Querétaro ha cambiado mucho en los últimos años. Su crecimiento industrial, la llegada de nuevas familias y la expansión de las ciudades han hecho que la demanda de agua se dispare. Hoy, más que nunca, el agua se ha convertido en un recurso vital que no podemos dar por sentado. No solo es esencial para nuestras casas y fábricas, sino también para el campo, donde cada gota cuenta para que los cultivos sigan saliendo adelante.
Frente a esta realidad, una de las alternativas más prometedoras es invertir en infraestructura hidroagrícola. No se trata solo de construir presas o canales; hablamos de incorporar tecnologías que nos ayuden a distribuir y aprovechar mejor el agua, reducir el desperdicio y hacer más eficientes las prácticas agrícolas.
Uno de los cambios más urgentes está en el campo, que es donde más agua se consume en el estado. Desafortunadamente, una gran parte se pierde por sistemas de riego obsoletos o poco eficientes. Si modernizamos estas técnicas —por ejemplo, usando riego por goteo o automatizando los procesos— no solo ahorramos agua, también se mejora la productividad de los cultivos, y eso se traduce en más ingresos para los productores.
El uso más eficiente del agua también tiene un impacto directo en la seguridad alimentaria. Cuando el campo funciona mejor, hay más alimentos disponibles y de mejor calidad para las familias queretanas. Además, hay formas de complementar este esfuerzo, como aprovechar el agua de lluvia a través de sistemas de captación, lo que ayudaría a reducir la presión sobre los mantos acuíferos y las presas.
Desde el punto de vista económico, invertir en infraestructura hidroagrícola tiene muchos beneficios. Además del ahorro de agua, se generan empleos, se impulsa el desarrollo rural y se fortalece la competitividad del estado en la producción de frutas y hortalizas, donde Querétaro ya tiene un lugar destacado. Con estas mejoras, podríamos consolidarnos aún más como líderes en el sector.
Y no solo eso. Estas acciones también podrían poner a Querétaro como ejemplo a nivel nacional e incluso internacional. Con su vocación por la innovación y el desarrollo sostenible, el estado tiene todo para ser pionero en el uso responsable del agua y en tecnologías agrícolas de vanguardia.
Por último, no podemos olvidar el impacto social. Muchas familias en las comunidades rurales dependen del campo para vivir, y el acceso justo y eficiente al agua puede hacer una gran diferencia en su día a día, en su calidad de vida y en sus oportunidades de salir adelante.
