un tipo de batería.
‘La ciencia está para ayudar’
La razón por la cual Andrés Ayala le puso Trinidad a su sistema entraña dos aspectos personales: su fe religiosa y la obsesión que tiene con el número 3.
“La (Santísima) Trinidad engloba tres cosas: Padre, Hijo y Espíritu Santo; tres es un número primo. Tres es también la fecha de mi nacimiento, el 3 de julio. Por eso es que me llamó mucho la atención el nombre, por mi parte espiritual y mi parte matemática, filosófica también”, confiesa el joven ingeniero.
¿Cómo concilias ciencia y religión?
Yo creo que la ciencia no está para decir que Dios no existe, sino para abrir nuestra mente a la verdad, y abrir nuestro mundo a solucionar cosas. La ciencia está para poder ayudar a la humanidad, para mejorarla.
Para mí, es poder tener un equilibrio siempre, llevar todo en paz, ese equilibrio. Eso es lo que me ha ayudado: mi fe en creer en lo que no veo. Sin embargo, lo que veo también me ayuda a creer en eso en que estoy viendo. Es tener un equilibrio. Eso es lo que me ha mantenido en paz y, la verdad, contento.
Fue a partir de haber visto un documental sobre el alunizaje que un emocionado Elvis de 12 años solía decir: “Me gustaría ir a la Luna”.
Pero acaso su sueño principal era convertirse en marino siguiendo los pasos de su padre, quien era teniente de corbeta —y cuya pasión por Elvis Presley quedó grabada en el nombre del futuro ingeniero—. No obstante, una condición médica impidió al joven istmeño estudiar la carrera de Ciencias Navales en la Marina.
“Al final, cada quien va construyendo su historia. A veces no podemos dimensionar lo que viene para nosotros; sin embargo, cuando volteamos al pasado, pues nos damos cuenta que muchos sueños que teníamos se pueden cumplir gracias a las amistades, a las personas que están por ahí, y también por el esfuerzo que uno le pone”, expresa Andrés Ayala, quien destaca en particular el apoyo del doctor Mendoza Bárcenas.
Ahora espera poder continuar con su formación y también robustecer aún más el trabajo iniciado con Trinidad. Pero, sobre todo, desea poder compartir todo lo aprendido con otros jóvenes entusiastas que también aspiran a alcanzar el espacio.







